/ lunes 27 de noviembre de 2023

ElCrítico21 | Napoleón: Un hombre para la historia

El retrato ecuestre de Napoleón Bonaparte, realizado por Jacques Louis-David en 1805, muestra al militar en una pose tranquila montando un fogoso corcel —blanco, por supuesto— mirándonos y apuntando hacia el cielo, como mostrando sus conquistas.

Es evidente que, desde entonces, el militar tenía sus apetitos: Carlomagno, Aníbal o Gengis Khan eran su arquetipo. Así se forjó el ideal.

La grandeza de Bonaparte ha sido piedra de toque para innumerables creaciones artísticas, sin duda: el neoclásico y el romanticismo dan cuenta de ello; sin embargo, el cine, con la ventaja del sonido y el movimiento, ha contribuido a la consolidación de un mito: desde Napoleón (Abel Gancé, 1927) en la era silente, hasta Waterloo (Sergei Bondarchuk, 1970), está claro que las producciones sobre el Gran Corso deben ser tan ambiciosas como su protagonista.

Con eso en mente, Napoleón (Ridley Scott, 2023) es una superproducción elaborada con un gran sentido artesanal que ha sido editada sobre un trazo de tres bandas: el ascenso al poder de Bonaparte, sus grandes triunfos y derrotas en la guerra y la intensa, contradictoria y apasionada relación con Josefina, su eterna compañera.

La cinta da la impresión —no equivocada— de haber sido reducida a su mínima expresión. Seremos testigos de cómo Napoleón Bonaparte (Joaquin Phoenix) se convierte en el líder aclamado por Francia en un período político inestable y tumultuoso a partir de 1789, año de la Revolución Francesa.

Y más allá del vínculo que a Bonaparte le ata a su idolatrada Josefina (Vanessa Kirby), nexo que ahora sería considerado “tóxico”, están las épicas y sorprendentes batallas filmadas cuerpo a cuerpo que dan cuenta del origen de la gloria del célebre general, defensor de la república y, después, restaurador de la monarquía.

Napoleón mezcla recursos sin pudor aparente, lo que puede provocar un poco de confusión entre el respetable, porque se avanza casi sin transiciones entre discursos epistolares, narrativas de amor, decepción, traición y reconciliación y el inevitable deseo de conquista en nombre de la patria y el ego.

Quizás el tema central de Napoleón sea la forma en la que se construye, alimenta, sostiene y se pierde el poder. Y será ahí, entre las costuras de cada etapa, que asoman las batallas internas de este personaje. La guerra puedes ganarla o perderla, pero la lucha contigo lleva el augurio de la fatalidad.

Napoleón no es una clase de historia. Se toma bastantes libertades. Aquí el objetivo es claro: exhibir un espectáculo íntimo y bélico donde la figura central usará su genio militar para compensar lo que en su alma percibe como una hoguera inquietante de contradicciones.

En la tradición de Gandhi (Richard Attenborough, 1982), Amadeus (Milos Forman, 1984) y Lawrence de Arabia (David Lean, 1962), ésta, la más reciente entrega de Ridley Scott tiene ya asegurado un lugar en la cinematografía.

Qué leer antes o después de la función

Los Miserables, de Víctor Hugo. Esta gran novela romántica presenta la vida en París a partir de la batalla de Waterloo, que pone fin a la era napoleónica y continuará hasta los disturbios de 1832; al mismo tiempo, es una historia sobre la prevalencia de la justicia y el amor en un mundo que parece convulsionarse y redimirse.

El retrato ecuestre de Napoleón Bonaparte, realizado por Jacques Louis-David en 1805, muestra al militar en una pose tranquila montando un fogoso corcel —blanco, por supuesto— mirándonos y apuntando hacia el cielo, como mostrando sus conquistas.

Es evidente que, desde entonces, el militar tenía sus apetitos: Carlomagno, Aníbal o Gengis Khan eran su arquetipo. Así se forjó el ideal.

La grandeza de Bonaparte ha sido piedra de toque para innumerables creaciones artísticas, sin duda: el neoclásico y el romanticismo dan cuenta de ello; sin embargo, el cine, con la ventaja del sonido y el movimiento, ha contribuido a la consolidación de un mito: desde Napoleón (Abel Gancé, 1927) en la era silente, hasta Waterloo (Sergei Bondarchuk, 1970), está claro que las producciones sobre el Gran Corso deben ser tan ambiciosas como su protagonista.

Con eso en mente, Napoleón (Ridley Scott, 2023) es una superproducción elaborada con un gran sentido artesanal que ha sido editada sobre un trazo de tres bandas: el ascenso al poder de Bonaparte, sus grandes triunfos y derrotas en la guerra y la intensa, contradictoria y apasionada relación con Josefina, su eterna compañera.

La cinta da la impresión —no equivocada— de haber sido reducida a su mínima expresión. Seremos testigos de cómo Napoleón Bonaparte (Joaquin Phoenix) se convierte en el líder aclamado por Francia en un período político inestable y tumultuoso a partir de 1789, año de la Revolución Francesa.

Y más allá del vínculo que a Bonaparte le ata a su idolatrada Josefina (Vanessa Kirby), nexo que ahora sería considerado “tóxico”, están las épicas y sorprendentes batallas filmadas cuerpo a cuerpo que dan cuenta del origen de la gloria del célebre general, defensor de la república y, después, restaurador de la monarquía.

Napoleón mezcla recursos sin pudor aparente, lo que puede provocar un poco de confusión entre el respetable, porque se avanza casi sin transiciones entre discursos epistolares, narrativas de amor, decepción, traición y reconciliación y el inevitable deseo de conquista en nombre de la patria y el ego.

Quizás el tema central de Napoleón sea la forma en la que se construye, alimenta, sostiene y se pierde el poder. Y será ahí, entre las costuras de cada etapa, que asoman las batallas internas de este personaje. La guerra puedes ganarla o perderla, pero la lucha contigo lleva el augurio de la fatalidad.

Napoleón no es una clase de historia. Se toma bastantes libertades. Aquí el objetivo es claro: exhibir un espectáculo íntimo y bélico donde la figura central usará su genio militar para compensar lo que en su alma percibe como una hoguera inquietante de contradicciones.

En la tradición de Gandhi (Richard Attenborough, 1982), Amadeus (Milos Forman, 1984) y Lawrence de Arabia (David Lean, 1962), ésta, la más reciente entrega de Ridley Scott tiene ya asegurado un lugar en la cinematografía.

Qué leer antes o después de la función

Los Miserables, de Víctor Hugo. Esta gran novela romántica presenta la vida en París a partir de la batalla de Waterloo, que pone fin a la era napoleónica y continuará hasta los disturbios de 1832; al mismo tiempo, es una historia sobre la prevalencia de la justicia y el amor en un mundo que parece convulsionarse y redimirse.