/ lunes 22 de abril de 2024

ElCrítico21 | Guerra civil: ¡Diles que no me maten!

Max Azzarello, el hombre que se quemó a lo bonzo frente al tribunal donde se juzga a Trump en Nueva York, ha muerto.

Lanzó panfletos al aire antes de su sacrificio.

Y sus manifiestos online advierten sobre un golpe fascista apocalíptico, otros hablan sobre “la verdadera historia del mundo”, con referencias a multimillonarios “malvados, perversos y degenerados” así como el fin de la civilización “tal y como la conocemos”.

En suma: una impresionante víctima más de las teorías conspiracionistas. Así, las imágenes de tan absurda inmolación recorren el mundo y provocan sorpresa en quienes ya han asistido al estreno de Guerra civil (Andrew Garland, 2024), porque en dicha película existe una escena que, en cierta manera, anticipa lo que vimos la semana anterior.

Guerra civil, como producción cinematográfica, puede considerarse un anti blockbuster: gran presupuesto desplegado, explosiones, rebelión, batallas, fuerzas militares por aire y tierra y, sobre todo, el uso inteligente de sonido y efectos especiales.

Sin embargo, su contenido es inquietante e incómodo. Mas corresponde a la realidad. Guerra civil es un anti blockbuster.

Son tiempos de secesión en EEUU. La defensa de la unión norteamericana parece debilitarse cada día a pesar de los mensajes constantes del Presidente apelando a la confianza y el optimismo. Mientras tanto, en Nueva York, un grupo de periodistas y reporteros gráficos decide emprender la odisea hacia Washington con el propósito de obtener alguna entrevista o declaración presidencial ya que, como se nos dice, “no ha concedido tiempo a la prensa desde hace más de tres meses”.

Los argonautas son: Joel (Wagner Moura), apasionado corresponsal de guerra en busca de las palabras presidenciales; Lee ( Kirsten Dunst ), célebre fotógrafa, Sammy (Stephen McKinley ), figura paternal y combativa. A ellos, de último momento se une Jesse (Cailee Spaeny), joven dispuesta a arriesgarse con tal de aprender el oficio.

Este grupo deberá atravesar la costa atlántica para llegar a su destino y su travesía servirá para ser testigos de la caída de los EEUU.

Al espectador no se le proporciona información respecto al origen de la revolución. Los datos surgen en el camino. ¿California y Texas, unidos? ¿La alianza separatista con Florida naufraga o se consolida? Y en cada escala las evidencias de la lucha son contundentes: fosas comunes, linchamientos, tortura y devastación.

La tensión que provoca Guerra Civil proviene de la polarización actual entre la sociedad norteamericana, de sus contradicciones y de conflictos de sectores sensibles en su economía: salud, vivienda y desempleo; sin embargo, el recuerdo que esta cinta recupera en nuestra memoria es el ataque de la turba trumpista al Capitolio.

Un hecho que los simpatizantes por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca quisieran ocultar y algo que Guerra civil sabe capitalizar: paranoia y temor.

Más allá del contenido político de Guerra Civil, está la desafiante reconciliación con el periodismo más crudo, aquel comprometido con la imagen y los hechos y no con la ética o la moral; y, claro, también se esconde la mordaz crítica a la población de EEUU: en apariencia tan cerca de Trump y cada vez más lejos de la cordura.

Qué leer antes o después de la función

Cosmópolis de Don DeLillo. Erick Parker, a sus 25 años es multimillonario y ahora enfrenta retos: apostar su fortuna al alza del yen japonés, atravesar la ciudad por un corte de pelo y salir con vida. El periplo del protagonista avanza entre una visita presidencial, el funeral de un ídolo de la música y la manifestación enardecida que amenaza con trastocarlo todo. Una suerte de profecía de los tiempos que nos ha reservado la historia sin fin.

Max Azzarello, el hombre que se quemó a lo bonzo frente al tribunal donde se juzga a Trump en Nueva York, ha muerto.

Lanzó panfletos al aire antes de su sacrificio.

Y sus manifiestos online advierten sobre un golpe fascista apocalíptico, otros hablan sobre “la verdadera historia del mundo”, con referencias a multimillonarios “malvados, perversos y degenerados” así como el fin de la civilización “tal y como la conocemos”.

En suma: una impresionante víctima más de las teorías conspiracionistas. Así, las imágenes de tan absurda inmolación recorren el mundo y provocan sorpresa en quienes ya han asistido al estreno de Guerra civil (Andrew Garland, 2024), porque en dicha película existe una escena que, en cierta manera, anticipa lo que vimos la semana anterior.

Guerra civil, como producción cinematográfica, puede considerarse un anti blockbuster: gran presupuesto desplegado, explosiones, rebelión, batallas, fuerzas militares por aire y tierra y, sobre todo, el uso inteligente de sonido y efectos especiales.

Sin embargo, su contenido es inquietante e incómodo. Mas corresponde a la realidad. Guerra civil es un anti blockbuster.

Son tiempos de secesión en EEUU. La defensa de la unión norteamericana parece debilitarse cada día a pesar de los mensajes constantes del Presidente apelando a la confianza y el optimismo. Mientras tanto, en Nueva York, un grupo de periodistas y reporteros gráficos decide emprender la odisea hacia Washington con el propósito de obtener alguna entrevista o declaración presidencial ya que, como se nos dice, “no ha concedido tiempo a la prensa desde hace más de tres meses”.

Los argonautas son: Joel (Wagner Moura), apasionado corresponsal de guerra en busca de las palabras presidenciales; Lee ( Kirsten Dunst ), célebre fotógrafa, Sammy (Stephen McKinley ), figura paternal y combativa. A ellos, de último momento se une Jesse (Cailee Spaeny), joven dispuesta a arriesgarse con tal de aprender el oficio.

Este grupo deberá atravesar la costa atlántica para llegar a su destino y su travesía servirá para ser testigos de la caída de los EEUU.

Al espectador no se le proporciona información respecto al origen de la revolución. Los datos surgen en el camino. ¿California y Texas, unidos? ¿La alianza separatista con Florida naufraga o se consolida? Y en cada escala las evidencias de la lucha son contundentes: fosas comunes, linchamientos, tortura y devastación.

La tensión que provoca Guerra Civil proviene de la polarización actual entre la sociedad norteamericana, de sus contradicciones y de conflictos de sectores sensibles en su economía: salud, vivienda y desempleo; sin embargo, el recuerdo que esta cinta recupera en nuestra memoria es el ataque de la turba trumpista al Capitolio.

Un hecho que los simpatizantes por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca quisieran ocultar y algo que Guerra civil sabe capitalizar: paranoia y temor.

Más allá del contenido político de Guerra Civil, está la desafiante reconciliación con el periodismo más crudo, aquel comprometido con la imagen y los hechos y no con la ética o la moral; y, claro, también se esconde la mordaz crítica a la población de EEUU: en apariencia tan cerca de Trump y cada vez más lejos de la cordura.

Qué leer antes o después de la función

Cosmópolis de Don DeLillo. Erick Parker, a sus 25 años es multimillonario y ahora enfrenta retos: apostar su fortuna al alza del yen japonés, atravesar la ciudad por un corte de pelo y salir con vida. El periplo del protagonista avanza entre una visita presidencial, el funeral de un ídolo de la música y la manifestación enardecida que amenaza con trastocarlo todo. Una suerte de profecía de los tiempos que nos ha reservado la historia sin fin.