/ viernes 17 de diciembre de 2021

Bio-informando | ¿Preparados o profesionales?

Estamos concluyendo un año más y a la par un ciclo escolar en todos los niveles educativos e independientemente de cuál éste haya sido, tanto directivos como profesores y alumnos hemos realizado una tarea titánica por continuar hacia adelante.

A pesar de que vamos paulatinamente realizando la transición a lo habitual, además de los aspectos inherentes al ambiente educativo, en este tiempo se ha incorporado un ingrediente adicional: la escasa o nula interacción cara a cara. Dicha situación, no sólo ha sido en la educación sino se ha hecho extensivo a todos los rubros en los que nos desenvolvemos impactando no sólo en el cómo nos relacionamos con los demás, sino también con la persona con la que estamos siempre: nosotros mismos.

Dirán, pero Pablo ¿esto que tiene que ver con Bio-Informando? Anteriormente, les comentaba que a nosotros los científicos se nos tiene catalogados como “seres elevados, fríos y complicados” pero también con toda seguridad les afirmo que experimentamos exactamente igual las mismas emociones y sentimientos que cualquier persona, sin embargo, sí reconozco que en el gremio se encuentra manifiesta una incapacidad de identificar, verbalizar y hacernos responsables de nuestras emociones, así como de actuar “inteligentemente” ante una situación que amerita empatía con nuestros semejantes y distinguir hasta dónde nos compete y dónde empieza la responsabilidad del otro.

Nos hinchamos como pavorreales por un descubrimiento, por un ascenso o por una publicación pero nos cuesta trabajo realizar la conexión mente-corazón-acción. En palabras breves, un profesional para mí, es alguien que domina un área laboral y que por convicción, la ejerce de forma ética y responsable comprometido con la sociedad en la que se desenvuelve.

Entonces, ¿somos realmente profesionales o sólo estamos preparados? Ambos términos no son sinónimos. Tomando como referencia esto, algunos de nosotros como científicos dentro de nuestra práctica profesional está el orientar a otros a formarse dentro de las ciencias biológicas y de la salud. Por lo tanto, debemos tener presente que no sólo enseñamos conceptos y buenas prácticas, sino que también buscamos formar personas con criterio propio, proactivas, con ética, valores e incentivar en ellos la gestión de sus emociones para que, dentro de su profesión y en su diario vivir, puedan empatizar con sus semejantes.

Daniel Goleman, escritor, psicólogo y uno de los principales exponentes en inteligencia emocional señala: “En el mejor de los casos, el coeficiente intelectual parece aportar un 20% de los factores determinantes del éxito”. Si tomamos en consideración esta aseveración, nos estamos quedando cortos en la formación de nuestros estudiantes, ya que al igual que el conocimiento debe ser totalmente comprendido por quién lo transmite, también nosotros como científicos y docentes debemos trabajar en nuestras emociones y ser lo más íntegros posibles con lo que pensamos, decimos y actuamos porque no hay mejor enseñanza que el ejemplo. En lo personal, soy un hombre en contacto y que trabaja continuamente con sus pensamientos y emociones para que en el ejercicio de mi profesión pueda brindar lo mejor a otros. Me preparo constantemente y lo mejor posible porque yo no sé lo que tuvo que hacer el estudiante para cumplir íntegramente con sus responsabilidades; qué está viviendo, qué tuvo que sacrificar o cómo le hizo para poderse conectar o trasladar al aula. Es por ello que, además de cumplir una programación específica, procuro mediante el compartir de experiencias, la transparencia y el fomento de la conciencia de las consecuencias de nuestro actuar, que ellos puedan ver más allá de los libros y las calificaciones para que logren ser ‘un todo’ y marquen una diferencia en la sociedad y su profesión. No podemos aislar al profesionista del humano, porque aunque seamos expertos en ciencias exactas, no significa que seamos rígidos, busquemos ser éticos, auténticos y justos.

Excelente y bendecido fin de semana.

Estamos concluyendo un año más y a la par un ciclo escolar en todos los niveles educativos e independientemente de cuál éste haya sido, tanto directivos como profesores y alumnos hemos realizado una tarea titánica por continuar hacia adelante.

A pesar de que vamos paulatinamente realizando la transición a lo habitual, además de los aspectos inherentes al ambiente educativo, en este tiempo se ha incorporado un ingrediente adicional: la escasa o nula interacción cara a cara. Dicha situación, no sólo ha sido en la educación sino se ha hecho extensivo a todos los rubros en los que nos desenvolvemos impactando no sólo en el cómo nos relacionamos con los demás, sino también con la persona con la que estamos siempre: nosotros mismos.

Dirán, pero Pablo ¿esto que tiene que ver con Bio-Informando? Anteriormente, les comentaba que a nosotros los científicos se nos tiene catalogados como “seres elevados, fríos y complicados” pero también con toda seguridad les afirmo que experimentamos exactamente igual las mismas emociones y sentimientos que cualquier persona, sin embargo, sí reconozco que en el gremio se encuentra manifiesta una incapacidad de identificar, verbalizar y hacernos responsables de nuestras emociones, así como de actuar “inteligentemente” ante una situación que amerita empatía con nuestros semejantes y distinguir hasta dónde nos compete y dónde empieza la responsabilidad del otro.

Nos hinchamos como pavorreales por un descubrimiento, por un ascenso o por una publicación pero nos cuesta trabajo realizar la conexión mente-corazón-acción. En palabras breves, un profesional para mí, es alguien que domina un área laboral y que por convicción, la ejerce de forma ética y responsable comprometido con la sociedad en la que se desenvuelve.

Entonces, ¿somos realmente profesionales o sólo estamos preparados? Ambos términos no son sinónimos. Tomando como referencia esto, algunos de nosotros como científicos dentro de nuestra práctica profesional está el orientar a otros a formarse dentro de las ciencias biológicas y de la salud. Por lo tanto, debemos tener presente que no sólo enseñamos conceptos y buenas prácticas, sino que también buscamos formar personas con criterio propio, proactivas, con ética, valores e incentivar en ellos la gestión de sus emociones para que, dentro de su profesión y en su diario vivir, puedan empatizar con sus semejantes.

Daniel Goleman, escritor, psicólogo y uno de los principales exponentes en inteligencia emocional señala: “En el mejor de los casos, el coeficiente intelectual parece aportar un 20% de los factores determinantes del éxito”. Si tomamos en consideración esta aseveración, nos estamos quedando cortos en la formación de nuestros estudiantes, ya que al igual que el conocimiento debe ser totalmente comprendido por quién lo transmite, también nosotros como científicos y docentes debemos trabajar en nuestras emociones y ser lo más íntegros posibles con lo que pensamos, decimos y actuamos porque no hay mejor enseñanza que el ejemplo. En lo personal, soy un hombre en contacto y que trabaja continuamente con sus pensamientos y emociones para que en el ejercicio de mi profesión pueda brindar lo mejor a otros. Me preparo constantemente y lo mejor posible porque yo no sé lo que tuvo que hacer el estudiante para cumplir íntegramente con sus responsabilidades; qué está viviendo, qué tuvo que sacrificar o cómo le hizo para poderse conectar o trasladar al aula. Es por ello que, además de cumplir una programación específica, procuro mediante el compartir de experiencias, la transparencia y el fomento de la conciencia de las consecuencias de nuestro actuar, que ellos puedan ver más allá de los libros y las calificaciones para que logren ser ‘un todo’ y marquen una diferencia en la sociedad y su profesión. No podemos aislar al profesionista del humano, porque aunque seamos expertos en ciencias exactas, no significa que seamos rígidos, busquemos ser éticos, auténticos y justos.

Excelente y bendecido fin de semana.