En los rincones soleados de Hermosillo, entre los colores vibrantes de cada uno de los materiales que utiliza para hacer obras de arte, reside un hombre cuyo vínculo con la artesanía es tan profundo como sus raíces. Omar Gálvez Luna, artesano por vocación y descendiente directo de la etnia Yaqui, ha dedicado su vida a preservar y honrar la rica herencia cultural de su pueblo a través del arte de sus manos hábiles.
En entrevista para El Sol de Hermosillo, platicó sobre las creaciones que realiza, que lo han consolidado como un referente en las artesanías locales, pues sus figuras y objetos han trascendido más allá de las fronteras de México.
"Nosotros (él y su esposa) lo hacemos por hobbie, porque tengo trabajo, aparte de que deja, me gusta hacerlo", compartió con un tono humilde, al preguntarle el por qué incursionó en ese mercado.
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Cinturones, collares, sombreros, así como una infinidad de productos los realiza con sus propias manos, todos con un toque de la etnia Yaqui, la cual siente y lleva en su sangre, por su abuelo que es originario de esa comunidad al sur de la región.
Junto a su esposa, Reyna Guadalupe Hernández Galindo, también descendiente de esa tribu, Omar ha expandido su arte a lo largo y ancho de la geografía, al llevar consigo el legado de su pueblo a lugares tan diversos como Nueva Jersey, Las Vegas, Phoenix y San Diego al enviar pedidos que les hacen personas que residen en esos sitios.
Pero para él, la artesanía es más que una actividad económica; es una forma de vida arraigada en su identidad y en la historia de su pueblo. "Esto es de paciencia, si no la tienes no haces nada, además de gustarte lo que haces", reflexionó.
La esencia de los fariseos, impregnada en su sangre por sus antepasados, es un recordatorio constante de su deber de proteger y preservar la cultura Yaqui. "Soy descendiente Yaqui, peleo a la raza como tal", pronunció con orgullo.
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Juntos, Omar y Reyna, continúan tejiendo los hilos de la historia, preservando la rica herencia cultural de su pueblo para las generaciones venideras. En cada puntada, en cada detalle, se encuentra el legado de un pueblo que ha resistido el paso del tiempo, una historia que continúa viva gracias al arte y la dedicación de personas como ellos, quienes residen en Hermosillo desde hace décadas, pero mantienen vigente esas tradiciones sonorenses.
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