Dra. Zulema Trejo Contreras
Profesora-investigadora de El Colegio de Sonora
En la vasta arena del conocimiento humano, el historiador desempeña un papel singular. Lejos de ser simplemente un cronista de los tiempos pasados, su labor es fundamentalmente interpretativa y constructiva. Este profesional no busca la verdad absoluta ni pretende describir los acontecimientos tal como sucedieron de manera incontestable, pues enfrenta la imposibilidad intrínseca de no haber sido testigo presencial de los hechos que investiga. Por tanto, el historiador se aboca a la tarea de traer el pasado al presente a través de la narración cuidadosa y crítica de los procesos histórico-sociales estudiados.
La investigación histórica es un ejercicio de reconstrucción. Cada era, cada sociedad, cada evento viene cargado de complejidades y matices que sólo pueden ser entendidos en su contexto. Por ello, el trabajo del historiador consiste en tejer la trama de nuestro pasado con hilos que a menudo están fragmentados o perdidos en la neblina del tiempo. Esta labor no es simplemente recopilar datos; es, sobre todo, interpretarlos para ofrecer una visión coherente y comprensible de los procesos que han modelado nuestras sociedades.
Uno de los principales desafíos que enfrenta este profesional es la subjetividad inherente al lenguaje, su principal herramienta tanto para investigar como para comunicar. El lenguaje es un vehículo de significados que varía según quien lo emplea y quien lo interpreta, lo que implica que cada documento histórico puede ser entendido de múltiples maneras, dependiendo del lector. Esta relativa naturaleza del lenguaje asegura que el historiador debe ser consciente de sus propias perspectivas y prejuicios, así como de los de sus fuentes, en el proceso de interpretación y narración histórica.
Además, el historiador actúa como un puente entre el pasado y el presente, facilitando un diálogo entre generaciones y culturas. Su interpretación de los hechos históricos ayuda a moldear nuestra comprensión de la identidad y los valores contemporáneos. En este sentido, su trabajo no se limita a la academia; se extiende a la educación, la política y la cultura, donde sus conclusiones pueden influir en la percepción pública y en la toma de decisiones.
Por tanto, más que custodios de hechos inalterables, los historiadores son activos constructores de realidades. Su interpretación del pasado no sólo enriquece nuestro conocimiento colectivo, sino que también desafía nuestras percepciones actuales, invitándonos a reflexionar sobre lo que creemos saber. En última instancia, la historia no es un conjunto fijo de verdades, sino un campo vibrante y en constante evolución de entendimiento humano, que se redescubre y se reinterpreta continuamente a través del lente de quienes la estudian.
Esta compleja interacción entre el pasado y el presente, mediada por la subjetividad del lenguaje y la interpretación del historiador, hace de la historia una disciplina fascinante y esencial. A través de su lente, no sólo vemos los reflejos de quienes fuimos, sino también las posibilidades de lo que podemos llegar a ser.