/ lunes 30 de octubre de 2023

Elcrítico21 | ¿Extraña forma de vida? No, es la ley del deseo

El manchego Pedro Almodóvar ha llegado tarde.

El western gay —en sus expresiones más recientes— ya forma parte de las descargas y colecciones BD de cinéfilos en todo el planeta: Secreto en la montaña (Ang Lee, 2005) y El poder del perro (Jane Campion, 2021) son piezas fundamentales de esta variedad, sin duda.

Sin embargo, no hay nadie mejor para hacer a los personajes sudar de deseo y dolerse de tanta pasión que este cineasta ibérico, porque en el evangelio según San Pedro Almodóvar, cuando el amor es fuerte y el sexo tan avasallador, ¿qué importancia tiene el género?

Extraña forma de vida (Pedro Almodóvar, 2023) logra insertar un conflicto homoerótico, familiar, amoroso y de venganza al interior de ese ambiente machista y ancestral que conocemos como “películas de vaqueros”: género que ha aportado obras maestras a la cinematografía y que apenas hace veinte años, comenzó a deconstruir su identidad sexual.

Extraña forma de vida inicia con un augurio. Se trata del fado —canción tradicional portuguesa— que da título al cortometraje e introduce a la acción. En la voz de Caetano Veloso, pero interpretado en playback por Manu Ríos, parecería el fatal canto de la sirena que seduce a los hombres que vienen del mar. O del desierto.

Al pueblo de Bitter Creek —Arroyo Amargo, en fiel traducción al español— ha llegado Silva (Pedro Pascal) para encontrarse con su viejo amigo, Jake (Ethan Hawke), quien ahora es el sheriff del lugar; pronto, la tensión provocada por el pasado tomará las riendas del drama y, como caballos desbocados, estos dos varones se entregaran a la pasión.

Extraña forma de vida explora así, en sólo 32 minutos de proyección, los límites del amor, el erotismo y el sexo ante la familia y el deber. Es la ley del Oeste. Es la ley del deseo. Y entre la épica partitura de Alberto Iglesias y el vestuario de Saint Laurent, no hay lugar para los tibios.

En Extraña forma de vida no hay escenas que puedan ofender a los espíritus más conservadores. La sexualidad está contenida en la química existente entre Pascal y Hawke y en la proverbial habilidad de Almodóvar para llevar de la mano a sus actores por los caminos del erotismo, la libertad y la represión.

Como en Secreto en la montaña, al final de Extraña forma de vida, reaparece la pregunta: “¿Qué pueden hacer dos hombres viviendo juntos en un rancho?”; solo que ahora, si hay respuesta: “Cuidarse, protegerse, ver el uno por el otro”.

Y de eso va el amor en pareja, sin importar el género. Esta es palabra de Almodóvar.

Qué leer antes o después de la función

El beso de la mujer araña, de Manuel Puig. La novela habla de los marginales. Sus protagonistas, Valentín y Molina, el uno preso político; el otro condenado por corrupción de menores, Valentín, el militante de una causa política que se gesta desde “abajo” y deja por fuera las emociones; y Molina, el homosexual que se identifica como mujer y anhela la realización del amor romántico.

El manchego Pedro Almodóvar ha llegado tarde.

El western gay —en sus expresiones más recientes— ya forma parte de las descargas y colecciones BD de cinéfilos en todo el planeta: Secreto en la montaña (Ang Lee, 2005) y El poder del perro (Jane Campion, 2021) son piezas fundamentales de esta variedad, sin duda.

Sin embargo, no hay nadie mejor para hacer a los personajes sudar de deseo y dolerse de tanta pasión que este cineasta ibérico, porque en el evangelio según San Pedro Almodóvar, cuando el amor es fuerte y el sexo tan avasallador, ¿qué importancia tiene el género?

Extraña forma de vida (Pedro Almodóvar, 2023) logra insertar un conflicto homoerótico, familiar, amoroso y de venganza al interior de ese ambiente machista y ancestral que conocemos como “películas de vaqueros”: género que ha aportado obras maestras a la cinematografía y que apenas hace veinte años, comenzó a deconstruir su identidad sexual.

Extraña forma de vida inicia con un augurio. Se trata del fado —canción tradicional portuguesa— que da título al cortometraje e introduce a la acción. En la voz de Caetano Veloso, pero interpretado en playback por Manu Ríos, parecería el fatal canto de la sirena que seduce a los hombres que vienen del mar. O del desierto.

Al pueblo de Bitter Creek —Arroyo Amargo, en fiel traducción al español— ha llegado Silva (Pedro Pascal) para encontrarse con su viejo amigo, Jake (Ethan Hawke), quien ahora es el sheriff del lugar; pronto, la tensión provocada por el pasado tomará las riendas del drama y, como caballos desbocados, estos dos varones se entregaran a la pasión.

Extraña forma de vida explora así, en sólo 32 minutos de proyección, los límites del amor, el erotismo y el sexo ante la familia y el deber. Es la ley del Oeste. Es la ley del deseo. Y entre la épica partitura de Alberto Iglesias y el vestuario de Saint Laurent, no hay lugar para los tibios.

En Extraña forma de vida no hay escenas que puedan ofender a los espíritus más conservadores. La sexualidad está contenida en la química existente entre Pascal y Hawke y en la proverbial habilidad de Almodóvar para llevar de la mano a sus actores por los caminos del erotismo, la libertad y la represión.

Como en Secreto en la montaña, al final de Extraña forma de vida, reaparece la pregunta: “¿Qué pueden hacer dos hombres viviendo juntos en un rancho?”; solo que ahora, si hay respuesta: “Cuidarse, protegerse, ver el uno por el otro”.

Y de eso va el amor en pareja, sin importar el género. Esta es palabra de Almodóvar.

Qué leer antes o después de la función

El beso de la mujer araña, de Manuel Puig. La novela habla de los marginales. Sus protagonistas, Valentín y Molina, el uno preso político; el otro condenado por corrupción de menores, Valentín, el militante de una causa política que se gesta desde “abajo” y deja por fuera las emociones; y Molina, el homosexual que se identifica como mujer y anhela la realización del amor romántico.