/ viernes 29 de noviembre de 2019

HMO Cuéntame tu historia | El huésped de la habitación 222

Allá por los años setenta trabajé como jefe de seguridad en un hotel de cinco estrellas que quedaba por el bulevar Kino, era de lo más elegante

Soy una persona ya jubilada y en mis ratos libres mientras tomo café o hago actividades en mi casa me gusta recordar y escribir viejas anécdotas de mi juventud, allá por los años setenta trabajé como jefe de seguridad en un hotel de cinco estrellas que quedaba por el bulevar Kino, era de lo más elegante, un día mientras el turno se desarrollaba con tranquilidad una de mis compañeras que era una recepcionista me habló haciéndome una seña por lo cual me dirigí a ver qué necesitaba, ella me señaló con la mirada a una persona que estaba sentada en el bar y me hizo una petición a modo de secreto para que los huéspedes no escucharan, me dijo:

“Ese señor de traje que está en el bar se acaba de hospedar aquí en el hotel, pero esa persona no es de fuera, es de aquí de la ciudad, le dimos la habitación 222 y creemos que quiere meter al cuarto a una ‘mujer de mala nota’”, sobraba decir que en el hotel con todo y sus cinco estrellas no permitía eso, así que quedamos en echarle un ojo y si veíamos algo sospechoso en el 222 pues no permitirlo.

Casi al instante pasaba uno de los guardias de seguridad y le llamé para explicarle lo sucedido y darle la instrucción de que ocasionalmente se diera una vuelta por el cuarto del huésped para ver que todo estuviera bien y que no permitiera que pasara nada fuera de lo normal o indecoroso con ese huésped, aquel guardia se llamaba Braulio y recuerdo muy claramente algo de su currículo, en algún momento fue un guardia presidencial.

El día siguió como si nada, todo con tranquilidad y muy calmado, pasaron alrededor de dos horas y yo estaba en mi oficina cuando llegó Héctor, otro guardia del hotel que venía de hacer una ronda por los jardines, le pregunte que si no había visto a Braulio y me respondió que no, me extrañó porque no se había reportado en todo ese tiempo, así que le pedí de favor a Héctor que fuera a buscar a Braulio y lo mandara a la oficina.

Braulio llegó a los 20 minutos y le pregunté ¿dónde había estado?, contestó que fue a cuidar el 222 como yo se lo había pedido, traté de no molestarme y le pedí que por favor fuera a darle una vuelta al estacionamiento, pasaron 30 minutos y llegó Héctor diciéndome que ya estaba todo listo en el 222, que el huésped le dijo que ya se podía retirar y que muchas gracias.

Le pregunté qué era exactamente lo que pasaba con el cuarto 222, Héctor me respondió que cuando fue a buscar a Braulio éste le dijo que le habían encargado mucho al huésped de dicha habitación por lo que lo estaba cuidando directamente desde la puerta del 222, algo así como si fuera servicio secreto, así que cuando usted lo llamó a la oficina yo tomé su lugar y cuidé la puerta del cuarto, si el huésped entró o no con mujer de mala nota ya no quise averiguar, lo que sí supe fue que cuando el huésped se fue les dejó una buena propina a Braulio y a Héctor por tan excelente servicio.

Soy una persona ya jubilada y en mis ratos libres mientras tomo café o hago actividades en mi casa me gusta recordar y escribir viejas anécdotas de mi juventud, allá por los años setenta trabajé como jefe de seguridad en un hotel de cinco estrellas que quedaba por el bulevar Kino, era de lo más elegante, un día mientras el turno se desarrollaba con tranquilidad una de mis compañeras que era una recepcionista me habló haciéndome una seña por lo cual me dirigí a ver qué necesitaba, ella me señaló con la mirada a una persona que estaba sentada en el bar y me hizo una petición a modo de secreto para que los huéspedes no escucharan, me dijo:

“Ese señor de traje que está en el bar se acaba de hospedar aquí en el hotel, pero esa persona no es de fuera, es de aquí de la ciudad, le dimos la habitación 222 y creemos que quiere meter al cuarto a una ‘mujer de mala nota’”, sobraba decir que en el hotel con todo y sus cinco estrellas no permitía eso, así que quedamos en echarle un ojo y si veíamos algo sospechoso en el 222 pues no permitirlo.

Casi al instante pasaba uno de los guardias de seguridad y le llamé para explicarle lo sucedido y darle la instrucción de que ocasionalmente se diera una vuelta por el cuarto del huésped para ver que todo estuviera bien y que no permitiera que pasara nada fuera de lo normal o indecoroso con ese huésped, aquel guardia se llamaba Braulio y recuerdo muy claramente algo de su currículo, en algún momento fue un guardia presidencial.

El día siguió como si nada, todo con tranquilidad y muy calmado, pasaron alrededor de dos horas y yo estaba en mi oficina cuando llegó Héctor, otro guardia del hotel que venía de hacer una ronda por los jardines, le pregunte que si no había visto a Braulio y me respondió que no, me extrañó porque no se había reportado en todo ese tiempo, así que le pedí de favor a Héctor que fuera a buscar a Braulio y lo mandara a la oficina.

Braulio llegó a los 20 minutos y le pregunté ¿dónde había estado?, contestó que fue a cuidar el 222 como yo se lo había pedido, traté de no molestarme y le pedí que por favor fuera a darle una vuelta al estacionamiento, pasaron 30 minutos y llegó Héctor diciéndome que ya estaba todo listo en el 222, que el huésped le dijo que ya se podía retirar y que muchas gracias.

Le pregunté qué era exactamente lo que pasaba con el cuarto 222, Héctor me respondió que cuando fue a buscar a Braulio éste le dijo que le habían encargado mucho al huésped de dicha habitación por lo que lo estaba cuidando directamente desde la puerta del 222, algo así como si fuera servicio secreto, así que cuando usted lo llamó a la oficina yo tomé su lugar y cuidé la puerta del cuarto, si el huésped entró o no con mujer de mala nota ya no quise averiguar, lo que sí supe fue que cuando el huésped se fue les dejó una buena propina a Braulio y a Héctor por tan excelente servicio.

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