/ lunes 13 de noviembre de 2023

ElCrítico21 | El negocio del dolor: lo mismo, pero más barato

Aún con la meta alcanzada por la elaboración y distribución mundial de las vacunas contra el Covid-19, las industrias farmacéuticas enfrentan opiniones negativas por parte de grupos —más o menos organizados— que acusan a dichos laboratorios de usura e insensibilidad.

Por supuesto, estos ataques tienen un sesgo importante: muestran un rechazo absoluto hacia la ciencia y la medicina.

Es imposible tomarlos en serio.

Sin embargo, la crisis de los opioides —ocurrida durante 2020 provocada por la adicción a medicamentos con fentanilo— es una mancha mortal que no termina: más de 68,000 fallecimientos en EEUU por sobredosis, más los que se acumulen esta semana.

De eso va El negocio del dolor (David Yates, 2023), cinta con un elenco estelar que inicia fresca y acaba narcotizada a causa de una receta de géneros capaz de provocar reacción alérgica. Y esto es una lástima porque el filme tenía el potencial para convertirse en una de las grandes películas de la postpandemia.

El negocio del dolor presta atención a Liza Drake (Emily Blunt), madre soltera sin preparación profesional pero con la inteligencia y el hambre que necesita Pete Brenner (Chris Evans) para sacar adelante a la compañía del Dr. Neel (Andy García), un médico cuyos límites éticos dejan mucho que desear.

Así la producción exhibe las despiadadas maneras con las cuales la industria farmacéutica soborna y controla a médicos a cambio de prescripciones que resultan adictivas en ambos sentidos: los galenos y la farmacéutica ganan dinero y los pacientes encuentran un alivio a su dolor.

La concentración deja de ser efectiva porque se diluye en soluciones que se convierten en verdaderos distractores.

Hay dosis de humor, al presentar al detalle las tácticas usadas para atraer a los médicos y también cuando vemos la transformación del Dr. Neel en un ser extravagante, paranoico y multimillonario. Sin embargo tal vez era necesario mayor cinismo y abordar, sin romantizar el comportamiento de Liza, con más franqueza el origen de la ahora llamada crisis de opioides.

No olvidemos que El negocio del dolor debe su creación a la investigación realizada por Evan Hughes que describe el ascenso y la caída de Insys Therapeutics, cuya sentencia judicial todavía no concluye.

Tal vez por eso El negocio del dolor resulta decepcionante: a pesar de las actuaciones de Emily Blunt, Chris Evans y el resto del elenco, el filme pierde nivel y deja de funcionar como se hubiera esperado.

Y no es posible ya cambiar la receta.

Qué leer antes o después de la función

La peste, de Albert Camus. Un grupo de médicos descubre la solidaridad y la piedad humanas durante una epidemia en la ciudad de Orán, en Argelia.

Obra fundamental del existencialismo, La peste es una de las mejores novelas del siglo XX.

Aún con la meta alcanzada por la elaboración y distribución mundial de las vacunas contra el Covid-19, las industrias farmacéuticas enfrentan opiniones negativas por parte de grupos —más o menos organizados— que acusan a dichos laboratorios de usura e insensibilidad.

Por supuesto, estos ataques tienen un sesgo importante: muestran un rechazo absoluto hacia la ciencia y la medicina.

Es imposible tomarlos en serio.

Sin embargo, la crisis de los opioides —ocurrida durante 2020 provocada por la adicción a medicamentos con fentanilo— es una mancha mortal que no termina: más de 68,000 fallecimientos en EEUU por sobredosis, más los que se acumulen esta semana.

De eso va El negocio del dolor (David Yates, 2023), cinta con un elenco estelar que inicia fresca y acaba narcotizada a causa de una receta de géneros capaz de provocar reacción alérgica. Y esto es una lástima porque el filme tenía el potencial para convertirse en una de las grandes películas de la postpandemia.

El negocio del dolor presta atención a Liza Drake (Emily Blunt), madre soltera sin preparación profesional pero con la inteligencia y el hambre que necesita Pete Brenner (Chris Evans) para sacar adelante a la compañía del Dr. Neel (Andy García), un médico cuyos límites éticos dejan mucho que desear.

Así la producción exhibe las despiadadas maneras con las cuales la industria farmacéutica soborna y controla a médicos a cambio de prescripciones que resultan adictivas en ambos sentidos: los galenos y la farmacéutica ganan dinero y los pacientes encuentran un alivio a su dolor.

La concentración deja de ser efectiva porque se diluye en soluciones que se convierten en verdaderos distractores.

Hay dosis de humor, al presentar al detalle las tácticas usadas para atraer a los médicos y también cuando vemos la transformación del Dr. Neel en un ser extravagante, paranoico y multimillonario. Sin embargo tal vez era necesario mayor cinismo y abordar, sin romantizar el comportamiento de Liza, con más franqueza el origen de la ahora llamada crisis de opioides.

No olvidemos que El negocio del dolor debe su creación a la investigación realizada por Evan Hughes que describe el ascenso y la caída de Insys Therapeutics, cuya sentencia judicial todavía no concluye.

Tal vez por eso El negocio del dolor resulta decepcionante: a pesar de las actuaciones de Emily Blunt, Chris Evans y el resto del elenco, el filme pierde nivel y deja de funcionar como se hubiera esperado.

Y no es posible ya cambiar la receta.

Qué leer antes o después de la función

La peste, de Albert Camus. Un grupo de médicos descubre la solidaridad y la piedad humanas durante una epidemia en la ciudad de Orán, en Argelia.

Obra fundamental del existencialismo, La peste es una de las mejores novelas del siglo XX.