/ lunes 20 de noviembre de 2023

ElCrítico21 | Me llaman el asesino por a’i…

La figura del sicario es concebida como aquel individuo que asesina a cambio de un pago determinado. Y esta relación hace del matarife el autor material del crimen, patrocinado por un autor intelectual. Así, de acuerdo con la investigación titulada Perfil psicológico del asesino a sueldo, de Verónica Martínez, publicada por la UNAM, es posible establecer cuatro diferentes tipos de sicarios: marginal, antisocial, sicopático y sádico.

Los motivos del lobo pueden ser reconocidos ya, sin embargo, el común denominador será la crueldad y la total ausencia de empatía.

El asesino (David Fincher, 2023) se convierte de esta manera en una película que intenta, desde la mente de un sicario profesional, plantear las pulsiones que mueven a un ser humano a dejar de lado el respeto a la vida ajena para cumplir con tareas letales que, por lo visto, son siempre por negocios. Nada personal.

El asesino (Michael Fassbinder) presentará un constante flujo de conciencia durante casi dos horas de proyección; el protagonista repetirá un mantra: “Apégate a tu plan. Anticipa, no improvises. No confíes en nadie. Nunca cedas tu ventaja. Pelea solo la batalla por la que te pagan. Prohíbe la empatía. La empatía es debilidad. La debilidad es vulnerabilidad”.

Este ritual casi religioso es parte del hipnotizante inicio del filme. El asesino está agazapado en un apartamento frente a los ventanales de su víctima, un hombre poderoso. Durante esta secuencia es imposible no recordar a La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954).

La vuelta de tuerca sucede cuando el criminal falla en el disparo y esto le hace escapar. Él pretende desaparecer por un tiempo.

Sin embargo, las consecuencias de su error cobran una víctima muy cercana, por lo que el profesional regresará sobre sus pasos y limpiará la escalera de abajo hacia arriba en un tour de force intenso e introspectivo sin lugar para el descanso.

Es verdad. El asesino, con esos soliloquios por parte del protagonista, puede indigestar a una parte de la audiencia. Pero, a medida que avanza el metraje, podremos descubrir que será la ausencia de esa narrativa en primera persona lo que señale, en la cinta. Aquellas situaciones que salen del control del sicario, lo que aumenta la tensión en el filme.

Quizás El asesino no sea lo mejor de David Fincher, pero aún cómo ópera menor resulta superior a muchas producciones en las salas cinematográficas y en streaming.

Un ritmo fluido, variantes lumínicas en su fotografía y una banda sonora impecable dan a El asesino los atributos técnicos para ser una propuesta interesante para esta temporada.

Qué leer antes o después de la función

Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez. Basada en hechos reales —el asesinato de un amigo del autor— esta novela se publicó en 1981 y, desde entonces, supone un comentario sobre la sociedad y los prejuicios de la época y cómo éstos se reflejan en la justicia.

La figura del sicario es concebida como aquel individuo que asesina a cambio de un pago determinado. Y esta relación hace del matarife el autor material del crimen, patrocinado por un autor intelectual. Así, de acuerdo con la investigación titulada Perfil psicológico del asesino a sueldo, de Verónica Martínez, publicada por la UNAM, es posible establecer cuatro diferentes tipos de sicarios: marginal, antisocial, sicopático y sádico.

Los motivos del lobo pueden ser reconocidos ya, sin embargo, el común denominador será la crueldad y la total ausencia de empatía.

El asesino (David Fincher, 2023) se convierte de esta manera en una película que intenta, desde la mente de un sicario profesional, plantear las pulsiones que mueven a un ser humano a dejar de lado el respeto a la vida ajena para cumplir con tareas letales que, por lo visto, son siempre por negocios. Nada personal.

El asesino (Michael Fassbinder) presentará un constante flujo de conciencia durante casi dos horas de proyección; el protagonista repetirá un mantra: “Apégate a tu plan. Anticipa, no improvises. No confíes en nadie. Nunca cedas tu ventaja. Pelea solo la batalla por la que te pagan. Prohíbe la empatía. La empatía es debilidad. La debilidad es vulnerabilidad”.

Este ritual casi religioso es parte del hipnotizante inicio del filme. El asesino está agazapado en un apartamento frente a los ventanales de su víctima, un hombre poderoso. Durante esta secuencia es imposible no recordar a La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954).

La vuelta de tuerca sucede cuando el criminal falla en el disparo y esto le hace escapar. Él pretende desaparecer por un tiempo.

Sin embargo, las consecuencias de su error cobran una víctima muy cercana, por lo que el profesional regresará sobre sus pasos y limpiará la escalera de abajo hacia arriba en un tour de force intenso e introspectivo sin lugar para el descanso.

Es verdad. El asesino, con esos soliloquios por parte del protagonista, puede indigestar a una parte de la audiencia. Pero, a medida que avanza el metraje, podremos descubrir que será la ausencia de esa narrativa en primera persona lo que señale, en la cinta. Aquellas situaciones que salen del control del sicario, lo que aumenta la tensión en el filme.

Quizás El asesino no sea lo mejor de David Fincher, pero aún cómo ópera menor resulta superior a muchas producciones en las salas cinematográficas y en streaming.

Un ritmo fluido, variantes lumínicas en su fotografía y una banda sonora impecable dan a El asesino los atributos técnicos para ser una propuesta interesante para esta temporada.

Qué leer antes o después de la función

Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez. Basada en hechos reales —el asesinato de un amigo del autor— esta novela se publicó en 1981 y, desde entonces, supone un comentario sobre la sociedad y los prejuicios de la época y cómo éstos se reflejan en la justicia.