/ lunes 18 de octubre de 2021

Democracia y debate | Vamos a Tucson

Las fronteras en sí mismas, son terribles, son un recuerdo de lo que equivocadamente nos hace diferentes, son una marca visible de lo que somos capaces de hacer hermanos contra hermanos, los más lamentables hechos contra nosotros mismos se dan en las fronteras, en muchas ocasiones territorio de nadie y por lo tanto de otros poderes fuera de las Instituciones, del orden y de la ley.

En las fronteras te hacen sentir distinto, fuera de lugar, que no perteneces, quien diga lo contrario miente… Necesitas identificarte, porque no eres de ese lugar, acreditar que eres bueno y que te vas a portar bien, mostrar tus pertenencias y llenar formularios.

Por mi trabajo he conocido muchas fronteras, en unas el trato es mucho mejor que en otras, en algunas es realmente una aventura que no sabes cómo va a terminar, entre fronteras en Centroamérica cualquier cosa puede pasarte y nadie va a hacer nada por ti, te das cuenta de lo vulnerable que eres, algunos de estos puestos de división entre países están en medio de la selva, te encuentras con tus documentos de identidad en la mano, sudando del calor y con la incertidumbre de quién te está despidiendo de un país y recibiendo en otro.

Las fronteras europeas cambiaron radicalmente cuando se unificó Europa, bastaba entrar a un país de la Unión para que pudieras recorrer ésta sin ser molestado, pero antes de esto cada cruce, podía ser tan bueno o tan malo como la suerte o el ánimo del agente te tocara.

A pesar de lo anterior, nada es más edificante en la vida que viajar, recorrer el mundo, conocer culturas, vivir aventuras en cuantos países sea posible recorrer, sin importar si te dan o no la bienvenida las autoridades, ya que más lejos de éstas, se encuentra la gente buena, que habita el mundo y que recibe a los viajeros, turistas y visitantes con los brazos abiertos y encantados de compartir sus vivencias y de escuchar las tuyas, más si se trata de familia que migró y ahora se encuentra en otro país.

Tenemos con la frontera al Norte de Sonora cerrada ya hace más de un año, lo que ha representado la separación de “El Sonora”, familia de un lado y del otro, amigos sin poderse ver y una realidad cultural que se encuentra truncada, en Sonora nos gusta ir al otro lado, ir de compras a Tucson o más lejos, visitar familiares, encuentros con amigos, parques, estadios, restaurantes.

En lo personal no puedo negar que me gusta ir a Tucson, lo disfruto mucho, me divierto y he pasado grandes momentos con mi hijo Max, en el zoológico, en parques, en restaurantes, en espectáculos de vaqueros, en familia y claro entre tiendas. Tengo como muchos de nosotros cientos de anécdotas de todo tipo, unas mejores que otras, que llenan las cenas y las charlas de recuerdos de nuestros viajes a Estados Unidos.

Pronto volveremos a escuchar esa pregunta que nos gusta tanto ¿Vamos a Tucson?, felizmente responderemos vamos.


Las fronteras en sí mismas, son terribles, son un recuerdo de lo que equivocadamente nos hace diferentes, son una marca visible de lo que somos capaces de hacer hermanos contra hermanos, los más lamentables hechos contra nosotros mismos se dan en las fronteras, en muchas ocasiones territorio de nadie y por lo tanto de otros poderes fuera de las Instituciones, del orden y de la ley.

En las fronteras te hacen sentir distinto, fuera de lugar, que no perteneces, quien diga lo contrario miente… Necesitas identificarte, porque no eres de ese lugar, acreditar que eres bueno y que te vas a portar bien, mostrar tus pertenencias y llenar formularios.

Por mi trabajo he conocido muchas fronteras, en unas el trato es mucho mejor que en otras, en algunas es realmente una aventura que no sabes cómo va a terminar, entre fronteras en Centroamérica cualquier cosa puede pasarte y nadie va a hacer nada por ti, te das cuenta de lo vulnerable que eres, algunos de estos puestos de división entre países están en medio de la selva, te encuentras con tus documentos de identidad en la mano, sudando del calor y con la incertidumbre de quién te está despidiendo de un país y recibiendo en otro.

Las fronteras europeas cambiaron radicalmente cuando se unificó Europa, bastaba entrar a un país de la Unión para que pudieras recorrer ésta sin ser molestado, pero antes de esto cada cruce, podía ser tan bueno o tan malo como la suerte o el ánimo del agente te tocara.

A pesar de lo anterior, nada es más edificante en la vida que viajar, recorrer el mundo, conocer culturas, vivir aventuras en cuantos países sea posible recorrer, sin importar si te dan o no la bienvenida las autoridades, ya que más lejos de éstas, se encuentra la gente buena, que habita el mundo y que recibe a los viajeros, turistas y visitantes con los brazos abiertos y encantados de compartir sus vivencias y de escuchar las tuyas, más si se trata de familia que migró y ahora se encuentra en otro país.

Tenemos con la frontera al Norte de Sonora cerrada ya hace más de un año, lo que ha representado la separación de “El Sonora”, familia de un lado y del otro, amigos sin poderse ver y una realidad cultural que se encuentra truncada, en Sonora nos gusta ir al otro lado, ir de compras a Tucson o más lejos, visitar familiares, encuentros con amigos, parques, estadios, restaurantes.

En lo personal no puedo negar que me gusta ir a Tucson, lo disfruto mucho, me divierto y he pasado grandes momentos con mi hijo Max, en el zoológico, en parques, en restaurantes, en espectáculos de vaqueros, en familia y claro entre tiendas. Tengo como muchos de nosotros cientos de anécdotas de todo tipo, unas mejores que otras, que llenan las cenas y las charlas de recuerdos de nuestros viajes a Estados Unidos.

Pronto volveremos a escuchar esa pregunta que nos gusta tanto ¿Vamos a Tucson?, felizmente responderemos vamos.