/ viernes 24 de septiembre de 2021

Bio-informando | Resiliencia

Antes de iniciar la entrega de hoy, les quiero compartir un fragmento del libro “A vivir la ciencia” de Pere Estupinyà (2020): “Porque, si lo pensamos bien, los científicos están acostumbrados a los fracasos. Para ellos lo normal es que las cosas no salgan. […]. Algo que debemos aprender de los científicos es su enorme capacidad autocrítica y el hecho de que cuando algo les falla no se autoengañan ni se conforman, sino que lo asumen y corrigen para que la próxima vez, o al cabo de veinte veces, acierten y den un paso firme hacia adelante.”

Al iniciar mis estudios de posgrado, me percaté que el nivel de exigencia, estrés y responsabilidad aumenta considerablemente a comparación de la licenciatura, a tal grado, que te planteas el dejar todo y rendirte porque volteas al lado y te das cuenta que compañeros tuyos de escuela que se dedicaron a otras profesiones y/o que dentro de sus opciones nunca consideraron realizar un posgrado, “les va mejor” o alcanzan sus metas “más pronto” que tú y sin tanto esfuerzo (aparentemente) como el que le estás invirtiendo.

Bien lo dice Pere Estupinyà, los científicos estamos acostumbrados a que no nos salgan las cosas y que lejos de conformarnos, buscamos por diferentes técnicas, estrategias y repeticiones la manera de validar o rechazar las hipótesis de nuestros proyectos de investigación ya que, inclusive, el “no obtener un resultado” o que éste no sea “el esperado” o sea “negativo” también es conocimiento y por ello no deja de ser valioso porque de esa manera queda un precedente para que otro lo avale, lo continúe, complemente o le dé otro enfoque que pueda generar información interesante.

Mientras yo realizaba mis estudios de posgrado, tenía compañeros que habían trabajado con ADN, sin embargo, yo era el único en todo el departamento que llegué a trabajar tanto con ADN como con ARN. Ambas biomoléculas son sumamente sensibles a altas temperaturas y son altamente susceptibles a contaminación y degradación (más el ARN por su naturaleza), por lo que se debe trabajar en frío y con las mejores prácticas de higiene y cuidado para garantizar su integridad para que puedan ser utilizadas posteriormente en diversos análisis y técnicas que también son susceptibles al error humano y a eventualidades ajenas a nuestras manos.

Desde la estandarización del proceso (definir el ‘cómo’ o la estrategia) de obtención de estas biomoléculas a partir de organismos vivos hasta su contaminación y degradación fueron eventos por los que me enfrenté y que fueron duros porque implicaba tiempo invertido y dinero gastado en reactivos, equipos, instalaciones y otros menesteres. Sin embargo, con el tiempo aprendes a sacudirte, levantarte, tomar en consideración que estrategias funcionan, cuáles no, qué hay que modificar, a apoyarte con tus asesores y compañeros con su asesoría para poder alcanzar los objetivos planteados.

El detalle está en no declinar y acordarse siempre del ‘porqué’ lo hacemos, los beneficios y satisfacciones que traerá el deber cumplido. A veces, los científicos podemos dar la imagen de ‘ratones de laboratorio’ o ‘seres elevados’ con su locura particular, pero detrás de cada uno de ellos hay sueños, metas ajenas al aspecto profesional, sentimientos, manías, gustos particulares, secretos que a nadie cuentan, alegrías, penas… en fin, personas comunes con una vida lejos de la bata blanca que nos caracteriza y que también influye en su desempeño profesional.

A veces, por el simple hecho de estar en este viaje llamado ‘vida’ nos toca experimentar situaciones que ponen a prueba nuestro temple y capacidad de cambio por lo que el quedarse cruzados de brazos no es una opción. Claro, somos humanos, sentimos y debemos permitirnos vivir cada emoción, cada duelo y cada sentimiento para sanar y tomar fuerza para continuar. Mientras haya vida hay que echarle pulmón y asumir con responsabilidad nuestros actos con la cara al sol y dispuestos a aprender y ser mejores.

¡Excelente semana!


Antes de iniciar la entrega de hoy, les quiero compartir un fragmento del libro “A vivir la ciencia” de Pere Estupinyà (2020): “Porque, si lo pensamos bien, los científicos están acostumbrados a los fracasos. Para ellos lo normal es que las cosas no salgan. […]. Algo que debemos aprender de los científicos es su enorme capacidad autocrítica y el hecho de que cuando algo les falla no se autoengañan ni se conforman, sino que lo asumen y corrigen para que la próxima vez, o al cabo de veinte veces, acierten y den un paso firme hacia adelante.”

Al iniciar mis estudios de posgrado, me percaté que el nivel de exigencia, estrés y responsabilidad aumenta considerablemente a comparación de la licenciatura, a tal grado, que te planteas el dejar todo y rendirte porque volteas al lado y te das cuenta que compañeros tuyos de escuela que se dedicaron a otras profesiones y/o que dentro de sus opciones nunca consideraron realizar un posgrado, “les va mejor” o alcanzan sus metas “más pronto” que tú y sin tanto esfuerzo (aparentemente) como el que le estás invirtiendo.

Bien lo dice Pere Estupinyà, los científicos estamos acostumbrados a que no nos salgan las cosas y que lejos de conformarnos, buscamos por diferentes técnicas, estrategias y repeticiones la manera de validar o rechazar las hipótesis de nuestros proyectos de investigación ya que, inclusive, el “no obtener un resultado” o que éste no sea “el esperado” o sea “negativo” también es conocimiento y por ello no deja de ser valioso porque de esa manera queda un precedente para que otro lo avale, lo continúe, complemente o le dé otro enfoque que pueda generar información interesante.

Mientras yo realizaba mis estudios de posgrado, tenía compañeros que habían trabajado con ADN, sin embargo, yo era el único en todo el departamento que llegué a trabajar tanto con ADN como con ARN. Ambas biomoléculas son sumamente sensibles a altas temperaturas y son altamente susceptibles a contaminación y degradación (más el ARN por su naturaleza), por lo que se debe trabajar en frío y con las mejores prácticas de higiene y cuidado para garantizar su integridad para que puedan ser utilizadas posteriormente en diversos análisis y técnicas que también son susceptibles al error humano y a eventualidades ajenas a nuestras manos.

Desde la estandarización del proceso (definir el ‘cómo’ o la estrategia) de obtención de estas biomoléculas a partir de organismos vivos hasta su contaminación y degradación fueron eventos por los que me enfrenté y que fueron duros porque implicaba tiempo invertido y dinero gastado en reactivos, equipos, instalaciones y otros menesteres. Sin embargo, con el tiempo aprendes a sacudirte, levantarte, tomar en consideración que estrategias funcionan, cuáles no, qué hay que modificar, a apoyarte con tus asesores y compañeros con su asesoría para poder alcanzar los objetivos planteados.

El detalle está en no declinar y acordarse siempre del ‘porqué’ lo hacemos, los beneficios y satisfacciones que traerá el deber cumplido. A veces, los científicos podemos dar la imagen de ‘ratones de laboratorio’ o ‘seres elevados’ con su locura particular, pero detrás de cada uno de ellos hay sueños, metas ajenas al aspecto profesional, sentimientos, manías, gustos particulares, secretos que a nadie cuentan, alegrías, penas… en fin, personas comunes con una vida lejos de la bata blanca que nos caracteriza y que también influye en su desempeño profesional.

A veces, por el simple hecho de estar en este viaje llamado ‘vida’ nos toca experimentar situaciones que ponen a prueba nuestro temple y capacidad de cambio por lo que el quedarse cruzados de brazos no es una opción. Claro, somos humanos, sentimos y debemos permitirnos vivir cada emoción, cada duelo y cada sentimiento para sanar y tomar fuerza para continuar. Mientras haya vida hay que echarle pulmón y asumir con responsabilidad nuestros actos con la cara al sol y dispuestos a aprender y ser mejores.

¡Excelente semana!