/ lunes 26 de diciembre de 2022

ElCrítico21 | El año del gato

Han pasado más de diez años desde el lanzamiento del primer largometraje del carismático felino —El gato con botas (Chris Miller, 2011)— y la espera ha valido la pena.

El gato con botas: El último deseo (Joel Crawford, 2022) supera las expectativas. Es una cinta estupenda. Su felino protagonista y los personajes secundarios adquieren temperamento y carácter propios, lo que hace funcionar a ésta, una aventura comprometida con la animación artesanal, el anime y la más divertida partitura musical.

El Gato con Botas (voz de Antonio Banderas) descubre que ha consumido ocho de sus nueve vidas y para cuidar la única existencia que le queda, debe disminuir su ritmo, por lo que decide enterrar su personaje para abrazar el bajo perfil de un gato cualquiera. Morir para no morir.

Sin embargo, Ricitos de Oro y los Tres Osos, familia de cazarrecompensas, localiza al gato y le obligan a ir por un mítico mapa que revelará la ubicación de la Estrella de los Deseos, codiciado tesoro que le daría al minino, si juega bien sus cartas, la oportunidad de recargar sus vidas perdidas y vencer así el miedo a la Muerte.

Así, las reflexiones existencialistas en El gato con botas: El último deseo, aparecen con pertinencia, dibujando líneas de mayor profundidad sobre los diálogos de los protagonistas.

Destaca, entre ellos, Perrito (Harvey Guillén), sumiso chihuahua capaz de disfrazarse de gato con tal de obtener una pizca de aceptación, de nuevo la intrépida Kitty Patitas Suaves (Salma Hayek), interés amoroso del micifuz y, sobre todo el temible Lobo Feroz (Warner Moura) que es la forma que presenta La Muerte ante los ojos del Gato con Botas.

El Lobo Feroz, gracias a su diseño, animación y doblaje, es uno de los villanos más amenazantes de la pantalla.

De esta manera, El gato con botas: El último deseo, ha aprovechado dos motores: todo lo que ha traído Illumination Entertainment y su capacidad para construir taquillazos como Mi villano favorito (Pierre Coffin, 2010) y el fenómeno estético que representó Spider Man: Un nuevo universo (Peter Ramsey, 2018).

Es por ello que la apuesta animada toma texturas y colores de acuarelas —que van más de acuerdo con el ambiente bucólico de las ilustraciones de los cuentos de hadas— y, por otro lado, no duda en aprovechar las técnicas del anime para recrear épicas batallas de espadas, saltos al vacío, explosiones y caídas llenas de acción y sádico humorismo.

Es así como El gato con botas: El último deseo es una animación a lo artesanal, cuyos protagonistas se dan el lujo de presentar dimensiones entrañables en una aventura que se convierte en homenaje a Sergio Leone y su spaghetti western.

¡A la miau! Que buena película es El gato con botas: El último deseo.

Qué leer antes o después de la función
La rueda de la vida, de Elizabeth Kubler-Ross. Célebre tanatóloga, una de las mayores expertas en el campo de la muerte. En este extraordinario ensayo nos muestra el camino para reconciliarnos con el fin, amando la vida.

Han pasado más de diez años desde el lanzamiento del primer largometraje del carismático felino —El gato con botas (Chris Miller, 2011)— y la espera ha valido la pena.

El gato con botas: El último deseo (Joel Crawford, 2022) supera las expectativas. Es una cinta estupenda. Su felino protagonista y los personajes secundarios adquieren temperamento y carácter propios, lo que hace funcionar a ésta, una aventura comprometida con la animación artesanal, el anime y la más divertida partitura musical.

El Gato con Botas (voz de Antonio Banderas) descubre que ha consumido ocho de sus nueve vidas y para cuidar la única existencia que le queda, debe disminuir su ritmo, por lo que decide enterrar su personaje para abrazar el bajo perfil de un gato cualquiera. Morir para no morir.

Sin embargo, Ricitos de Oro y los Tres Osos, familia de cazarrecompensas, localiza al gato y le obligan a ir por un mítico mapa que revelará la ubicación de la Estrella de los Deseos, codiciado tesoro que le daría al minino, si juega bien sus cartas, la oportunidad de recargar sus vidas perdidas y vencer así el miedo a la Muerte.

Así, las reflexiones existencialistas en El gato con botas: El último deseo, aparecen con pertinencia, dibujando líneas de mayor profundidad sobre los diálogos de los protagonistas.

Destaca, entre ellos, Perrito (Harvey Guillén), sumiso chihuahua capaz de disfrazarse de gato con tal de obtener una pizca de aceptación, de nuevo la intrépida Kitty Patitas Suaves (Salma Hayek), interés amoroso del micifuz y, sobre todo el temible Lobo Feroz (Warner Moura) que es la forma que presenta La Muerte ante los ojos del Gato con Botas.

El Lobo Feroz, gracias a su diseño, animación y doblaje, es uno de los villanos más amenazantes de la pantalla.

De esta manera, El gato con botas: El último deseo, ha aprovechado dos motores: todo lo que ha traído Illumination Entertainment y su capacidad para construir taquillazos como Mi villano favorito (Pierre Coffin, 2010) y el fenómeno estético que representó Spider Man: Un nuevo universo (Peter Ramsey, 2018).

Es por ello que la apuesta animada toma texturas y colores de acuarelas —que van más de acuerdo con el ambiente bucólico de las ilustraciones de los cuentos de hadas— y, por otro lado, no duda en aprovechar las técnicas del anime para recrear épicas batallas de espadas, saltos al vacío, explosiones y caídas llenas de acción y sádico humorismo.

Es así como El gato con botas: El último deseo es una animación a lo artesanal, cuyos protagonistas se dan el lujo de presentar dimensiones entrañables en una aventura que se convierte en homenaje a Sergio Leone y su spaghetti western.

¡A la miau! Que buena película es El gato con botas: El último deseo.

Qué leer antes o después de la función
La rueda de la vida, de Elizabeth Kubler-Ross. Célebre tanatóloga, una de las mayores expertas en el campo de la muerte. En este extraordinario ensayo nos muestra el camino para reconciliarnos con el fin, amando la vida.