/ miércoles 4 de diciembre de 2019

Andanzas | Avances y retos con AMLO

Andrés Manuel López Obrador llegó a su primer año de gobierno como el presidente con más aprobación ciudadana de los últimos cuatro mandatarios, con 68%. Vicente Fox alcanzó 61% en 2001; Felipe Calderón 64% en 2007 y; Enrique Peña, el peor de todos, con tremendo desgaste y calificación reprobatoria del 44% en 2013.

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Si partimos de estos datos de Alejandro Moreno en su más reciente encuesta para El Financiero, vemos que AMLO mantiene su bono democrático en un muy buen nivel.

Esto es positivo para la imagen de México, porque si a los ojos del mundo tenemos un presidente con un liderazgo firme, habrá confianza y seguirá llegando la inversión extranjera, que de enero a septiembre de este año alcanzó 26 mil millones de dólares, la cifra más alta de la historia, según López Obrador.

La política social es el motor de la llamada 4T. Hay un antes y un después con las pensiones para adultos mayores, con becas en todos los niveles escolares y para los llamados ‘ninis’, que les permiten una mejor calidad de vida. Es mera justicia social y esto no se debe regatear.

El presidente López Obrador impulsó reformas importantes este primer año, como la nueva reforma educativa, que obliga al Estado a garantizar la educación gratuita hasta el nivel superior y le quita lo punitivo en materia laboral para el magisterio; la creación de la Guardia Nacional; la Ley de Austeridad Republicana; tipificar como delitos graves la corrupción, el fraude electoral, la evasión fiscal, el robo de combustibles; la revocación de mandato, entre otras.

Se ha creado el marco jurídico como punto de partida para estos cambios, pero falta fortalecerlos con un presupuesto adecuado. También ha emprendido una lucha contra prácticas corruptas del pasado y al mismo tiempo, su política social con una prisa inusitada. Estos cambios debieran ser graduales.

Un reto que debe plantearse el Gobierno federal es reconsiderar la distribución de recursos a estados y municipios, que han sufrido serios recortes. Por eso hay una rebelión de algunos gobernadores y alcaldes, al dejarlos de manos atadas para realizar obra pública, al menos la indispensable como el mantenimiento de vialidades y carreteras o la ampliación de las redes de drenaje y alcantarillado.

La reconciliación, el gran pendiente


En su discurso del 1 de julio de 2018, al celebrar su triunfo, AMLO llamó a la reconciliación, a poner por encima de los intereses personales, el interés superior, general, porque, como dijo Vicente Guerrero, la patria es primero. El problema es que, tanto él como sus detractores han hecho caso omiso.

Desde las conferencias matutinas ha preferido subirse al ring, a la agenda que le ponen quienes lo odian y atacan. Quienes perdieron el poder están moralmente derrotados, como bien les dijo, pero también celebran que lo llevan a su cancha, porque desde Palacio Nacional ha faltado prudencia para no caer en el juego de los calificativos de uno y de otro lado.

Es tiempo de que se sienten para hacer un acuerdo de reconciliación nacional. Si de verdad les interesa México a los opositores a AMLO, deben dejar la beligerancia y ser propositivos, no seguir polarizando a la sociedad con discursos racistas y clasistas. Y desde el Gobierno están obligados a escuchar, a atender sugerencias que permitan un verdadero equilibrio y que este gobierno pueda transitar mejor.

Hasta el próximo miércoles.

Andrés Manuel López Obrador llegó a su primer año de gobierno como el presidente con más aprobación ciudadana de los últimos cuatro mandatarios, con 68%. Vicente Fox alcanzó 61% en 2001; Felipe Calderón 64% en 2007 y; Enrique Peña, el peor de todos, con tremendo desgaste y calificación reprobatoria del 44% en 2013.

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Si partimos de estos datos de Alejandro Moreno en su más reciente encuesta para El Financiero, vemos que AMLO mantiene su bono democrático en un muy buen nivel.

Esto es positivo para la imagen de México, porque si a los ojos del mundo tenemos un presidente con un liderazgo firme, habrá confianza y seguirá llegando la inversión extranjera, que de enero a septiembre de este año alcanzó 26 mil millones de dólares, la cifra más alta de la historia, según López Obrador.

La política social es el motor de la llamada 4T. Hay un antes y un después con las pensiones para adultos mayores, con becas en todos los niveles escolares y para los llamados ‘ninis’, que les permiten una mejor calidad de vida. Es mera justicia social y esto no se debe regatear.

El presidente López Obrador impulsó reformas importantes este primer año, como la nueva reforma educativa, que obliga al Estado a garantizar la educación gratuita hasta el nivel superior y le quita lo punitivo en materia laboral para el magisterio; la creación de la Guardia Nacional; la Ley de Austeridad Republicana; tipificar como delitos graves la corrupción, el fraude electoral, la evasión fiscal, el robo de combustibles; la revocación de mandato, entre otras.

Se ha creado el marco jurídico como punto de partida para estos cambios, pero falta fortalecerlos con un presupuesto adecuado. También ha emprendido una lucha contra prácticas corruptas del pasado y al mismo tiempo, su política social con una prisa inusitada. Estos cambios debieran ser graduales.

Un reto que debe plantearse el Gobierno federal es reconsiderar la distribución de recursos a estados y municipios, que han sufrido serios recortes. Por eso hay una rebelión de algunos gobernadores y alcaldes, al dejarlos de manos atadas para realizar obra pública, al menos la indispensable como el mantenimiento de vialidades y carreteras o la ampliación de las redes de drenaje y alcantarillado.

La reconciliación, el gran pendiente


En su discurso del 1 de julio de 2018, al celebrar su triunfo, AMLO llamó a la reconciliación, a poner por encima de los intereses personales, el interés superior, general, porque, como dijo Vicente Guerrero, la patria es primero. El problema es que, tanto él como sus detractores han hecho caso omiso.

Desde las conferencias matutinas ha preferido subirse al ring, a la agenda que le ponen quienes lo odian y atacan. Quienes perdieron el poder están moralmente derrotados, como bien les dijo, pero también celebran que lo llevan a su cancha, porque desde Palacio Nacional ha faltado prudencia para no caer en el juego de los calificativos de uno y de otro lado.

Es tiempo de que se sienten para hacer un acuerdo de reconciliación nacional. Si de verdad les interesa México a los opositores a AMLO, deben dejar la beligerancia y ser propositivos, no seguir polarizando a la sociedad con discursos racistas y clasistas. Y desde el Gobierno están obligados a escuchar, a atender sugerencias que permitan un verdadero equilibrio y que este gobierno pueda transitar mejor.

Hasta el próximo miércoles.