/ miércoles 24 de abril de 2019

Andanzas | La fragilidad de la vida

Es común en cada periodo vacacional que se presenten accidentes y muchos de ellos con saldo de pérdida de vidas, familias enlutadas ante tragedias que en la mayoría de los casos pudieron evitarse. Desafortunadamente, en los días de Semana Santa de este año no fue la excepción.

Tres choques de frente son los casos más impresionantes. El primero de ellos en la carretera de Hermosillo a Ures, donde cinco personas resultaron lesionadas, entre ellas dos menores de edad. El segundo fue en Etchojoa, donde cuatro jóvenes fallecieron y el tercero en la carretera a Bahía de Kino, en el que cinco personas murieron calcinadas tras el impacto y posterior incendio de los vehículos.

Cuando vemos este tipo de noticias es inevitable pensar en la fragilidad de la vida, en que los planes de pasar unos días con la familia o las amistades pueden tornarse en tragedia cuando se pasan por alto medidas básicas de prevención o cuando no se respetan las señales de tránsito.

Muy lamentable lo sucedido, pero no debe quedar ahí para las autoridades, sobre todo las municipales, porque esto nos muestra que en materia de educación vial andamos en pañales.

Sería conveniente que regidores y alcaldes, sobre todo de municipios con destinos turísticos endurezcan sanciones a automovilistas. Si comienza a ser la regla y no la excepción que quienes se pasen un semáforo, quienes violen los límites de velocidad, quienes rebasen por la derecha, invadan la ciclovía, los cajones para discapacitados sean multados o se les obligue a realizar trabajo comunitario, poco a poco se creará una cultura de educación vial, de respeto a las reglas de tránsito.

En el caso de la carretera a Kino, desde que llegué a Hermosillo hace 30 años era la clásica noticia del fin de semana que uno o más accidentes habían cobrado algunas vidas. Tres décadas en las que ningún alcalde o alcaldesa realmente ha hecho algo para fomentar una cultura vial.

Se tiene que reeducar a miles de automovilistas y a quienes apenas comienzan a agarrar un carro. Y no sólo se trata de entender que esa carretera en particular tiene un acotamiento para seguridad de quienes tengan algún problema mecánico o de otra naturaleza que les obligue a detenerse, sino que tampoco se debe usar para obligar a otro a orillarse para rebasarlos.

La permisividad de las autoridades desde el momento en que se autorizan licencias a quienes no conocen las reglas de tránsito o que se les perdona una infracción previa ‘mordida’ sólo arraiga la cultura del agandalle, o que no haya consecuencias para quien provoca un accidente fatal, como la cancelación de su licencia, contribuyen a la situación que tenemos, de la cual son corresponsables ciudadanos, alcaldes, regidores y agentes de tránsito.

De las tragedias también se aprende y lo ocurrido en esta Semana Santa debe motivar al debate y eventual reforma de leyes y reglamentos para endurecer sanciones y no necesariamente con un costo más elevado de las multas, sino obligar al servicio comunitario como pago y a implementar una política de educación vial permanente en escuelas, centros comerciales, cruceros más transitados, etc.

Hasta el próximo miércoles.

Maestra en Ciencias Sociales con especialidad en Políticas Públicas por El Colegio de Sonora y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.

Twitter: @AlvaradoVMarce

Es común en cada periodo vacacional que se presenten accidentes y muchos de ellos con saldo de pérdida de vidas, familias enlutadas ante tragedias que en la mayoría de los casos pudieron evitarse. Desafortunadamente, en los días de Semana Santa de este año no fue la excepción.

Tres choques de frente son los casos más impresionantes. El primero de ellos en la carretera de Hermosillo a Ures, donde cinco personas resultaron lesionadas, entre ellas dos menores de edad. El segundo fue en Etchojoa, donde cuatro jóvenes fallecieron y el tercero en la carretera a Bahía de Kino, en el que cinco personas murieron calcinadas tras el impacto y posterior incendio de los vehículos.

Cuando vemos este tipo de noticias es inevitable pensar en la fragilidad de la vida, en que los planes de pasar unos días con la familia o las amistades pueden tornarse en tragedia cuando se pasan por alto medidas básicas de prevención o cuando no se respetan las señales de tránsito.

Muy lamentable lo sucedido, pero no debe quedar ahí para las autoridades, sobre todo las municipales, porque esto nos muestra que en materia de educación vial andamos en pañales.

Sería conveniente que regidores y alcaldes, sobre todo de municipios con destinos turísticos endurezcan sanciones a automovilistas. Si comienza a ser la regla y no la excepción que quienes se pasen un semáforo, quienes violen los límites de velocidad, quienes rebasen por la derecha, invadan la ciclovía, los cajones para discapacitados sean multados o se les obligue a realizar trabajo comunitario, poco a poco se creará una cultura de educación vial, de respeto a las reglas de tránsito.

En el caso de la carretera a Kino, desde que llegué a Hermosillo hace 30 años era la clásica noticia del fin de semana que uno o más accidentes habían cobrado algunas vidas. Tres décadas en las que ningún alcalde o alcaldesa realmente ha hecho algo para fomentar una cultura vial.

Se tiene que reeducar a miles de automovilistas y a quienes apenas comienzan a agarrar un carro. Y no sólo se trata de entender que esa carretera en particular tiene un acotamiento para seguridad de quienes tengan algún problema mecánico o de otra naturaleza que les obligue a detenerse, sino que tampoco se debe usar para obligar a otro a orillarse para rebasarlos.

La permisividad de las autoridades desde el momento en que se autorizan licencias a quienes no conocen las reglas de tránsito o que se les perdona una infracción previa ‘mordida’ sólo arraiga la cultura del agandalle, o que no haya consecuencias para quien provoca un accidente fatal, como la cancelación de su licencia, contribuyen a la situación que tenemos, de la cual son corresponsables ciudadanos, alcaldes, regidores y agentes de tránsito.

De las tragedias también se aprende y lo ocurrido en esta Semana Santa debe motivar al debate y eventual reforma de leyes y reglamentos para endurecer sanciones y no necesariamente con un costo más elevado de las multas, sino obligar al servicio comunitario como pago y a implementar una política de educación vial permanente en escuelas, centros comerciales, cruceros más transitados, etc.

Hasta el próximo miércoles.

Maestra en Ciencias Sociales con especialidad en Políticas Públicas por El Colegio de Sonora y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.

Twitter: @AlvaradoVMarce