/ miércoles 23 de enero de 2019

Andanzas | Contra el ‘huachicoleo’, sin tregua

La tragedia de Tlahuelilpan en el estado de Hidalgo ha develado ante nuestro propio país y el mundo entero los extremos a que pueden llevar la combinación de pobreza, ignorancia, irresponsabilidad y una alta dosis de manipulación.

La mentalidad del ‘agandalle’, del “a que se lo ch... mi compadre, mejor me lo ch… yo”.

Esa pobreza no sólo es económica, por la falta de un ingreso para vivir con lo más indispensable. Se trata de la pobreza de valores, de educación, de esa que te enseña que hay que ganarse honradamente el pan de cada día, así como la importancia de cuidarte a ti mismo/ a y a tus seres queridos, a tu familia.

Por lo que ha trascendido de la zona donde fue saboteado un ducto de Pemex y que atrajo a cientos de personas que se dedican al llamado “huachicoleo”, desde hace por lo menos tres años es una de las principales fuentes de ingresos de muchas familias, que han preferido el camino de la ilegalidad para sobrevivir.

El crimen organizado ha diversificado su campo de acción al menos desde el sexenio de Vicente Fox, que se potenció con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Va más allá de la producción y trasiego de drogas. Pasa por el secuestro, extorsión, lavado de dinero y claro, el robo y comercialización de gasolina.

Miles de personas acuden a este modo de vida no porque no haya otro, sino porque como el narcomenudeo, les representa dinero fácil. Pero una y otra actividad conlleva sus riesgos. La vida va de por medio y no se dimensiona hasta que ocurre una desgracia, como la de Tlahuelilpan.

Duele ver la poca conciencia de quienes se hicieron acompañar de niñas y niños. Poco pudieron hacer los soldados para impedir que la turba llegara a la feroz fuente de combustible que terminó por segar cerca de un centenar de vidas.


Si no es tuyo debe ser de alguien más

Esta tragedia me hizo recordar lo que en sus conferencias pone como ejemplos Carlos Kasuga, un mexicano de ascendencia japonesa que habla mucho sobre las bondades de la sabiduría del país de origen de sus padres y que, si se practicaran en un país con tanta riqueza como México, ya seríamos una gran potencia.

Una frase en particular, “si no es tuyo debe ser de alguien”, es con la que inicia la serie de ejemplos de lo que desde pequeños les enseñan en Japón, donde quien encuentra un billete en una camisa por planchar lo devuelve, donde no se roban las bicicletas no encadenadas, donde se respeta lo ajeno, porque es de alguien más.

Cuántos baños públicos, cuántos asientos de camiones urbanos estarían en buenas condiciones si todos los cuidáramos, si no se vandalizaran. Qué diferente sería nuestro país si nadie invadiera cajones de estacionamiento de discapacitados, de sus vecinos o sacara sus perros a ensuciar parques o casas ajenas. Todo se reduce a lo de siempre: educación. Y habría que agregar, conciencia.

Si todas las reglas que se nos tratan de enseñar desde la infancia las hiciéramos nuestras, escenas tan lamentables como la de Tlahuelilpan, no ocurrirían.

Lamentable. Triste. Pero el gobierno de Andrés Manuel López Obrador debe seguir adelante en su política de combate al robo de combustibles. Porque quienes manipularon a esas familias a ir por gasolina que no les pertenecía, son los mismos que buscarán otras maneras de impedir que les quiten uno de sus jugosos negocios. Y se les debe poner un alto.

Hasta el próximo miércoles.

Maestra en Ciencias Sociales con especialidad en Políticas Públicas por El Colegio de Sonora y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.

Twitter: @AlvaradoVMarce

La tragedia de Tlahuelilpan en el estado de Hidalgo ha develado ante nuestro propio país y el mundo entero los extremos a que pueden llevar la combinación de pobreza, ignorancia, irresponsabilidad y una alta dosis de manipulación.

La mentalidad del ‘agandalle’, del “a que se lo ch... mi compadre, mejor me lo ch… yo”.

Esa pobreza no sólo es económica, por la falta de un ingreso para vivir con lo más indispensable. Se trata de la pobreza de valores, de educación, de esa que te enseña que hay que ganarse honradamente el pan de cada día, así como la importancia de cuidarte a ti mismo/ a y a tus seres queridos, a tu familia.

Por lo que ha trascendido de la zona donde fue saboteado un ducto de Pemex y que atrajo a cientos de personas que se dedican al llamado “huachicoleo”, desde hace por lo menos tres años es una de las principales fuentes de ingresos de muchas familias, que han preferido el camino de la ilegalidad para sobrevivir.

El crimen organizado ha diversificado su campo de acción al menos desde el sexenio de Vicente Fox, que se potenció con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Va más allá de la producción y trasiego de drogas. Pasa por el secuestro, extorsión, lavado de dinero y claro, el robo y comercialización de gasolina.

Miles de personas acuden a este modo de vida no porque no haya otro, sino porque como el narcomenudeo, les representa dinero fácil. Pero una y otra actividad conlleva sus riesgos. La vida va de por medio y no se dimensiona hasta que ocurre una desgracia, como la de Tlahuelilpan.

Duele ver la poca conciencia de quienes se hicieron acompañar de niñas y niños. Poco pudieron hacer los soldados para impedir que la turba llegara a la feroz fuente de combustible que terminó por segar cerca de un centenar de vidas.


Si no es tuyo debe ser de alguien más

Esta tragedia me hizo recordar lo que en sus conferencias pone como ejemplos Carlos Kasuga, un mexicano de ascendencia japonesa que habla mucho sobre las bondades de la sabiduría del país de origen de sus padres y que, si se practicaran en un país con tanta riqueza como México, ya seríamos una gran potencia.

Una frase en particular, “si no es tuyo debe ser de alguien”, es con la que inicia la serie de ejemplos de lo que desde pequeños les enseñan en Japón, donde quien encuentra un billete en una camisa por planchar lo devuelve, donde no se roban las bicicletas no encadenadas, donde se respeta lo ajeno, porque es de alguien más.

Cuántos baños públicos, cuántos asientos de camiones urbanos estarían en buenas condiciones si todos los cuidáramos, si no se vandalizaran. Qué diferente sería nuestro país si nadie invadiera cajones de estacionamiento de discapacitados, de sus vecinos o sacara sus perros a ensuciar parques o casas ajenas. Todo se reduce a lo de siempre: educación. Y habría que agregar, conciencia.

Si todas las reglas que se nos tratan de enseñar desde la infancia las hiciéramos nuestras, escenas tan lamentables como la de Tlahuelilpan, no ocurrirían.

Lamentable. Triste. Pero el gobierno de Andrés Manuel López Obrador debe seguir adelante en su política de combate al robo de combustibles. Porque quienes manipularon a esas familias a ir por gasolina que no les pertenecía, son los mismos que buscarán otras maneras de impedir que les quiten uno de sus jugosos negocios. Y se les debe poner un alto.

Hasta el próximo miércoles.

Maestra en Ciencias Sociales con especialidad en Políticas Públicas por El Colegio de Sonora y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.

Twitter: @AlvaradoVMarce