/ lunes 4 de diciembre de 2023

ElCrítico21 | Tótem: Entre la vida y la muerte

El inmortal es el cuento de Jorge Luis Borges que revela el sentido de la muerte: nuestra existencia, al ser breve y finita, buscará con urgencia trascender. La inmortalidad arrebata esa posibilidad.

Sin embargo, Borges no considera —al menos no lo hace en dicho texto— el dolor que acompaña al proceso final de cada ser humano. Y tal vez, para no pocos, es ahí donde adquiere pertinencia La rueda de la vida, ensayo de Elizabeth Kubler-Ross que pretende reconciliarnos con la muerte.

Es así como Tótem (Lila Avilés, 2023) es una película íntima, tierna y devastadora por partes iguales que nos hace compartir, desde el punto de vista de Sol (Naima Sentíes), el temor niño que siente ante la inminente partida de Tona (Mateo García), su joven padre, enfermo terminal de cáncer.

Y el demoledor punto de partida de esta cinta serán los preparativos para la fiesta de cumpleaños de Tona, el desahuciado artista plástico. Seremos testigos, entonces, de cómo se abre a nuestros ojos un delicado y complejo ecosistema familiar que ya ha empezado a caminar el sendero del duelo antes del adiós definitivo al ser querido a sus 27 años de edad.

La aceptación de la muerte, escribió Kubler-Ross, es la celebración de la vida.

Es por eso que Tótem dedica tiempo a elementos vitales del hogar que da sentido a la trama. El festejo de onomástico es, en realidad, un ritual de despedida. Sol, la niña protagonista, comprende que la vida está a punto de cambiar cuando los adultos que la rodean presentan ya signos abrumadores de tensión y agotamiento.

“¿Se va a morir mi papá? ¿Cuándo se va a acabar el mundo? ¿De qué murió mi abuelita?”, se pregunta Sol y, aunque obtiene las mejores respuestas posibles, no le basta para entender por completo el vuelco que dará el curso de sus días.

Hay sutileza y cierta levedad en Tótem. Los invitados a la última fiesta de Tona han llegado y se integran a este grupo de abuelos, tíos, tías, primas y allegados; hay lugar para el humor, el drama, la opresión, el dolor y la tristeza.

Tótem está en el terreno del melodrama, pero elude cualquier asomo de gratuidad o condescendencia. En cambio, ofrece una mirada honesta que da varios significados al título de esta producción: por una parte, puede referirse al dolor individual, suma de emociones que van acumulándose una encima de la otra; aunque, por otro lado, es quizás la descripción del trance que vivirá la pequeña Sol para quien papá es, hasta estos días, el centro de su mundo.

Tótem también es la extensión del vínculo universal de resiliencia del que somos capaces la mayoría de los seres humanos ante el dolor de la pérdida inevitable de alguien cercano, en un mundo donde ya no es tan necesaria la presencia del cristianismo.

¿Qué leer antes o después de la función?

Lengua dormida, de Franco Félix. Un relato cercano y doloroso acerca del proceso de partida de la madre y como ese fallecimiento se convierte en una exploración de la propia identidad. La maternidad puede escapar, dejarlo todo y volver a empezar.

Aunque el precio sea una lengua dormida. Un silencio de muerte.


El inmortal es el cuento de Jorge Luis Borges que revela el sentido de la muerte: nuestra existencia, al ser breve y finita, buscará con urgencia trascender. La inmortalidad arrebata esa posibilidad.

Sin embargo, Borges no considera —al menos no lo hace en dicho texto— el dolor que acompaña al proceso final de cada ser humano. Y tal vez, para no pocos, es ahí donde adquiere pertinencia La rueda de la vida, ensayo de Elizabeth Kubler-Ross que pretende reconciliarnos con la muerte.

Es así como Tótem (Lila Avilés, 2023) es una película íntima, tierna y devastadora por partes iguales que nos hace compartir, desde el punto de vista de Sol (Naima Sentíes), el temor niño que siente ante la inminente partida de Tona (Mateo García), su joven padre, enfermo terminal de cáncer.

Y el demoledor punto de partida de esta cinta serán los preparativos para la fiesta de cumpleaños de Tona, el desahuciado artista plástico. Seremos testigos, entonces, de cómo se abre a nuestros ojos un delicado y complejo ecosistema familiar que ya ha empezado a caminar el sendero del duelo antes del adiós definitivo al ser querido a sus 27 años de edad.

La aceptación de la muerte, escribió Kubler-Ross, es la celebración de la vida.

Es por eso que Tótem dedica tiempo a elementos vitales del hogar que da sentido a la trama. El festejo de onomástico es, en realidad, un ritual de despedida. Sol, la niña protagonista, comprende que la vida está a punto de cambiar cuando los adultos que la rodean presentan ya signos abrumadores de tensión y agotamiento.

“¿Se va a morir mi papá? ¿Cuándo se va a acabar el mundo? ¿De qué murió mi abuelita?”, se pregunta Sol y, aunque obtiene las mejores respuestas posibles, no le basta para entender por completo el vuelco que dará el curso de sus días.

Hay sutileza y cierta levedad en Tótem. Los invitados a la última fiesta de Tona han llegado y se integran a este grupo de abuelos, tíos, tías, primas y allegados; hay lugar para el humor, el drama, la opresión, el dolor y la tristeza.

Tótem está en el terreno del melodrama, pero elude cualquier asomo de gratuidad o condescendencia. En cambio, ofrece una mirada honesta que da varios significados al título de esta producción: por una parte, puede referirse al dolor individual, suma de emociones que van acumulándose una encima de la otra; aunque, por otro lado, es quizás la descripción del trance que vivirá la pequeña Sol para quien papá es, hasta estos días, el centro de su mundo.

Tótem también es la extensión del vínculo universal de resiliencia del que somos capaces la mayoría de los seres humanos ante el dolor de la pérdida inevitable de alguien cercano, en un mundo donde ya no es tan necesaria la presencia del cristianismo.

¿Qué leer antes o después de la función?

Lengua dormida, de Franco Félix. Un relato cercano y doloroso acerca del proceso de partida de la madre y como ese fallecimiento se convierte en una exploración de la propia identidad. La maternidad puede escapar, dejarlo todo y volver a empezar.

Aunque el precio sea una lengua dormida. Un silencio de muerte.