/ lunes 23 de octubre de 2023

ElCrítico21 | Los asesinos de la luna: Scorsese en el Oeste

Es difícil compartir el entusiasmo que provoca Los asesinos de la luna (Martin Scorsese, 2023). Es verdad, es una producción capaz de mantener el interés del espectador a pesar de sus más de tres horas de proyección; además, cuenta con interpretaciones superlativas por parte de los protagonistas y la película resulta irreprochable en rubros tan importantes como fotografía, edición y diseño de arte.

Entonces, ¿cuál es el problema con Los asesinos de la luna?

El inconveniente es que, por alcanzar mayor rango de audiencias, el tratamiento del guion es muy contemporáneo: situaciones y personajes presentan comportamientos y reacciones más parecidas a nuestro tiempo que en la época donde se sitúa la narrativa.

Hace cien años, la tribu Osage gozaba de una enorme riqueza debido al petróleo explotado en sus tierras; sin embargo, una serie de violentos asesinatos —disparos en la nuca, envenenamientos y explosiones— asolan a los indígenas por parte de ambiciosos cara pálidas que buscaban apoderarse de los derechos del subsuelo. Petróleo sangriento.

La matanza fue tan notoria que despertó el interés de un incipiente FBI que envió agentes federales a investigar dichos crímenes considerados ya como genocidio.

Es así como Los asesinos de la luna sería una cinta inclasificable —¿es western? ¿Thriller? ¿Policiaca?—, aún dentro de la filmografía de Scorsese, a no ser porque detrás de todo se asoman las obsesiones del celebrado director: poder, corrupción, mafia capitalista y las debilidades humanas.

Siempre complicamos todo, demostró Milan Kundera, pero cuando de maldad se trata, las complicaciones salen mejor, pontifica Scorsese.

Los asesinos de la luna muestra, con metraje documental original, a los Osage en opulencia bajando de automóviles manejados por choferes. Gatsby con penacho. También ataviados a la usanza occidental o incluso en conspicuas mezclas de sincretismo “para pasarela”, ante la mirada atónita o envidiosa de los blancos que les rodean y les atienden.

Así, Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio), veterano de la Primera Guerra Mundial, se presenta ante su tío, William Hale, “El Rey” (Robert De Niro), en busca de empleo y estabilidad; muy pronto, Ernest se verá envuelto en una trama que busca desposarlo con Minnie (Lily Gladstone), hermosa indígena, con el propósito de unir a las familias en pos de los derechos del subsuelo.

A partir de ese momento, Los asesinos de la luna, se convierte en una espiral descendente. La complicidad de las autoridades locales, la discriminación y la hipocresía se exhiben ante los ojos de la audiencia sin remordimientos o concesiones. Y es así como Los asesinos de la luna desarrolla su mayor virtud, al mostrar que entre las grietas de la podredumbre hay lugar para el amor y la compasión.

Los asesinos de la luna nos reserva un final sorpresivo, lúdico y fársico, más cercano al vodevil de Bob Fosse que a los finales de ópera que tanto gustan a Scorsese.

Qué leer antes o después de la función

Ahora me rindo y eso es todo, de Álvaro Enrigue. Es la novela de la guerrilla apache en la frontera entre México y Estados Unidos, pero también es la historia de la brutal belleza del desierto, la soledad y la irrelevancia de las fronteras en la encarnación del legendario jefe Gerónimo.


Es difícil compartir el entusiasmo que provoca Los asesinos de la luna (Martin Scorsese, 2023). Es verdad, es una producción capaz de mantener el interés del espectador a pesar de sus más de tres horas de proyección; además, cuenta con interpretaciones superlativas por parte de los protagonistas y la película resulta irreprochable en rubros tan importantes como fotografía, edición y diseño de arte.

Entonces, ¿cuál es el problema con Los asesinos de la luna?

El inconveniente es que, por alcanzar mayor rango de audiencias, el tratamiento del guion es muy contemporáneo: situaciones y personajes presentan comportamientos y reacciones más parecidas a nuestro tiempo que en la época donde se sitúa la narrativa.

Hace cien años, la tribu Osage gozaba de una enorme riqueza debido al petróleo explotado en sus tierras; sin embargo, una serie de violentos asesinatos —disparos en la nuca, envenenamientos y explosiones— asolan a los indígenas por parte de ambiciosos cara pálidas que buscaban apoderarse de los derechos del subsuelo. Petróleo sangriento.

La matanza fue tan notoria que despertó el interés de un incipiente FBI que envió agentes federales a investigar dichos crímenes considerados ya como genocidio.

Es así como Los asesinos de la luna sería una cinta inclasificable —¿es western? ¿Thriller? ¿Policiaca?—, aún dentro de la filmografía de Scorsese, a no ser porque detrás de todo se asoman las obsesiones del celebrado director: poder, corrupción, mafia capitalista y las debilidades humanas.

Siempre complicamos todo, demostró Milan Kundera, pero cuando de maldad se trata, las complicaciones salen mejor, pontifica Scorsese.

Los asesinos de la luna muestra, con metraje documental original, a los Osage en opulencia bajando de automóviles manejados por choferes. Gatsby con penacho. También ataviados a la usanza occidental o incluso en conspicuas mezclas de sincretismo “para pasarela”, ante la mirada atónita o envidiosa de los blancos que les rodean y les atienden.

Así, Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio), veterano de la Primera Guerra Mundial, se presenta ante su tío, William Hale, “El Rey” (Robert De Niro), en busca de empleo y estabilidad; muy pronto, Ernest se verá envuelto en una trama que busca desposarlo con Minnie (Lily Gladstone), hermosa indígena, con el propósito de unir a las familias en pos de los derechos del subsuelo.

A partir de ese momento, Los asesinos de la luna, se convierte en una espiral descendente. La complicidad de las autoridades locales, la discriminación y la hipocresía se exhiben ante los ojos de la audiencia sin remordimientos o concesiones. Y es así como Los asesinos de la luna desarrolla su mayor virtud, al mostrar que entre las grietas de la podredumbre hay lugar para el amor y la compasión.

Los asesinos de la luna nos reserva un final sorpresivo, lúdico y fársico, más cercano al vodevil de Bob Fosse que a los finales de ópera que tanto gustan a Scorsese.

Qué leer antes o después de la función

Ahora me rindo y eso es todo, de Álvaro Enrigue. Es la novela de la guerrilla apache en la frontera entre México y Estados Unidos, pero también es la historia de la brutal belleza del desierto, la soledad y la irrelevancia de las fronteras en la encarnación del legendario jefe Gerónimo.