/ lunes 20 de septiembre de 2021

Democracia y debate | Cuba

"Papá sácame de aquí, no quiero vivir en este lugar”, así María, de apenas 6 años le decía a su padre, “quiero que me lleves lejos, quiero vivir en un lugar donde pueda ser feliz, donde pueda crecer, quiero montarme en tus hombros y ver más lejos”, así fue como Armando, toma la decisión de abandonar Cuba. Él, miembro del cuerpo diplomático, estando de misión en México, decide no volver, decide “desertar” y dejar su tierra atrás.

Su esposa Martha y la pequeña María, salen de la isla con destino a España, fue esta la estrategia que les permitió abandonar su país, fueron ellas recibidas en un pequeño pueblo español, donde vivirían algunos años separadas de su padre y de su marido.

Armando, se instala en México, con un fuerte bagaje académico y cultural, inicia su historia en la academia, así se va convirtiendo, con el paso de los años en el gran maestro de muchos, que fueron destacando en varios sectores en México, con un instinto nato para la política también Armando es llamado como asesor de algunos grupos de poder, en los cuales pudo aportar su experiencia y conocimientos tanto prácticos como teóricos, siendo también formador de generaciones de políticos que el día de hoy se encuentran en todo el país en diferentes puestos de poder.

Pasaron los años y la familia se pudo reunir finalmente, así se convirtieron Armando, Martha y María, en hogar de muchos, incluido el que esto escribe, fue su casa, centro de reunión, de canto, de fiesta, de comida, de discusiones políticas, de alegría, de encuentro de amigos, “yo te doy el 100% de mi amistad, ya tú vas quitándole lo que consideres”, era uno de sus lemas, tratando a todos como si fueran amigos de toda la vida, muchos lo apreciamos y lo valoramos, mantuvimos y todavía mantenemos el porcentaje al 100, otros no tanto, pero ya fue decisión de cada quien.

Un día me llamó a su casa, me mostró su cartilla, la que usaba en Cuba para tener acceso a ropa y alimentos, así se vive en mi país, ya sabes Salvador, me comentó, nadie se muere de hambre en Cuba, pero nadie, salvo los privilegiados pueden tener más que esto, refiriéndose a la cartilla, un poco en broma, un poco en serio me dijo, el ser carnicero en Cuba es como ser notario en México. “Pero te llamé para otra cosa”, poniéndose serio, “voy a Cuba y no sé qué me puede pasar, quiero encargarte a mi familia”, yo lo entendí, en el marco de mis posibilidades, estar muy pendiente de su esposa a la que quiero mucho y de su hija que es como una pequeña hermana, pero en realidad era Martha, más capaz de encargarse de mí, que yo de ella y menos de ellas, pero entendía el mensaje, que era de afecto y amistad.

Armando volvía a su país después de años de haber desertado y no sabía lo que le esperaba, podían detenerlo, encarcelarlo, desaparecerlo, pero el viaje era impostergable, además Armando nunca dejó de amar a su país, su cultura, su comida, su identidad, incluso su política, a la que en ese momento temía. Ese amor y admiración lleno de contradicción siempre me llamó mucho la atención.

Déjeme llevarlo al aeropuerto, le comenté, “no”, fue su respuesta, quiero hacerlo rápido, salir de México y que pase lo que tenga que pasar, que salga el sol por donde tenga que salir, así se fue nuestro querido doctor dejándonos a todos llenos de angustia y preocupación.

Al tiempo y para alegría de todos, el doctor Arturo, volvió, volvió feliz, lleno de amor cubano de sus hermanos, de su familia, de sus recuerdos, de su música, volvió y puede volver cada que sus deseos así se lo pidan, y así lo ha hecho desde entonces, su hija María a pesar de ser ella el detonante para la salida de la isla quiere a su país, siente nostalgia por él y también ha vuelto ahora con su esposo mexicano y su hija mexicana. Martha sin embargo nunca ha podido perdonar los agravios que siente se han cometido por el actual régimen político cubano.

Hoy el doctor y su esposa viven en República Dominicana, su hija en Querétaro, a pesar de sus propios sentimientos y nostalgias, ninguno de los tres vive o desearía vivir en Cuba.


"Papá sácame de aquí, no quiero vivir en este lugar”, así María, de apenas 6 años le decía a su padre, “quiero que me lleves lejos, quiero vivir en un lugar donde pueda ser feliz, donde pueda crecer, quiero montarme en tus hombros y ver más lejos”, así fue como Armando, toma la decisión de abandonar Cuba. Él, miembro del cuerpo diplomático, estando de misión en México, decide no volver, decide “desertar” y dejar su tierra atrás.

Su esposa Martha y la pequeña María, salen de la isla con destino a España, fue esta la estrategia que les permitió abandonar su país, fueron ellas recibidas en un pequeño pueblo español, donde vivirían algunos años separadas de su padre y de su marido.

Armando, se instala en México, con un fuerte bagaje académico y cultural, inicia su historia en la academia, así se va convirtiendo, con el paso de los años en el gran maestro de muchos, que fueron destacando en varios sectores en México, con un instinto nato para la política también Armando es llamado como asesor de algunos grupos de poder, en los cuales pudo aportar su experiencia y conocimientos tanto prácticos como teóricos, siendo también formador de generaciones de políticos que el día de hoy se encuentran en todo el país en diferentes puestos de poder.

Pasaron los años y la familia se pudo reunir finalmente, así se convirtieron Armando, Martha y María, en hogar de muchos, incluido el que esto escribe, fue su casa, centro de reunión, de canto, de fiesta, de comida, de discusiones políticas, de alegría, de encuentro de amigos, “yo te doy el 100% de mi amistad, ya tú vas quitándole lo que consideres”, era uno de sus lemas, tratando a todos como si fueran amigos de toda la vida, muchos lo apreciamos y lo valoramos, mantuvimos y todavía mantenemos el porcentaje al 100, otros no tanto, pero ya fue decisión de cada quien.

Un día me llamó a su casa, me mostró su cartilla, la que usaba en Cuba para tener acceso a ropa y alimentos, así se vive en mi país, ya sabes Salvador, me comentó, nadie se muere de hambre en Cuba, pero nadie, salvo los privilegiados pueden tener más que esto, refiriéndose a la cartilla, un poco en broma, un poco en serio me dijo, el ser carnicero en Cuba es como ser notario en México. “Pero te llamé para otra cosa”, poniéndose serio, “voy a Cuba y no sé qué me puede pasar, quiero encargarte a mi familia”, yo lo entendí, en el marco de mis posibilidades, estar muy pendiente de su esposa a la que quiero mucho y de su hija que es como una pequeña hermana, pero en realidad era Martha, más capaz de encargarse de mí, que yo de ella y menos de ellas, pero entendía el mensaje, que era de afecto y amistad.

Armando volvía a su país después de años de haber desertado y no sabía lo que le esperaba, podían detenerlo, encarcelarlo, desaparecerlo, pero el viaje era impostergable, además Armando nunca dejó de amar a su país, su cultura, su comida, su identidad, incluso su política, a la que en ese momento temía. Ese amor y admiración lleno de contradicción siempre me llamó mucho la atención.

Déjeme llevarlo al aeropuerto, le comenté, “no”, fue su respuesta, quiero hacerlo rápido, salir de México y que pase lo que tenga que pasar, que salga el sol por donde tenga que salir, así se fue nuestro querido doctor dejándonos a todos llenos de angustia y preocupación.

Al tiempo y para alegría de todos, el doctor Arturo, volvió, volvió feliz, lleno de amor cubano de sus hermanos, de su familia, de sus recuerdos, de su música, volvió y puede volver cada que sus deseos así se lo pidan, y así lo ha hecho desde entonces, su hija María a pesar de ser ella el detonante para la salida de la isla quiere a su país, siente nostalgia por él y también ha vuelto ahora con su esposo mexicano y su hija mexicana. Martha sin embargo nunca ha podido perdonar los agravios que siente se han cometido por el actual régimen político cubano.

Hoy el doctor y su esposa viven en República Dominicana, su hija en Querétaro, a pesar de sus propios sentimientos y nostalgias, ninguno de los tres vive o desearía vivir en Cuba.