/ jueves 6 de febrero de 2020

Cruzando líneas | El fin del infierno

ARIZONA.- Francisco B. poco habla de su estancia en Florence. Ya pasó una década, pero el trauma no lo deja articular los recuerdos. Aguantó poco más de un mes. No firmó, no cedió, no lo doblaron… estuvieron a punto, pero resistió; su familia también. Lo detuvieron por una infracción de tránsito que dejó a su familia en la ruina, desquebrajada y temerosa; a él, como hombre, no le fue mejor. Esa prisión de Arizona ha sido comparada con el mismísimo infierno y el mexicano se libró de salir chamuscado. Pero no siempre es así.

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Millones de prisioneros han recorrido los pasillos de la cárcel más antigua de Arizona. En sus cuartos han dormido “huéspedes” de todo el mundo; algunos vuelven a la libertad como si nada pasara; otros terminan con una orden de deportación y unos pocos más salen con los pies por delante. Florence es una de las dos prisiones estatales en donde aún se practica la pena de muerte… la legal y la que se esconde de la ley.

Pero Arizona quiere pasar página. El gobernador, Doug Ducey, insiste en clausurar la prisión lo antes posible, ¿por qué? Quizá por los escándalos que han sacudido al centro penitenciario; tal vez por las deplorables condiciones en las que viven los reos; a lo mejor por las carencias que los oficiales enfrentan cada día en el trabajo… o es muy probable que sea solo una transacción de negocios: ahorros para el Estado e inversión para la iniciativa privada. En cuestiones de política solo hay dos idiomas: el poder y el dinero.

Como sea, el fin se acerca. Cuando se cierren las puertas comenzarán a salir los fantasmas… los que se quedan atrapados en las cámaras de la muerte o los que salieron con fianza y siguen deambulando con rencor al sistema. Sí, Florence ha sido cruel e implacable, en extremo inhumano. Un siglo de condenas y abusos no se acaba con un carpetazo; no. A veces, cuando se mueven los cuerpos también se sacuden los recuerdos… y esos no siempre son buenos.

En la prisión de Florence se quedará ese pasillo de la muerte en donde mataba más el frío y el silencio que el arrepentimiento. En ese corredor pasaron vivos los hombres más peligrosos que lograron ser atrapados y no volvieron. También se queda la inocencia de aquellos a los que el sistema jodió. Se quedan los contrastes y se mudan los secretos, por que a esos no los mata nadie.

No podrá haber borrón y cuenta nueva. Cada día hay más de 3 mil personas encarceladas en Florence, reos que serán trasladados a otras cárceles tan deficientes y disfuncionales como esta, y se llevarán con ellos los traumas suyos y ajenos. El sistema está creado para atiborrar, para lucrar con el crimen, para brindar concesiones millonarias y no para reformar. En las cárceles de Arizona, pocos se preparan para readaptarse, casi todos se “reforman” para sobrevivir, cueste lo que cueste, a amenazas reales o imaginarias, contra enemigos de bando o la propia mente.

Y mientras algunos ya se saborean la posibilidad de convertir a Florence en el nuevo Alcatraz, las viejas mañas empacan para instalarse en los otros centros que serán ahora sus casas.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

@maritzalfelix

maritzalizethfelix@gmail.com

ARIZONA.- Francisco B. poco habla de su estancia en Florence. Ya pasó una década, pero el trauma no lo deja articular los recuerdos. Aguantó poco más de un mes. No firmó, no cedió, no lo doblaron… estuvieron a punto, pero resistió; su familia también. Lo detuvieron por una infracción de tránsito que dejó a su familia en la ruina, desquebrajada y temerosa; a él, como hombre, no le fue mejor. Esa prisión de Arizona ha sido comparada con el mismísimo infierno y el mexicano se libró de salir chamuscado. Pero no siempre es así.

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Millones de prisioneros han recorrido los pasillos de la cárcel más antigua de Arizona. En sus cuartos han dormido “huéspedes” de todo el mundo; algunos vuelven a la libertad como si nada pasara; otros terminan con una orden de deportación y unos pocos más salen con los pies por delante. Florence es una de las dos prisiones estatales en donde aún se practica la pena de muerte… la legal y la que se esconde de la ley.

Pero Arizona quiere pasar página. El gobernador, Doug Ducey, insiste en clausurar la prisión lo antes posible, ¿por qué? Quizá por los escándalos que han sacudido al centro penitenciario; tal vez por las deplorables condiciones en las que viven los reos; a lo mejor por las carencias que los oficiales enfrentan cada día en el trabajo… o es muy probable que sea solo una transacción de negocios: ahorros para el Estado e inversión para la iniciativa privada. En cuestiones de política solo hay dos idiomas: el poder y el dinero.

Como sea, el fin se acerca. Cuando se cierren las puertas comenzarán a salir los fantasmas… los que se quedan atrapados en las cámaras de la muerte o los que salieron con fianza y siguen deambulando con rencor al sistema. Sí, Florence ha sido cruel e implacable, en extremo inhumano. Un siglo de condenas y abusos no se acaba con un carpetazo; no. A veces, cuando se mueven los cuerpos también se sacuden los recuerdos… y esos no siempre son buenos.

En la prisión de Florence se quedará ese pasillo de la muerte en donde mataba más el frío y el silencio que el arrepentimiento. En ese corredor pasaron vivos los hombres más peligrosos que lograron ser atrapados y no volvieron. También se queda la inocencia de aquellos a los que el sistema jodió. Se quedan los contrastes y se mudan los secretos, por que a esos no los mata nadie.

No podrá haber borrón y cuenta nueva. Cada día hay más de 3 mil personas encarceladas en Florence, reos que serán trasladados a otras cárceles tan deficientes y disfuncionales como esta, y se llevarán con ellos los traumas suyos y ajenos. El sistema está creado para atiborrar, para lucrar con el crimen, para brindar concesiones millonarias y no para reformar. En las cárceles de Arizona, pocos se preparan para readaptarse, casi todos se “reforman” para sobrevivir, cueste lo que cueste, a amenazas reales o imaginarias, contra enemigos de bando o la propia mente.

Y mientras algunos ya se saborean la posibilidad de convertir a Florence en el nuevo Alcatraz, las viejas mañas empacan para instalarse en los otros centros que serán ahora sus casas.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

@maritzalfelix

maritzalizethfelix@gmail.com