La madrugada del 15 de abril de 1912, el RMS Titanic, considerado por la sociedad de su época como “insumergible”, encontró su trágico final en las gélidas aguas del Atlántico Norte al colisionar con un iceberg.
El lunes pasado, se cumplieron 112 años de este fatídico suceso que aún hoy en día despierta recuerdos, reflexiones históricas y una fascinación (de la cual soy parte) en casi cualquier persona que llega a conocer la historia.
Además de películas (como la dirigida y multipremiada de James Cameron en 1997), se han realizado documentales que recopilan expediciones hechas a los restos del barco, investigaciones científicas y testimonios de supervivientes y/o de sus familiares.
Entre las historias relacionadas al Titanic, una de las que destaca es la del único mexicano que viajaba con destino a la ciudad de Nueva York y que era originario de aquí de Hermosillo y me refiero al político Manuel Uruchurtu Ramírez también conocido como “El Gran Caballero del Titanic” ya que se cuenta que cedió su lugar en el bote salvavidas a Elizabeth Ramell Nye quien había alegado que su esposo e hijo esperaban por ella (cosa que era mentira, ya que después de una exhaustiva investigación y como otros medios lo señalaron, Nye había enviudado un año antes de la tragedia y no fue hasta un año después que contrajo nuevas nupcias y hasta 1915 tuvo un hijo).
Uruchurtu al cederle su lugar, lo único que le pidió fue que visitara a su familia tanto en Hermosillo como en Xalapa para que supiera sobre sus últimos minutos de vida, diligencia que Nye cumplió años más tarde. No obstante, existe una controversia en esta historia, ya que biógrafos de Nye aseveran que tal gesto de generosidad no sucedió dado que en sus memorias no fue mencionado; por su parte, familiares y vecinos de la familia Uruchurtu avalan la visita de Nye a tierras mexicanas para cumplir con la promesa hecha a Manuel.
Lo que sí es innegable es la presencia de Manuel Uruchurtu en el Titanic ya que existe evidencia de cartas y telegramas enviados por el sonorense sobre sus planes y estadía en el barco. ¿Y te preguntarás, que tiene que ver el Titanic con Bio-Informando? Es lógico pensar que con el paso del tiempo, los restos del naufragio se están degradando paulatinamente y que llegará un punto en que ya el Titanic quedará en nuestras memorias.
En una investigación realizada en el año 2010, se descubrió en el casco del barco la presencia de una bacteria, hasta ese entonces desconocida, que “se alimenta” del hierro de los restos. Esta bacteria fue nombrada Halomonas titanicae y se caracteriza por ser halófita (resistente a ambientes salinos) y su capacidad de metabolizar el hierro y compuestos azufrados presentes en el casco y estructuras asociadas, contribuyendo a su degradación y eventual dispersión en el fondo marino.
Las especies de bacterias pertenecientes al género Halomonas se distinguen por su resistencia a ambientes hipersalinos, su capacidad de metabolizar un amplio espectro de compuestos orgánicos e inorgánicos y en biotecnología son empleadas para la producción de enzimas, biopolímeros y comprender la fisiología microbiana en ambientes extremos; si bien, la mayoría de las especies de Halomonas no son patógenas, algunas de ellas pueden causar infecciones en personas cuyo sistema inmunitario se encuentre comprometido.
De ahí que el descubrimiento de H. titanicae y su papel en la degradación del Titanic aporta valiosos conocimientos sobre la ecología microbiana, los ciclos biogeoquímicos y los procesos de corrosión en aguas profundas para también desarrollar estrategias de conservación y gestión del patrimonio cultural subacuático como lo es el Titanic.
La historia del Titanic seguirá cautivando a quien la escuche a través del tiempo y entre más se investigue, más dudas surgirán y de las cuales, algunas sólo el barco y el mar conocerán la respuesta.
Buen fin de semana.