/ lunes 11 de diciembre de 2023

ElCrítico21 | Wonka: La más dulce del año

“La vida —dijo su madre al Sr. Gump— es como una caja de chocolates: nunca sabes lo que te va a tocar”. Con tan clara explicación sobre nuestro libre albedrío, asistir al estreno de Wonka (Paul King, 2023) resulta la más grata sorpresa de la temporada.

La producción tiene corazón, bravura, inteligencia y sensibilidad.

Wonka no es “una nueva versión” de películas anteriores. En su lugar, contribuye a la fábula del chocolatero desde su juventud. Willie Wonka (Timothee Chalamet) es un optimista, aún alejado del velado sadismo de Willie Wonka y la fábrica de chocolate (Mel Stuart, 1971) y en las antípodas respecto a Charlie y la fábrica de chocolate (Tim Burton, 2005).

Después de todo, ahora, cada exquisita creación de Wonka es un llamado anhelante que quizás le permita volver a ver a su madre perdida.

El propósito de Willie es vender cacao. Para lograrlo, ha decidido llegar a Londres, antes de la guerra, con el vivo deseo de transformar al mundo. Sin embargo, enfrentará dificultades: Bleacher (Tom Davis) y Mrs. Scrubbit (Olivia Colman), par de posaderos miserables que han convertido su sótano en prisión para marginados. Aunque ahí el excéntrico chocolatero encontrará en la pequeña Noodle (Calah Lane) a su principal compañera de aventuras.

Sin embargo, peores obstáculos le esperan. Una tríada de industriales, avaros, deshonestos y corporativos: Slugworth (Patterson Joseph), Prodnose (Matt Lucas) y Fickelgruber (Matthew Baynton) en alianza con el jefe de Policía (Keegan Michael-Key) y con el Padre Julius (Rowan Atkinson) mantienen el goloso objetivo de controlar el mercado de chocolate.

Y si acaso esto no fuera suficiente, también padecerá el eutrapélico acoso de un Oompa-Loompa (Hugh Grant), decidido a cobrar una deuda adquirida por Wonka, según las reglas de dicha comunidad de diminutos y legendarios seres.

Un momento. ¿La aristocracia, la justicia y el clero unidos detrás de un complot monopólico? He aquí un bocado irresistible para los conspiranoicos de internet.

La trama de Wonka adquiere dimensión de excelencia con cada escenario musical. Decorados, vestuario y efectos especiales – no siempre será posible ordeñar una jirafa – son elementos de arte impecable, fantástico y tan colorido como en El Mago de Oz (Victor Fleming, 1939).

Willy es analfabeta y un tanto ingenuo. Se subraya así su incapacidad para anticipar las dobles intenciones de quienes se le acercan: “Dependo de la bondad de los extraños”, explica colocándose a la diestra de la Blanche Dubois de Un tranvía llamado deseo.

Acaso Willie Wonka, como Mary Poppins, ¿fueron alumnos de Hogwarts? Pensemos un momento. Al igual que Harry Potter y Newt Scamander, los antes mencionados practican la magia, su origen es europeo, de Inglaterrra, en específico, y mantienen distancia y desprecio frente al capitalismo, la justicia humana y el cristianismo.

Como brujos, no olvidan que la iglesia católica los persiguió y condenó hace siglos. Y esto, ¿lo sabe la madre de Forrest?

Qué leer antes o después de la función

El perfume, de Patrick Süskind. Genial y abominable, Jean Baptiste Grenouille, se convierte en el mago de la fragancia. Sin escrúpulos, no duda en asesinar con tal de obtener del cuerpo humano la esencia que busca para obtener la mezcla perfecta.

Una obra de culto, tal vez sobrevalorada, pero popular.

“La vida —dijo su madre al Sr. Gump— es como una caja de chocolates: nunca sabes lo que te va a tocar”. Con tan clara explicación sobre nuestro libre albedrío, asistir al estreno de Wonka (Paul King, 2023) resulta la más grata sorpresa de la temporada.

La producción tiene corazón, bravura, inteligencia y sensibilidad.

Wonka no es “una nueva versión” de películas anteriores. En su lugar, contribuye a la fábula del chocolatero desde su juventud. Willie Wonka (Timothee Chalamet) es un optimista, aún alejado del velado sadismo de Willie Wonka y la fábrica de chocolate (Mel Stuart, 1971) y en las antípodas respecto a Charlie y la fábrica de chocolate (Tim Burton, 2005).

Después de todo, ahora, cada exquisita creación de Wonka es un llamado anhelante que quizás le permita volver a ver a su madre perdida.

El propósito de Willie es vender cacao. Para lograrlo, ha decidido llegar a Londres, antes de la guerra, con el vivo deseo de transformar al mundo. Sin embargo, enfrentará dificultades: Bleacher (Tom Davis) y Mrs. Scrubbit (Olivia Colman), par de posaderos miserables que han convertido su sótano en prisión para marginados. Aunque ahí el excéntrico chocolatero encontrará en la pequeña Noodle (Calah Lane) a su principal compañera de aventuras.

Sin embargo, peores obstáculos le esperan. Una tríada de industriales, avaros, deshonestos y corporativos: Slugworth (Patterson Joseph), Prodnose (Matt Lucas) y Fickelgruber (Matthew Baynton) en alianza con el jefe de Policía (Keegan Michael-Key) y con el Padre Julius (Rowan Atkinson) mantienen el goloso objetivo de controlar el mercado de chocolate.

Y si acaso esto no fuera suficiente, también padecerá el eutrapélico acoso de un Oompa-Loompa (Hugh Grant), decidido a cobrar una deuda adquirida por Wonka, según las reglas de dicha comunidad de diminutos y legendarios seres.

Un momento. ¿La aristocracia, la justicia y el clero unidos detrás de un complot monopólico? He aquí un bocado irresistible para los conspiranoicos de internet.

La trama de Wonka adquiere dimensión de excelencia con cada escenario musical. Decorados, vestuario y efectos especiales – no siempre será posible ordeñar una jirafa – son elementos de arte impecable, fantástico y tan colorido como en El Mago de Oz (Victor Fleming, 1939).

Willy es analfabeta y un tanto ingenuo. Se subraya así su incapacidad para anticipar las dobles intenciones de quienes se le acercan: “Dependo de la bondad de los extraños”, explica colocándose a la diestra de la Blanche Dubois de Un tranvía llamado deseo.

Acaso Willie Wonka, como Mary Poppins, ¿fueron alumnos de Hogwarts? Pensemos un momento. Al igual que Harry Potter y Newt Scamander, los antes mencionados practican la magia, su origen es europeo, de Inglaterrra, en específico, y mantienen distancia y desprecio frente al capitalismo, la justicia humana y el cristianismo.

Como brujos, no olvidan que la iglesia católica los persiguió y condenó hace siglos. Y esto, ¿lo sabe la madre de Forrest?

Qué leer antes o después de la función

El perfume, de Patrick Süskind. Genial y abominable, Jean Baptiste Grenouille, se convierte en el mago de la fragancia. Sin escrúpulos, no duda en asesinar con tal de obtener del cuerpo humano la esencia que busca para obtener la mezcla perfecta.

Una obra de culto, tal vez sobrevalorada, pero popular.