/ domingo 27 de noviembre de 2022

¿Mito o realidad? Sigue viva la leyenda sobre los túneles ocultos en Hermosillo

Las actuales generaciones ven como una leyenda o mito el hecho de que hace muchos años en Hermosillo se construyeron túneles por debajo de la ciudad

Las actuales generaciones de hermosillenses ven como una leyenda o mito el hecho de que hace muchos años en Hermosillo se construyeron túneles por debajo de la ciudad, sin embargo, es necesario ver la historia para saber realmente del tema.

Se trata de pasadizos de dos metros de ancho por uno y medio de alto, embovedados con ladrillo y mezcla, que atraviesan el centro de la ciudad y que durante los últimos años han aparecido durante las excavaciones para erigir nuevos edificios.

Para los amantes de la historia de Hermosillo, como es Martín Huva, Manuel Hernández, así como el cronista de la ciudad, Ignacio Lagarda y especialistas en la materia del Instituto Nacional de Antropología e Historia, coinciden de que el tema a muchos les causa impresión, sorpresa e inquietudes.

Te puede interesar: ¡Misterio resuelto! Esta es la verdad sobre el túnel hallado en el Centro

Se trata de pasadizos de dos metros de ancho por uno y medio de alto, embovedados con ladrillo y mezcla / Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

Lo que se dice

Martín Huva, creador de la plataforma en redes sociales: “Tras la Historia de Hermosillo”, comentó para El Sol de Hermosillo que se habla de dos versiones no comprobadas sobre el uso de una red subterránea de 20 kilómetros de extensión que permanecen bajo la mancha urbana del centro de la ciudad.

La primera hipótesis, dijo, se trata sobre túneles empleados durante la persecución religiosa de finales de 1930, en la Guerra Cristera que cimbró al país durante ocho años.

La segunda, añadió, establece que fueron construidos en el período de Reforma, aproximadamente en 1857, durante la persecución religiosa que realizó el gobierno del presidente Benito Juárez.

Por lo que, presuntamente, los católicos se resguardaron en ellos de los ataques del gobierno perseguidor.

Martín Huva, creador de la plataforma en redes sociales: “Tras la Historia de Hermosillo”, comentó para El Sol de Hermosillo que se habla de dos versiones no comprobadas / Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

Versión oficial

La historia de Sonora indica que el entonces gobernador intendente de Sonora y Sinaloa, Pedro Corbalán, en 1770 financió, de su riqueza personal, la construcción de estos canales para uso agrícola, industrial y doméstico, que entonces se encontraban a cielo abierto y son conocidas como acequias.

El Hermosillo de aquel entonces tenía menos de cinco mil habitantes, era una población como la mayoría, asentada al lado de un río para consolidar su auge, en este caso del Río Sonora.

La actividad económica giraba en torno a la agricultura y la ganadería, era común que las familias sembraban hortalizas y frutales en sus casas, construidas con amplios patios.

De acuerdo con investigadores, el agua era distribuida por gravedad, en la parte alta del río era colocado un tapón, el cual habría según las necesidades de suministro.

Corbalán denominó a estas obras hidráulicas como la “Acequias del Chanate”, “Acequias del Común y “Acequias del Alto”, donde hubo un período en que Hermosillo se le denominó en este siglo “La nueva Venecia” por los canales que la atravesaban.

El agua era distribuida por gravedad, en la parte alta del río era colocado un tapón, el cual habría según las necesidades de suministro / Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

El agua que llegaba hasta los hogares servía para el riego agrícola y para consumo común, pues mediante las filtraciones naturales se hacía potable.

Casi 100 años después, en 1840, José de Caballero y Luis D. Orozco, firmaron dentro del Bando de Policía y Buen Gobierno la pena de cárcel para toda aquella persona que se sorprendiera bañándose o arrojando basura o animales muertos que contaminaran el agua de las acequias las cuales cayeron en desuso paulatinamente, sobre todo por la zona del centro de Hermosillo y colonias aledañas.

Las autoridades municipales anunciaron el inicio de las obras de entubamiento de la acequia del Común a mediados del mes de febrero de 1930.

En el mes de abril del mismo año el entubamiento o embovedamiento alcanzaba un punto entre las calles Abasolo y Juárez, calculando el término de las obras en el mes de mayo.

Tal embovedamiento se hizo por las continuas quejas que los pobladores de este sector de la ciudad manifestaban, pues al estar sin agua la gente mal educada tomaba como basurero estos lugares despidiendo malos olores y otro tipo de contaminaciones.

Tal embovedamiento se hizo por las continuas quejas que los pobladores de este sector de la ciudad manifestaban / Foto: Carlos Villalba | El Sol de Hermosillo

Sin embargo, al final de cuentas, Martín Huva nos relata que de acuerdo al libro de “Hermosillo Siglo XX” de Jesús Félix Uribe García, que dicho lo anterior se acaban dudas, y que es falso entonces todos los mitos y leyenda urbanas que se han inventado entorno a estas acequias, que la gente confundió con túneles.

Según el mapa de Hermosillo de 1918, las acequias llegan a la ciudad mediante dos canales ligados directamente con el Río Sonora, atravesando el entonces puente Colorado.

También es interesante ver el libro de Ignacio Lagarda Lagarda de Historia de Hermosillo, origen, fundo legal y antiguos ejidos, donde habla de forma detallada de las diferentes acequias que se tenían en la ciudad.

Pero ¿qué son las acequias?

La arquitecta Anabel Leyva, quien es parte de la sección de monumentos históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Sonora (INAH), explicó que las acequias de la ciudad no son túneles.

“Las acequias eran usadas para el abasto de agua en la ciudad, ya que, a finales del siglo XIX, y primeras décadas del siglo XX el agua llegaba por estos canales de riesgo llamados acequias”, indicó.

La arquitecta Anabel Leyva explicó que las acequias de la ciudad no son túneles/ Foto: Carlos Villalba | El Sol de Hermosillo

En ese sentido, recordó que Hermosillo en ese tiempo era una zona muy agrícola y que por ende era necesario que el agua estuviera lo más cerca posible sobre todo cuando también era una zona muy pequeña.

Aclaró que después de la llegada de la industrialización como fueron los vehículos y que se empezaron a cambiar las calles de tierra por pavimento, fue necesario embovedados y muchos de ellos quedaron debajo de las casas.

“Quedaron las acequias cubiertas ya que seguían con la distribución de agua, sin embargo, ya no estaban al aire libre sino abovedadas”, precisó.

Ante el riesgo que se pudiera tener, dijo que no hay ninguno, ya que actualmente hay muchas casas y calles del centro de la ciudad que están sobre esas obras que ya no se ven.

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Llamado a la comunidad

La especialista hizo un llamado a la comunidad para que en caso de que se llegue a descubrir una acequia dentro de su propiedad sobre todo en la zona del centro de la ciudad, que los llamen para tomar nota y reconocimiento del hallazgo.

Ante ese vestigio, no es necesario destruirlo o taparlo con tierra, sino que es importante hacer el llamado a las autoridades correspondientes del Ayuntamiento, Protección Civil, Bomberos o personal del INAH para proceder.

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Las actuales generaciones de hermosillenses ven como una leyenda o mito el hecho de que hace muchos años en Hermosillo se construyeron túneles por debajo de la ciudad, sin embargo, es necesario ver la historia para saber realmente del tema.

Se trata de pasadizos de dos metros de ancho por uno y medio de alto, embovedados con ladrillo y mezcla, que atraviesan el centro de la ciudad y que durante los últimos años han aparecido durante las excavaciones para erigir nuevos edificios.

Para los amantes de la historia de Hermosillo, como es Martín Huva, Manuel Hernández, así como el cronista de la ciudad, Ignacio Lagarda y especialistas en la materia del Instituto Nacional de Antropología e Historia, coinciden de que el tema a muchos les causa impresión, sorpresa e inquietudes.

Te puede interesar: ¡Misterio resuelto! Esta es la verdad sobre el túnel hallado en el Centro

Se trata de pasadizos de dos metros de ancho por uno y medio de alto, embovedados con ladrillo y mezcla / Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

Lo que se dice

Martín Huva, creador de la plataforma en redes sociales: “Tras la Historia de Hermosillo”, comentó para El Sol de Hermosillo que se habla de dos versiones no comprobadas sobre el uso de una red subterránea de 20 kilómetros de extensión que permanecen bajo la mancha urbana del centro de la ciudad.

La primera hipótesis, dijo, se trata sobre túneles empleados durante la persecución religiosa de finales de 1930, en la Guerra Cristera que cimbró al país durante ocho años.

La segunda, añadió, establece que fueron construidos en el período de Reforma, aproximadamente en 1857, durante la persecución religiosa que realizó el gobierno del presidente Benito Juárez.

Por lo que, presuntamente, los católicos se resguardaron en ellos de los ataques del gobierno perseguidor.

Martín Huva, creador de la plataforma en redes sociales: “Tras la Historia de Hermosillo”, comentó para El Sol de Hermosillo que se habla de dos versiones no comprobadas / Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

Versión oficial

La historia de Sonora indica que el entonces gobernador intendente de Sonora y Sinaloa, Pedro Corbalán, en 1770 financió, de su riqueza personal, la construcción de estos canales para uso agrícola, industrial y doméstico, que entonces se encontraban a cielo abierto y son conocidas como acequias.

El Hermosillo de aquel entonces tenía menos de cinco mil habitantes, era una población como la mayoría, asentada al lado de un río para consolidar su auge, en este caso del Río Sonora.

La actividad económica giraba en torno a la agricultura y la ganadería, era común que las familias sembraban hortalizas y frutales en sus casas, construidas con amplios patios.

De acuerdo con investigadores, el agua era distribuida por gravedad, en la parte alta del río era colocado un tapón, el cual habría según las necesidades de suministro.

Corbalán denominó a estas obras hidráulicas como la “Acequias del Chanate”, “Acequias del Común y “Acequias del Alto”, donde hubo un período en que Hermosillo se le denominó en este siglo “La nueva Venecia” por los canales que la atravesaban.

El agua era distribuida por gravedad, en la parte alta del río era colocado un tapón, el cual habría según las necesidades de suministro / Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

El agua que llegaba hasta los hogares servía para el riego agrícola y para consumo común, pues mediante las filtraciones naturales se hacía potable.

Casi 100 años después, en 1840, José de Caballero y Luis D. Orozco, firmaron dentro del Bando de Policía y Buen Gobierno la pena de cárcel para toda aquella persona que se sorprendiera bañándose o arrojando basura o animales muertos que contaminaran el agua de las acequias las cuales cayeron en desuso paulatinamente, sobre todo por la zona del centro de Hermosillo y colonias aledañas.

Las autoridades municipales anunciaron el inicio de las obras de entubamiento de la acequia del Común a mediados del mes de febrero de 1930.

En el mes de abril del mismo año el entubamiento o embovedamiento alcanzaba un punto entre las calles Abasolo y Juárez, calculando el término de las obras en el mes de mayo.

Tal embovedamiento se hizo por las continuas quejas que los pobladores de este sector de la ciudad manifestaban, pues al estar sin agua la gente mal educada tomaba como basurero estos lugares despidiendo malos olores y otro tipo de contaminaciones.

Tal embovedamiento se hizo por las continuas quejas que los pobladores de este sector de la ciudad manifestaban / Foto: Carlos Villalba | El Sol de Hermosillo

Sin embargo, al final de cuentas, Martín Huva nos relata que de acuerdo al libro de “Hermosillo Siglo XX” de Jesús Félix Uribe García, que dicho lo anterior se acaban dudas, y que es falso entonces todos los mitos y leyenda urbanas que se han inventado entorno a estas acequias, que la gente confundió con túneles.

Según el mapa de Hermosillo de 1918, las acequias llegan a la ciudad mediante dos canales ligados directamente con el Río Sonora, atravesando el entonces puente Colorado.

También es interesante ver el libro de Ignacio Lagarda Lagarda de Historia de Hermosillo, origen, fundo legal y antiguos ejidos, donde habla de forma detallada de las diferentes acequias que se tenían en la ciudad.

Pero ¿qué son las acequias?

La arquitecta Anabel Leyva, quien es parte de la sección de monumentos históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Sonora (INAH), explicó que las acequias de la ciudad no son túneles.

“Las acequias eran usadas para el abasto de agua en la ciudad, ya que, a finales del siglo XIX, y primeras décadas del siglo XX el agua llegaba por estos canales de riesgo llamados acequias”, indicó.

La arquitecta Anabel Leyva explicó que las acequias de la ciudad no son túneles/ Foto: Carlos Villalba | El Sol de Hermosillo

En ese sentido, recordó que Hermosillo en ese tiempo era una zona muy agrícola y que por ende era necesario que el agua estuviera lo más cerca posible sobre todo cuando también era una zona muy pequeña.

Aclaró que después de la llegada de la industrialización como fueron los vehículos y que se empezaron a cambiar las calles de tierra por pavimento, fue necesario embovedados y muchos de ellos quedaron debajo de las casas.

“Quedaron las acequias cubiertas ya que seguían con la distribución de agua, sin embargo, ya no estaban al aire libre sino abovedadas”, precisó.

Ante el riesgo que se pudiera tener, dijo que no hay ninguno, ya que actualmente hay muchas casas y calles del centro de la ciudad que están sobre esas obras que ya no se ven.

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Llamado a la comunidad

La especialista hizo un llamado a la comunidad para que en caso de que se llegue a descubrir una acequia dentro de su propiedad sobre todo en la zona del centro de la ciudad, que los llamen para tomar nota y reconocimiento del hallazgo.

Ante ese vestigio, no es necesario destruirlo o taparlo con tierra, sino que es importante hacer el llamado a las autoridades correspondientes del Ayuntamiento, Protección Civil, Bomberos o personal del INAH para proceder.

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