/ miércoles 4 de marzo de 2020

Conversatorios mineros | Rocío y Rosita

Les comparto dos historias, de dos Méxicos distintos, de mujeres que viven diferentes realidades y una oportunidad de vida.

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Rosita vive en un poblado de 300 habitantes en la región del Bajío, tiene 12 años, va en primero de secundaria, no sabe qué va a ser de grande, sabe que quiere estudiar. Es muy flaquita, chaparrita, de ojos y cabello castaño, tiene una bonita sonrisa que deja ver la inocencia y falta de malicia de la que muchas niñas de ciudad no pueden presumir.

En el pueblo de Rosita todavía es costumbre que hombres de las ciudades cercanas lleguen en una buena troca, encuentren a una niña que les guste, normalmente de secundaria y se la “pidan” a sus madres, con la promesa de que les darán buena vida y que les quitarán una carga económica.

Muchas señoras “dan” a sus hijas, normalmente dejan que terminen la secundaria, ¡porque hay que ser civilizados!, regresan por ellas y, en el mejor de los casos, sus madres las vuelven a ver ya con hijos, cuando el marido les hace el favor de llevarlas de visita.

Rocío vive en una comunidad rural no muy lejana la ciudad, terminó la preparatoria, es madre soltera y desde hace 6 años trabaja en una mina en el área de trituración, ha escalado posiciones, ya no está en campo, lleva el control de materiales.

Rocío llama la atención, no solo porque es alta y siempre luce muy arreglada, tiene una descarada simpatía que te hace sonreír. Rocío dice que jamás se ha sentido ofendida o acosada por sus compañeros de trabajo, dice que la respetan mucho, la cuidan y la hacen sentir parte del equipo, dice ella “normal”.

El pueblo de Rocío tiene a mucha gente que trabaja en la ciudad, el nivel de educación no es malo y la presencia de una mina vecina ha generado las condiciones no solo económicas, sino de salud, educación y convivencia necesarias para darles vida digna a sus habitantes.

Volvamos con Rosita, en su pueblo hay un proyecto para construir un mina, hasta el año pasado Rosita nunca había visitado una ciudad, la minera la llevó a una carrera atlética a la capital y le gustó, meses más tarde y después de mucho insistir a sus padres Rosita conoció otra ciudad en otro estado del país, la minera la llevó a otra carrera, a correr dentro de una mina en el pueblo de Rocío.

La bola de cristal no nos da para saber el futuro de las dos, lo que los hechos nos permiten decir, es que Rocío seguirá realizándose y encontrando oportunidades para ella y su familia en la medida que su esfuerzo personal y las condiciones de su comunidad lo permitan.

Sin embargo Rosita tiene un reto mayor, en un entorno con usos y costumbres complicados para la mujer. Me gustaría que la mina en ese pueblo se hiciera realidad, estoy seguro que les cambiaría la vida. Por ahora el partido que gobierna el país mantiene un fuerte activismo en contra, ya saben, van a contaminar y a depredar. Qué importa Rosita, qué importan todas las Rositas y su pueblo.

Les comparto dos historias, de dos Méxicos distintos, de mujeres que viven diferentes realidades y una oportunidad de vida.

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Rosita vive en un poblado de 300 habitantes en la región del Bajío, tiene 12 años, va en primero de secundaria, no sabe qué va a ser de grande, sabe que quiere estudiar. Es muy flaquita, chaparrita, de ojos y cabello castaño, tiene una bonita sonrisa que deja ver la inocencia y falta de malicia de la que muchas niñas de ciudad no pueden presumir.

En el pueblo de Rosita todavía es costumbre que hombres de las ciudades cercanas lleguen en una buena troca, encuentren a una niña que les guste, normalmente de secundaria y se la “pidan” a sus madres, con la promesa de que les darán buena vida y que les quitarán una carga económica.

Muchas señoras “dan” a sus hijas, normalmente dejan que terminen la secundaria, ¡porque hay que ser civilizados!, regresan por ellas y, en el mejor de los casos, sus madres las vuelven a ver ya con hijos, cuando el marido les hace el favor de llevarlas de visita.

Rocío vive en una comunidad rural no muy lejana la ciudad, terminó la preparatoria, es madre soltera y desde hace 6 años trabaja en una mina en el área de trituración, ha escalado posiciones, ya no está en campo, lleva el control de materiales.

Rocío llama la atención, no solo porque es alta y siempre luce muy arreglada, tiene una descarada simpatía que te hace sonreír. Rocío dice que jamás se ha sentido ofendida o acosada por sus compañeros de trabajo, dice que la respetan mucho, la cuidan y la hacen sentir parte del equipo, dice ella “normal”.

El pueblo de Rocío tiene a mucha gente que trabaja en la ciudad, el nivel de educación no es malo y la presencia de una mina vecina ha generado las condiciones no solo económicas, sino de salud, educación y convivencia necesarias para darles vida digna a sus habitantes.

Volvamos con Rosita, en su pueblo hay un proyecto para construir un mina, hasta el año pasado Rosita nunca había visitado una ciudad, la minera la llevó a una carrera atlética a la capital y le gustó, meses más tarde y después de mucho insistir a sus padres Rosita conoció otra ciudad en otro estado del país, la minera la llevó a otra carrera, a correr dentro de una mina en el pueblo de Rocío.

La bola de cristal no nos da para saber el futuro de las dos, lo que los hechos nos permiten decir, es que Rocío seguirá realizándose y encontrando oportunidades para ella y su familia en la medida que su esfuerzo personal y las condiciones de su comunidad lo permitan.

Sin embargo Rosita tiene un reto mayor, en un entorno con usos y costumbres complicados para la mujer. Me gustaría que la mina en ese pueblo se hiciera realidad, estoy seguro que les cambiaría la vida. Por ahora el partido que gobierna el país mantiene un fuerte activismo en contra, ya saben, van a contaminar y a depredar. Qué importa Rosita, qué importan todas las Rositas y su pueblo.