/ jueves 14 de octubre de 2021

Democracia y debate | ¿Por qué comemos lo que comemos?

La respuesta es simple, por el mercado.

Hace no mucho tiempo en una charla de esas que nos gustan mucho en México y seguramente en todo el continente sobre comida, discutíamos de lo costoso que puede resultar comer sano.

Nos encanta hablar de comida, y más cuando tenemos hambre, es como una tortura que disfrutamos, recordamos cuando no los tenemos nuestros platillos favoritos, los añoramos, los extrañamos y cuando por alguna razón nos encontramos lejos de casa, somos capaces de pagar mucho dinero por algo que sabe al recuerdo.

La comida es patrimonio de la humanidad, la comida mexicana es de las más reconocidas en el mundo, si de algo podemos sentirnos orgullosos es de lo variado, lo complejo y lo bien integrado que está nuestro menú, de diversos orígenes, y adaptado a la región en la que vivimos y a las condiciones en las que nos encontramos. Recuerdos de infancia, celebraciones, alegrías, incluso velorios, ofrendas de muertos, todo gira alrededor de la comida.

Sin embargo y pese a lo anterior la comida nos está matando, los niveles de obesidad son alarmantes, los malos hábitos de alimentación son cada día más evidentes, han sido necesarias reformas legales para disuadir y modificar nuestro consumo y costumbres alimentarias.

No hace mucho el futbolista portugués Ronaldo dejó en claro que a él no le gustan las bebidas azucaradas y que prefiere agua.

Los etiquetados intentan mandar un mensaje claro al consumidor, el cambio de los empaques intenta ser menos atractivo, pero el mercado que es un dragón de gran tamaño está encontrando en el intento de comer más sano de un sector de la población un nuevo nicho, por lo que ha sacado al mercado productos que aparentan ser lo que no son, venden la promesa de ser un alimento adecuado para la salud, en empaques “austeros” y menos coloridos, pero con costos que superan el doble o el triple de los originales, un kilo de azúcar blanca de caña, que puede llegar a costar menos de 25 pesos, cuando un sustituto de azúcar, supuestamente saludable llega a costar 345 pesos por un kilo.

No hace muchos años era posible ver a niños pequeños tomando de sus biberones refrescos, hoy sería prácticamente impensable que se diera esta práctica, salvo en situaciones extremas. Los restaurantes de comida rápida están buscando adecuar desde hace años sus ofertas, para además de ofrecer la misma hamburguesa también tener ensaladas, por ejemplo, hace apenas pocos años, pedir agua en estos lugares no era posible, o si acaso la tenían podía llegar a valer el doble de las bebidas azucaradas.

La comida nos está matando en muchos sentidos, cáncer, obesidad, altos niveles de sustancias nocivas para el cuerpo, por lo que poco a poco se está intentado cambiar el cómo comemos, sin embargo, el mercado ya se nos adelantó y ya nos tiene las ofertas y productos que han pensado que nos conviene comer.

En casa estamos modificando costumbres alimentarias, para mis pequeños hijos no ha sido problema, para mi esposa tampoco, para el que esto escribe un poco, pero sí debo decir que todos nos sentimos mejor y estamos tratando de no caer en las manos de un nuevo mercado que nos intenta marcar el ritmo.

La respuesta es simple, por el mercado.

Hace no mucho tiempo en una charla de esas que nos gustan mucho en México y seguramente en todo el continente sobre comida, discutíamos de lo costoso que puede resultar comer sano.

Nos encanta hablar de comida, y más cuando tenemos hambre, es como una tortura que disfrutamos, recordamos cuando no los tenemos nuestros platillos favoritos, los añoramos, los extrañamos y cuando por alguna razón nos encontramos lejos de casa, somos capaces de pagar mucho dinero por algo que sabe al recuerdo.

La comida es patrimonio de la humanidad, la comida mexicana es de las más reconocidas en el mundo, si de algo podemos sentirnos orgullosos es de lo variado, lo complejo y lo bien integrado que está nuestro menú, de diversos orígenes, y adaptado a la región en la que vivimos y a las condiciones en las que nos encontramos. Recuerdos de infancia, celebraciones, alegrías, incluso velorios, ofrendas de muertos, todo gira alrededor de la comida.

Sin embargo y pese a lo anterior la comida nos está matando, los niveles de obesidad son alarmantes, los malos hábitos de alimentación son cada día más evidentes, han sido necesarias reformas legales para disuadir y modificar nuestro consumo y costumbres alimentarias.

No hace mucho el futbolista portugués Ronaldo dejó en claro que a él no le gustan las bebidas azucaradas y que prefiere agua.

Los etiquetados intentan mandar un mensaje claro al consumidor, el cambio de los empaques intenta ser menos atractivo, pero el mercado que es un dragón de gran tamaño está encontrando en el intento de comer más sano de un sector de la población un nuevo nicho, por lo que ha sacado al mercado productos que aparentan ser lo que no son, venden la promesa de ser un alimento adecuado para la salud, en empaques “austeros” y menos coloridos, pero con costos que superan el doble o el triple de los originales, un kilo de azúcar blanca de caña, que puede llegar a costar menos de 25 pesos, cuando un sustituto de azúcar, supuestamente saludable llega a costar 345 pesos por un kilo.

No hace muchos años era posible ver a niños pequeños tomando de sus biberones refrescos, hoy sería prácticamente impensable que se diera esta práctica, salvo en situaciones extremas. Los restaurantes de comida rápida están buscando adecuar desde hace años sus ofertas, para además de ofrecer la misma hamburguesa también tener ensaladas, por ejemplo, hace apenas pocos años, pedir agua en estos lugares no era posible, o si acaso la tenían podía llegar a valer el doble de las bebidas azucaradas.

La comida nos está matando en muchos sentidos, cáncer, obesidad, altos niveles de sustancias nocivas para el cuerpo, por lo que poco a poco se está intentado cambiar el cómo comemos, sin embargo, el mercado ya se nos adelantó y ya nos tiene las ofertas y productos que han pensado que nos conviene comer.

En casa estamos modificando costumbres alimentarias, para mis pequeños hijos no ha sido problema, para mi esposa tampoco, para el que esto escribe un poco, pero sí debo decir que todos nos sentimos mejor y estamos tratando de no caer en las manos de un nuevo mercado que nos intenta marcar el ritmo.