Contar una buena historia es, siempre, el reto. En cine, aquella producción que logra impactar al público puede considerarse como una cinta ganadora.
Tal es el caso de Un actor malo (Jorge Cuhí, 2024). Con su estructura bien definida —al menos en sus dos terceras partes—, ritmo sincopado, cámara en mano, tipo “corresponsal de guerra” y, sobre todo, actuaciones extraordinarias, tanto de sus protagonistas como por el resto del elenco, estamos ante un filme muy difícil de olvidar.
Un actor malo explora la verdad que se mimetiza con la falsedad y el radicalismo ambiental. Pero también, es una película intensa e incómoda que atrapa desde el inquietante principio hasta su final delirante en un verdadero tour de force de emociones: sorpresa, duda, indignación y solidaridad con la víctima.
Aunque —maravillosa manipulación—, Un actor malo consigue despertar empatía con quien es señalado como agresor.
Es así como estamos ante un thriller punzante. Asistimos a la filmación de una producción independiente cuyo argumento va sobre infidelidades: Daniel Zavala (Alfonso Dosal) y Sandra Navarro (Fiona Palomo) llevan el peso de la ficción; durante ensayos, alguien —una mujer— sugiere que para alcanzar anhelado realismo en la siguiente escena de sexo, sería conveniente “hacerlo de verdad, como en Anticristo, de Von Trier”.
Lo que sigue es, en verdad, inquietante.
Se graba la secuencia. Sin embargo, el director decide cortar. Hay algo que no está bien. Una reacción extraña por parte de Sandra. Es necesario filmar de nuevo. Pero Sandra, visiblemente perturbada ya no puede concentrarse y decide revelar a las asistentes de producción que Daniel la violó.
A partir de ese momento Un actor malo no dejará la atención del espectador ni por un momento. ¿Cómo puede ser posible que Daniel haya cometido semejante infamia rodeado de personas, frente al ojo de la cámara y poniendo en riesgo la producción?
Sandra —ojos llorosos, agredida y ofendida— decide denunciar y llegar hasta las últimas consecuencias. Esto, por supuesto, mueve estructuras legales y laborales que dan a Un actor malo la categoría de documental al recrear, con realismo y objetividad, el vía crucis que un conflicto de semejante escala representa para todos los involucrados.
Quizás lo mejor de Un actor malo es ver como Sandra debe verbalizar la supuesta agresión por celular: así se exhibe el sufrimiento de la víctima obligada a repetir, una y otra vez, la violencia recibida ante un sistema que parece diseñado para no creer.
Un actor malo dobla la apuesta. Para impresionar aún más a los espectadores y con el empeño de castigar al agresor, recurre al caos y al delirio que provocan las redes sociales. ¿Las demandas públicas y las manifestaciones feministas son una turba? ¿El vandalismo, la brutalidad y el linchamiento son táctica de visibilización disuelta en el anonimato?
Si no tuviéramos las penosas referencias de lapidación en Taxco y el espeluznante ataque a una mujer en Naucalpan, Un actor malo sería una ficción interesante, en vez de la crónica de lo posible.
Qué leer antes o después de la función
Tess de Thomas Hardy. La novela decimonónica sobre la trágica vida de una joven mujer víctima de humillaciones y abusos es, sin duda, la historia más popular y reconocida del autor inglés. Además, se considera un antecedente para el movimiento feminista del soglo XX.