/ martes 18 de octubre de 2022

Un ciudadano pensó | El mundo de incertidumbre que se va

En este mundo tan convulsionado, si los adultos no sabemos ni por dónde nos sale el sol, imagínense cómo andan niñ@s y jóvenes. Normalmente los jóvenes acuden a adultos en busca de asesoría, de guía, con padres, maestr@s, tí@s, abuel@s, Etc. Pero ¿Qué pasa si tod@s andamos “sacados de onda”, es decir, también confundidos con este mundo al revés. ¿A quién pueden acudir?

Obviamente a muy pocos. Mientras vemos cómo las instituciones centenarias y milenarias como gobiernos, religiones, sociedad en general y hasta la medicina, titubean mientras se desmoronan y la incertidumbre campea en nuestros hogares, escuelas, negocios, etc. ¿Cómo les proporcionamos estabilidad?

No nos queda otra que aferrarnos a dos cosas que a pesar de las crisis históricas nunca han flaqueado, nuestros valores humanos y espirituales. En estos últimos quiero ser muy directo y firme, digo en lo que respecta a la espiritualidad. No me refiero a aquella que anida en las religiones, me refiero a la espiritualidad humana; ya que como digo antes, unas de las que se están desmoronando son las instituciones religiosas y con esto, me refiero a todas las religiones, no me refiero a alguna en particular.

Debemos volver en todo a lo básico para desde ahí replantear nuevamente la sociedad humana. Precisamente somos los “adultos” de todas las edades quienes debemos desaprender tantísimos paradigmas que nos enseñaron por generaciones y rediseñar esta sociedad desde cero. La humanidad ya no puede seguir funcionando desde la ilógica separatista que llenó este planeta de fronteras, de niveles sociales, castas, grados escolares y la valía misma de las personas en función de que cumplan con tales o cuales características de conocimiento, posición económica, genotipo (las mal llamadas razas) y un etcétera larguísimo donde entran las ideas, filosofías y tendencias políticas e incluso la sexualidad de los individuos y los gustos diversos en general.

Sí, efectivamente el panorama es abrumadoramente enorme, no lo podemos abarcar en lo individual, pero sí hay un camino que todos podemos seguir y con acciones en nuestro ser, es decir, en nosotros, podemos poco a poco volver a darle forma a toda la sociedad humana. No puedo cambiar o afectar al mundo, pero puedo trabajar en mí, en mi mente, en mi espíritu, en mi interior. De alguna manera todos sabemos que es correcto, que es bueno y que no. Sobre todo, si nos centramos en esos valores humanos que nos han acompañado siempre desde que existimos, podemos volver a tomar las riendas de las vidas.

Yo he dejado de prestar oídos a lo que a diario nos pregonan los medios de comunicación, los políticos, los “líderes”, las películas, Etc. Sobre cómo supuestamente debemos vivir. Dejé de escuchar y seguir las modas y/o tendencias, porque si nos fijamos bien, sólo son los deseos de esos seres que nos dicen que “ellos” son quienes deben gobernarnos. Es ya patente y notorio que el o los sistemas sociales que nos hicieron aceptar, están fundados en mentira. Estas mentiras ya no pueden sostener el mundo en el que nos tenían viviendo. Por eso el mundo que veníamos viviendo aparentemente normal… No es natural para nosotros los humanos, va de hecho, en contra de la esencia misma de la humanidad.

No es natural que yo no pueda desarrollar los talentos y habilidades con las que nací y que deba forzarme a meterme en un determinado rol social o profesional, e incluso que encajone a un Dios dentro del concepto tan limitado y constreñido en el que me enseñaron a mirarlo.

Si el universo es infinito y no conoce final y soy parte de éste, entonces mis posibilidades de crecer y desarrollarme son por naturaleza igualmente infinitas, por lo que encajonar mi vida en un rol social, laboral o profesional es destructivamente limitante de mi propio ser y mi naturaleza.

Debemos dejar de escuchar a esos “seres” deshumanizados o que ni a humanos llegan, para escucharnos a nosotros mismos… Debo sentirme a mí, debo poner atención a mis intuiciones, en pocas palabra debo escuchar a mi espíritu. Cuando dejemos de buscar afuera y busquemos dentro de nuestro corazón, la certidumbre de nuestro camino aparecerá claramente ante nosotros, que cegados por el mundo que hoy se desmorona ante nuestros ojos, habíamos dejado de ver. Es la búsqueda interior lo que nos devolverá el camino de la certidumbre y veremos como recuerdo y aprendizaje ese mundo de incertidumbre que empieza a quedar atrás. 1CP


En este mundo tan convulsionado, si los adultos no sabemos ni por dónde nos sale el sol, imagínense cómo andan niñ@s y jóvenes. Normalmente los jóvenes acuden a adultos en busca de asesoría, de guía, con padres, maestr@s, tí@s, abuel@s, Etc. Pero ¿Qué pasa si tod@s andamos “sacados de onda”, es decir, también confundidos con este mundo al revés. ¿A quién pueden acudir?

Obviamente a muy pocos. Mientras vemos cómo las instituciones centenarias y milenarias como gobiernos, religiones, sociedad en general y hasta la medicina, titubean mientras se desmoronan y la incertidumbre campea en nuestros hogares, escuelas, negocios, etc. ¿Cómo les proporcionamos estabilidad?

No nos queda otra que aferrarnos a dos cosas que a pesar de las crisis históricas nunca han flaqueado, nuestros valores humanos y espirituales. En estos últimos quiero ser muy directo y firme, digo en lo que respecta a la espiritualidad. No me refiero a aquella que anida en las religiones, me refiero a la espiritualidad humana; ya que como digo antes, unas de las que se están desmoronando son las instituciones religiosas y con esto, me refiero a todas las religiones, no me refiero a alguna en particular.

Debemos volver en todo a lo básico para desde ahí replantear nuevamente la sociedad humana. Precisamente somos los “adultos” de todas las edades quienes debemos desaprender tantísimos paradigmas que nos enseñaron por generaciones y rediseñar esta sociedad desde cero. La humanidad ya no puede seguir funcionando desde la ilógica separatista que llenó este planeta de fronteras, de niveles sociales, castas, grados escolares y la valía misma de las personas en función de que cumplan con tales o cuales características de conocimiento, posición económica, genotipo (las mal llamadas razas) y un etcétera larguísimo donde entran las ideas, filosofías y tendencias políticas e incluso la sexualidad de los individuos y los gustos diversos en general.

Sí, efectivamente el panorama es abrumadoramente enorme, no lo podemos abarcar en lo individual, pero sí hay un camino que todos podemos seguir y con acciones en nuestro ser, es decir, en nosotros, podemos poco a poco volver a darle forma a toda la sociedad humana. No puedo cambiar o afectar al mundo, pero puedo trabajar en mí, en mi mente, en mi espíritu, en mi interior. De alguna manera todos sabemos que es correcto, que es bueno y que no. Sobre todo, si nos centramos en esos valores humanos que nos han acompañado siempre desde que existimos, podemos volver a tomar las riendas de las vidas.

Yo he dejado de prestar oídos a lo que a diario nos pregonan los medios de comunicación, los políticos, los “líderes”, las películas, Etc. Sobre cómo supuestamente debemos vivir. Dejé de escuchar y seguir las modas y/o tendencias, porque si nos fijamos bien, sólo son los deseos de esos seres que nos dicen que “ellos” son quienes deben gobernarnos. Es ya patente y notorio que el o los sistemas sociales que nos hicieron aceptar, están fundados en mentira. Estas mentiras ya no pueden sostener el mundo en el que nos tenían viviendo. Por eso el mundo que veníamos viviendo aparentemente normal… No es natural para nosotros los humanos, va de hecho, en contra de la esencia misma de la humanidad.

No es natural que yo no pueda desarrollar los talentos y habilidades con las que nací y que deba forzarme a meterme en un determinado rol social o profesional, e incluso que encajone a un Dios dentro del concepto tan limitado y constreñido en el que me enseñaron a mirarlo.

Si el universo es infinito y no conoce final y soy parte de éste, entonces mis posibilidades de crecer y desarrollarme son por naturaleza igualmente infinitas, por lo que encajonar mi vida en un rol social, laboral o profesional es destructivamente limitante de mi propio ser y mi naturaleza.

Debemos dejar de escuchar a esos “seres” deshumanizados o que ni a humanos llegan, para escucharnos a nosotros mismos… Debo sentirme a mí, debo poner atención a mis intuiciones, en pocas palabra debo escuchar a mi espíritu. Cuando dejemos de buscar afuera y busquemos dentro de nuestro corazón, la certidumbre de nuestro camino aparecerá claramente ante nosotros, que cegados por el mundo que hoy se desmorona ante nuestros ojos, habíamos dejado de ver. Es la búsqueda interior lo que nos devolverá el camino de la certidumbre y veremos como recuerdo y aprendizaje ese mundo de incertidumbre que empieza a quedar atrás. 1CP