/ martes 20 de julio de 2021

Tiempos y realidades | Everest

El monte Everest es la montaña más alta que existe en nuestro planeta, con sus 8853 metros de altura ha sido desde que se supo de su existencia un reto irresistible para los escaladores, quienes estuvieron intentando conquistar su cima desde las décadas de 1920 y 1930 sin embargo, fue hasta 1953 cuando el inglés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay consiguieron llegar a la cumbre de la montaña conocida como el techo del mundo. A partir de ese momento una pléyade de escaladores se propusieron seguir los pasos de Hillary y Norgay, se había demostrado que el Everest podía escalarse y todos quisieron hacerlo.

Por varias décadas la conquista del Everest siguió siendo noticia y el nombre de quienes alcanzaban la cima aparecía regularmente en las noticias a nivel mundial. Eso ya no sucede. Escalar el monte Everest se ha convertido, básicamente, en una experiencia extrema que puede vivir quien pueda pagarla y tenga un mínimo de experiencia en la escalada. Ya no hay nada que pueda hacer único a quien escale el Everest porque ya lo hicieron sin oxígeno, por nuevas rutas, en solitario sin ayuda de sherpas, lo escalaron mujeres, adultos mayores, escaladores de todo el mundo, diabéticos, personas con prótesis, etcétera. En otras palabras, escalar el monte Everest ya no es una hazaña heroica. Si puedes pagar el precio que cobran las agencias de viaje que organizan expediciones al Everest y tienes un entrenamiento mínimo en escalada, puedes llegar a la cima que una vez fue la inalcanzable cima de la montaña más alta del planeta.

Entre la comunidad de escaladores profesionales hay polémica respecto a lo que ellos llaman expediciones comerciales. El punto más importante de esta polémica es que los escaladores con poca o ninguna experiencia se exponen a morir en la escalada como ya ha sucedido en múltiples ocasiones. Otro aspecto en discusión es que los países desde los cuales se accede al campamento base se encuentran entre los más pobres del mundo, y para bien o para mal, su mayor ingreso proviene de los turistas que van a escalar el Everest.

La cuestión, suma, se reduce a ingresos monetarios indispensables contra la seguridad de escalar una montaña que ya no es inaccesible, por consiguiente, hacerlo no tiene más valor que el que le dé el escalador novato.

El monte Everest es la montaña más alta que existe en nuestro planeta, con sus 8853 metros de altura ha sido desde que se supo de su existencia un reto irresistible para los escaladores, quienes estuvieron intentando conquistar su cima desde las décadas de 1920 y 1930 sin embargo, fue hasta 1953 cuando el inglés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay consiguieron llegar a la cumbre de la montaña conocida como el techo del mundo. A partir de ese momento una pléyade de escaladores se propusieron seguir los pasos de Hillary y Norgay, se había demostrado que el Everest podía escalarse y todos quisieron hacerlo.

Por varias décadas la conquista del Everest siguió siendo noticia y el nombre de quienes alcanzaban la cima aparecía regularmente en las noticias a nivel mundial. Eso ya no sucede. Escalar el monte Everest se ha convertido, básicamente, en una experiencia extrema que puede vivir quien pueda pagarla y tenga un mínimo de experiencia en la escalada. Ya no hay nada que pueda hacer único a quien escale el Everest porque ya lo hicieron sin oxígeno, por nuevas rutas, en solitario sin ayuda de sherpas, lo escalaron mujeres, adultos mayores, escaladores de todo el mundo, diabéticos, personas con prótesis, etcétera. En otras palabras, escalar el monte Everest ya no es una hazaña heroica. Si puedes pagar el precio que cobran las agencias de viaje que organizan expediciones al Everest y tienes un entrenamiento mínimo en escalada, puedes llegar a la cima que una vez fue la inalcanzable cima de la montaña más alta del planeta.

Entre la comunidad de escaladores profesionales hay polémica respecto a lo que ellos llaman expediciones comerciales. El punto más importante de esta polémica es que los escaladores con poca o ninguna experiencia se exponen a morir en la escalada como ya ha sucedido en múltiples ocasiones. Otro aspecto en discusión es que los países desde los cuales se accede al campamento base se encuentran entre los más pobres del mundo, y para bien o para mal, su mayor ingreso proviene de los turistas que van a escalar el Everest.

La cuestión, suma, se reduce a ingresos monetarios indispensables contra la seguridad de escalar una montaña que ya no es inaccesible, por consiguiente, hacerlo no tiene más valor que el que le dé el escalador novato.