/ martes 16 de febrero de 2021

Un ciudadano pensó | Navidad, las elecciones y la esperanza

En estos días platicaba con mi hijo y, como es normal en toda conversación, unos temas nos llevaron a otros y empezamos a reflexionar sobre la navidad… Sí, la Navidad. Cuando era niño, obviamente, me encantaba la Navidad. Pero con el tiempo, ya más grande, poco a poco empecé a darme cuenta de algunas cosas que no me gustaban de esta tradición o festejo.

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Mi hijo ya no es de Santoclós y nos acordábamos de todo lo que teníamos que hacer su mamá y yo para poder mantenerle la ilusión y la fantasía de la “magia” de la Navidad. Las explicaciones que debíamos darle por la falta de chimenea y de cómo iba a dejar los regalos, de por qué no le trajo todo lo que pidió. Saben a qué me refiero.

Luego entramos en lo injusto que era Santoclós. De cómo le trajo a un vecinito más y mejores juguetes, mientras que a otros niños apenas les trajo algo.

Ahí es donde la tradición del Santoclós nos hace a los padres mentirles cada vez más a los niños y debíamos decirles que, a lo mejor se habían portado mal y que por eso Santoclós no les había traído todo lo que pidieron, es decir, era culpa de ellos (pobres inocentes). Los niños no son tontos para nada, porque ellos sabían que aquel niño que, si le había llegado todo y más de lo que pidió, era la pieza de judas (como dicen los viejos), era el niño más malcriado de toda la colonia, sin embargo, Santoclós lo premió como si fuera un santo.

Desde que nacen nuestros hijos los engañamos involuntariamente y a su vez, los educamos mal, dentro de una tradición que, disfrazada de gran bondad, unión con la familia y con el prójimo, que portarse bien no necesariamente premia y que portarse mal premia y mucho… O que se nos debe pagar para que nos portemos bien.

En teoría se festeja el nacimiento de Jesucristo, pero eso se desvirtuó totalmente y la mayoría de las veces ni se le menciona. Amén de que no nació el 25 de diciembre ni cerca de ese día. Otra mentira.

Cómo se parece la Navidad a las elecciones pensé… Unos santocloses (candidatos) le prometen un sinfín de cosas a una multitud de santos inocentes (los ciudadanos), y les llenan de fantasía sus cabecitas, les hacen circo y fiestas por unos meses, para después no cumplirles sus deseos… Y al final, es culpa de los ciudadanos. En este festejo similar a la Navidad, hasta los duendes (miembros del comité de campaña) que hacen los juguetes y organizan las fiestas son engañados, los buenos que más trabajan, se quedan chiflando en la loma, mientras que los que nada hicieron, pero estaban bien conectados y son más sinvergüenzas salen premiados (con hueso). De nuevo vemos el ciclo aquí, que mal educa a que hacer el bien castiga y que quien mal se porta… Le aporta dividendos.

Año con año seguimos el ritmo de tradiciones y costumbres que nos fueron implantando los mismos que nos prometen un sinfín de cosas que poco o nunca vemos. Creemos en libertad porque no tenemos grilletes y cadenas físicas, pero estamos atados a sueldos que son las cadenas reales y zonas de confort que en realidad son nuestras celdas.

La esperanza es la moneda de cambio de la política… Y la palabra esperanza viene de la palabra esperar, que es como se queda siempre la ciudadanía, esperando.

Qué bonitas palabras las de estas fiestas navideñas o electorales: buenos deseos, esperanza, ilusión, festejos, promesas, magia y fantasía… Si se fijan, ningunas de estas palabras significan hechos de concretar, obtener, lograr. Todo se queda en el aire, como dije, esperando lo que nunca llegará.

El sistema que vivimos ya no aguanta y debe ser destruido y se está destruyendo… Pero por los mismos que lo construyeron, es decir, demolición controlada, así se limpia la casa y se asegura que los dueños sigan siendo los mismos…

Ahora somos muchos habitantes y el planeta “no aguanta” nos dicen los mismos que nos prometen y nos dan esperanzas. En realidad, es su sistema de control social el que ya no puede controlarnos y hay que reducir la población, la plandemia llegó casualmente… O ¿es una coincidencia histórica?

La cantidad de coincidencias que estamos viviendo desde el 2020 bien puede entrar al libro de récords. Coinciden a partir de este año, la plandemia, el cambio climático, el cambio de dinero en efectivo a dinero electrónico y que este sea una moneda mundial, que se cambie el mundo a un gobierno mundial y le llaman el nuevo orden mundial (o sea que había un orden mundial), nos hablan de la nueva normalidad… ¿La nueva? Como si fuera producto.

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Así como te dejaron esperando en Navidad y en las elecciones, califican de fake news a los que dicen verdades, mientras pagan fortunas a sus medios institucionales de propaganda para que digan sus verdades, que, bajo ningún contexto, son las nuestras.

Felices nuevas elecciones… El show debe continuar.

En estos días platicaba con mi hijo y, como es normal en toda conversación, unos temas nos llevaron a otros y empezamos a reflexionar sobre la navidad… Sí, la Navidad. Cuando era niño, obviamente, me encantaba la Navidad. Pero con el tiempo, ya más grande, poco a poco empecé a darme cuenta de algunas cosas que no me gustaban de esta tradición o festejo.

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Mi hijo ya no es de Santoclós y nos acordábamos de todo lo que teníamos que hacer su mamá y yo para poder mantenerle la ilusión y la fantasía de la “magia” de la Navidad. Las explicaciones que debíamos darle por la falta de chimenea y de cómo iba a dejar los regalos, de por qué no le trajo todo lo que pidió. Saben a qué me refiero.

Luego entramos en lo injusto que era Santoclós. De cómo le trajo a un vecinito más y mejores juguetes, mientras que a otros niños apenas les trajo algo.

Ahí es donde la tradición del Santoclós nos hace a los padres mentirles cada vez más a los niños y debíamos decirles que, a lo mejor se habían portado mal y que por eso Santoclós no les había traído todo lo que pidieron, es decir, era culpa de ellos (pobres inocentes). Los niños no son tontos para nada, porque ellos sabían que aquel niño que, si le había llegado todo y más de lo que pidió, era la pieza de judas (como dicen los viejos), era el niño más malcriado de toda la colonia, sin embargo, Santoclós lo premió como si fuera un santo.

Desde que nacen nuestros hijos los engañamos involuntariamente y a su vez, los educamos mal, dentro de una tradición que, disfrazada de gran bondad, unión con la familia y con el prójimo, que portarse bien no necesariamente premia y que portarse mal premia y mucho… O que se nos debe pagar para que nos portemos bien.

En teoría se festeja el nacimiento de Jesucristo, pero eso se desvirtuó totalmente y la mayoría de las veces ni se le menciona. Amén de que no nació el 25 de diciembre ni cerca de ese día. Otra mentira.

Cómo se parece la Navidad a las elecciones pensé… Unos santocloses (candidatos) le prometen un sinfín de cosas a una multitud de santos inocentes (los ciudadanos), y les llenan de fantasía sus cabecitas, les hacen circo y fiestas por unos meses, para después no cumplirles sus deseos… Y al final, es culpa de los ciudadanos. En este festejo similar a la Navidad, hasta los duendes (miembros del comité de campaña) que hacen los juguetes y organizan las fiestas son engañados, los buenos que más trabajan, se quedan chiflando en la loma, mientras que los que nada hicieron, pero estaban bien conectados y son más sinvergüenzas salen premiados (con hueso). De nuevo vemos el ciclo aquí, que mal educa a que hacer el bien castiga y que quien mal se porta… Le aporta dividendos.

Año con año seguimos el ritmo de tradiciones y costumbres que nos fueron implantando los mismos que nos prometen un sinfín de cosas que poco o nunca vemos. Creemos en libertad porque no tenemos grilletes y cadenas físicas, pero estamos atados a sueldos que son las cadenas reales y zonas de confort que en realidad son nuestras celdas.

La esperanza es la moneda de cambio de la política… Y la palabra esperanza viene de la palabra esperar, que es como se queda siempre la ciudadanía, esperando.

Qué bonitas palabras las de estas fiestas navideñas o electorales: buenos deseos, esperanza, ilusión, festejos, promesas, magia y fantasía… Si se fijan, ningunas de estas palabras significan hechos de concretar, obtener, lograr. Todo se queda en el aire, como dije, esperando lo que nunca llegará.

El sistema que vivimos ya no aguanta y debe ser destruido y se está destruyendo… Pero por los mismos que lo construyeron, es decir, demolición controlada, así se limpia la casa y se asegura que los dueños sigan siendo los mismos…

Ahora somos muchos habitantes y el planeta “no aguanta” nos dicen los mismos que nos prometen y nos dan esperanzas. En realidad, es su sistema de control social el que ya no puede controlarnos y hay que reducir la población, la plandemia llegó casualmente… O ¿es una coincidencia histórica?

La cantidad de coincidencias que estamos viviendo desde el 2020 bien puede entrar al libro de récords. Coinciden a partir de este año, la plandemia, el cambio climático, el cambio de dinero en efectivo a dinero electrónico y que este sea una moneda mundial, que se cambie el mundo a un gobierno mundial y le llaman el nuevo orden mundial (o sea que había un orden mundial), nos hablan de la nueva normalidad… ¿La nueva? Como si fuera producto.

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Así como te dejaron esperando en Navidad y en las elecciones, califican de fake news a los que dicen verdades, mientras pagan fortunas a sus medios institucionales de propaganda para que digan sus verdades, que, bajo ningún contexto, son las nuestras.

Felices nuevas elecciones… El show debe continuar.