/ miércoles 8 de mayo de 2024

Conversatorios mineros | El nacionalismo mal entendido

El profesor Erasmo Geraldo era el director de la Secundaria del Pueblo, era un hombre con ciertas ideas muy arraigadas, decía con mucha firmeza y una enorme seguridad en sus palabras, que los extranjeros vienen a México a saquearnos, a hacerse ricos, que siempre se han aprovechado de “nosotros” y por eso él nunca haría un negocio con un extranjero, así de plano los despreciaba. Me recordó a un viejo necio que vive en un palacio.

Me es difícil creer que en estos tiempos te encuentres una persona así, no era un iletrado ni un borracho ni el loco del pueblo, era el director de la Secundaria, en un pueblo de unos 2 mil habitantes cercano a la costa, donde ese señor era la máxima autoridad en una institución formativa. La cosa es que la escuela estaba en nuestro plan de trabajo, y yo tenía que hablar con él.

En ese tiempo teníamos una pequeña oficina de relaciones comunitarias, la atendían dos chicas, una era comunicóloga de unos 25 años y la otra era ingeniero en agronomía, era madre de familia con unos 36 años, además de ser ejidataria de una comunidad vecina, ambas estaban llevando un programa con escuelas de todos los niveles, coordinaban visitas al proyecto y también clases de ciencias de la tierra dentro de las escuelas. En general la recepción inicial en el pueblo para nosotros era buena, a excepción de la escuela secundaria, el director no había aceptado participar en ningún programa, de hecho no quiso ni siquiera platicar con las chicas.

En muchos pueblos aún queda un poco o un mucho de machismo, las muchachas consideraron que tal vez el director aceptaría escucharme, tampoco es que tuviéramos muchas opciones así que con expectativas inciertas pero con mucha voluntad fuimos a ver al profe Erasmo.

Entré a la Secundaria y un joven que barría dejó su quehacer, se apoyó en la escoba y me dio los buenos días, le respondí y le dije que buscaba al director. “¿De dónde lo busca?“, me preguntó, y dentro de mi hice berrinche porque sabía que no le iba a gustar la respuesta, “Ah ¡De la minera!, espere aquí ahorita le digo“. No tardó dos minutos en aparecer el director, bajito, moreno, con lentes, con pelo totalmente canoso y corte militar de flat top, camisa bien fajada, pantalón de vestir y zapato boleado.

Nos saludamos, me presenté y no me invitó a su oficina, estábamos en una pequeña sombra ahí parados, en esa especie de recibidor que hay a la entrada de las escuelas, donde esta el periódico mural, como entre las oficinas y el laboratorio, los baños. “Caminamos”, me dijo y empecé con la plática trivial sobre el clima, la cual no sobrellevó por mucho tiempo, se detuvo en medio de la plaza cívica. “Mire yo tengo un tema ideológico con las mineras extranjeras, no me interesa lo de la contaminación, yo creo que la ingeniería seguramente tiene resuelto ese tema, además el hombre contamina desde que está en la tierra, lo que no acepto es que aquí se realice un saqueo, se extraiga el beneficio, el oro, y se lo lleven a Canadá y aquí nos quedamos sin nada, es la misma historia desde lo que nos hicieron los Españoles, seguimos siendo abusados e invadidos sistemáticamente, ¿usted tiene hijos?”, preguntó de corrido después de su argumentación, “si tengo tres, la más chica de dos años” contesté y él reviró de inmediato: “Usted debería buscar otro trabajo y no trabajar para esa gente que viene a saquearnos, piense en sus hijos”.

El profesor Erasmo Geraldo era el director de la Secundaria del Pueblo, era un hombre con ciertas ideas muy arraigadas, decía con mucha firmeza y una enorme seguridad en sus palabras, que los extranjeros vienen a México a saquearnos, a hacerse ricos, que siempre se han aprovechado de “nosotros” y por eso él nunca haría un negocio con un extranjero, así de plano los despreciaba. Me recordó a un viejo necio que vive en un palacio.

Me es difícil creer que en estos tiempos te encuentres una persona así, no era un iletrado ni un borracho ni el loco del pueblo, era el director de la Secundaria, en un pueblo de unos 2 mil habitantes cercano a la costa, donde ese señor era la máxima autoridad en una institución formativa. La cosa es que la escuela estaba en nuestro plan de trabajo, y yo tenía que hablar con él.

En ese tiempo teníamos una pequeña oficina de relaciones comunitarias, la atendían dos chicas, una era comunicóloga de unos 25 años y la otra era ingeniero en agronomía, era madre de familia con unos 36 años, además de ser ejidataria de una comunidad vecina, ambas estaban llevando un programa con escuelas de todos los niveles, coordinaban visitas al proyecto y también clases de ciencias de la tierra dentro de las escuelas. En general la recepción inicial en el pueblo para nosotros era buena, a excepción de la escuela secundaria, el director no había aceptado participar en ningún programa, de hecho no quiso ni siquiera platicar con las chicas.

En muchos pueblos aún queda un poco o un mucho de machismo, las muchachas consideraron que tal vez el director aceptaría escucharme, tampoco es que tuviéramos muchas opciones así que con expectativas inciertas pero con mucha voluntad fuimos a ver al profe Erasmo.

Entré a la Secundaria y un joven que barría dejó su quehacer, se apoyó en la escoba y me dio los buenos días, le respondí y le dije que buscaba al director. “¿De dónde lo busca?“, me preguntó, y dentro de mi hice berrinche porque sabía que no le iba a gustar la respuesta, “Ah ¡De la minera!, espere aquí ahorita le digo“. No tardó dos minutos en aparecer el director, bajito, moreno, con lentes, con pelo totalmente canoso y corte militar de flat top, camisa bien fajada, pantalón de vestir y zapato boleado.

Nos saludamos, me presenté y no me invitó a su oficina, estábamos en una pequeña sombra ahí parados, en esa especie de recibidor que hay a la entrada de las escuelas, donde esta el periódico mural, como entre las oficinas y el laboratorio, los baños. “Caminamos”, me dijo y empecé con la plática trivial sobre el clima, la cual no sobrellevó por mucho tiempo, se detuvo en medio de la plaza cívica. “Mire yo tengo un tema ideológico con las mineras extranjeras, no me interesa lo de la contaminación, yo creo que la ingeniería seguramente tiene resuelto ese tema, además el hombre contamina desde que está en la tierra, lo que no acepto es que aquí se realice un saqueo, se extraiga el beneficio, el oro, y se lo lleven a Canadá y aquí nos quedamos sin nada, es la misma historia desde lo que nos hicieron los Españoles, seguimos siendo abusados e invadidos sistemáticamente, ¿usted tiene hijos?”, preguntó de corrido después de su argumentación, “si tengo tres, la más chica de dos años” contesté y él reviró de inmediato: “Usted debería buscar otro trabajo y no trabajar para esa gente que viene a saquearnos, piense en sus hijos”.