/ lunes 21 de agosto de 2023

Sin medias tintas | Costos y consecuencias de las ocurrencias

Así como usted planifica y programa cuánto y cuándo debe gastar cada mes en tal o cual producto o servicio, de la misma manera lo debe hacer el Gobierno, pero al año. De no hacerlo, el costo terminará por afectar a otras áreas de la administración pública, porque se deben hacer “ajustes” en los presupuestos —por no decir recortes—. Es exactamente igual que cuando no alcanza el dinero para terminar bien el mes porque no planificamos de manera apropiada.

Y así como existen las leyes universales —innegables— como la de Newton sobre que a cada acción corresponde una reacción, siempre habrá reacciones para todas las cosas que realizan los gobiernos con el dinero de sus gobernados. La planificación y programación del gasto se convierten en factores fundamentales para el buen funcionamiento de las instituciones, dependencias o entidades de la administración del Gobierno.

¿Cuánto nos pueden costar las ocurrencias en las políticas públicas, entonces? Son extremadamente costosas. En un gobierno que no planifica o que actúa fuera de un programa de trabajo —peor si no lo tiene— toda cantidad pierde proporción; las cifras son tan grandes que no tenemos una referencia mental de su tamaño (a menos que se hayan visto alguna vez). Por ejemplo, imagine usted 280 mil millones de pesos (que es lo que nos costará la cancelación del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México). ¿Se le hace mucho o poco? ¿Ve lo que le digo?

La realidad es que sí es mucho dinero, pero lo importante aquí es cómo ve la gente dicho costo. Quizá usted piense que como nunca iba a usar el aeropuerto, no es importante; pero véalo en el sentido de lo que sucede cuando no se planifica, es decir, ¿cuánto dinero tuvo que recortarse a otras entidades e instituciones para cubrir el compromiso de las indemnizaciones después de cancelar la construcción?

Lo trágico aquí son las consecuencias de esta mala planificación, porque cuando se trata de políticas públicas que atañen a los bienes sociales como la Seguridad, la Salud o la Educación, hablamos de vidas y del futuro.

Desde el 2018 los más de 162 mil muertos por la violencia en México, además de 49 mil desaparecidos, son el resultado de la ocurrencia de dar abrazos. Mientras tanto, más de 6 mil niños han fallecido de cáncer por diversas circunstancias relacionadas con su atención médica y más de 600 mil muertes “adicionales” se registraron durante la pandemia del Covid-19 por los recortes al Sector Salud.

Y se leerá cruel y hasta inverosímil, pero quizá piense usted que no pasa nada porque no son sus muertos, olvidándonos de que es un solo país y siempre nos afectará lo que suceda en cualquier parte del territorio nacional. Esa indiferencia es por demás peligrosa para la construcción de una sociedad armónica.

Todavía más delicada es la ocurrencia en la Educación de la “nueva escuela mexicana”, en donde el Estado asume facultades de adoctrinamiento a través de los nuevos libros de texto. Además de la violación a todos los procedimientos legales para su elaboración, los problemas de conceptualización y el evidente rechazo a la ciencia, los libros contienen conceptos no apropiados a la madurez de los niños y adolescentes.

Los 1.2 mil millones de pesos que costaron estos libros no valen la terrible consecuencia de la incertidumbre. Sí, la incertidumbre, porque no sabremos cómo terminará la generación que sea “educada” con ellos.

Y aquí la cuestión es que sí son sus niños… ¿Qué haremos, entonces? ¿También seremos indiferentes?

Así como usted planifica y programa cuánto y cuándo debe gastar cada mes en tal o cual producto o servicio, de la misma manera lo debe hacer el Gobierno, pero al año. De no hacerlo, el costo terminará por afectar a otras áreas de la administración pública, porque se deben hacer “ajustes” en los presupuestos —por no decir recortes—. Es exactamente igual que cuando no alcanza el dinero para terminar bien el mes porque no planificamos de manera apropiada.

Y así como existen las leyes universales —innegables— como la de Newton sobre que a cada acción corresponde una reacción, siempre habrá reacciones para todas las cosas que realizan los gobiernos con el dinero de sus gobernados. La planificación y programación del gasto se convierten en factores fundamentales para el buen funcionamiento de las instituciones, dependencias o entidades de la administración del Gobierno.

¿Cuánto nos pueden costar las ocurrencias en las políticas públicas, entonces? Son extremadamente costosas. En un gobierno que no planifica o que actúa fuera de un programa de trabajo —peor si no lo tiene— toda cantidad pierde proporción; las cifras son tan grandes que no tenemos una referencia mental de su tamaño (a menos que se hayan visto alguna vez). Por ejemplo, imagine usted 280 mil millones de pesos (que es lo que nos costará la cancelación del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México). ¿Se le hace mucho o poco? ¿Ve lo que le digo?

La realidad es que sí es mucho dinero, pero lo importante aquí es cómo ve la gente dicho costo. Quizá usted piense que como nunca iba a usar el aeropuerto, no es importante; pero véalo en el sentido de lo que sucede cuando no se planifica, es decir, ¿cuánto dinero tuvo que recortarse a otras entidades e instituciones para cubrir el compromiso de las indemnizaciones después de cancelar la construcción?

Lo trágico aquí son las consecuencias de esta mala planificación, porque cuando se trata de políticas públicas que atañen a los bienes sociales como la Seguridad, la Salud o la Educación, hablamos de vidas y del futuro.

Desde el 2018 los más de 162 mil muertos por la violencia en México, además de 49 mil desaparecidos, son el resultado de la ocurrencia de dar abrazos. Mientras tanto, más de 6 mil niños han fallecido de cáncer por diversas circunstancias relacionadas con su atención médica y más de 600 mil muertes “adicionales” se registraron durante la pandemia del Covid-19 por los recortes al Sector Salud.

Y se leerá cruel y hasta inverosímil, pero quizá piense usted que no pasa nada porque no son sus muertos, olvidándonos de que es un solo país y siempre nos afectará lo que suceda en cualquier parte del territorio nacional. Esa indiferencia es por demás peligrosa para la construcción de una sociedad armónica.

Todavía más delicada es la ocurrencia en la Educación de la “nueva escuela mexicana”, en donde el Estado asume facultades de adoctrinamiento a través de los nuevos libros de texto. Además de la violación a todos los procedimientos legales para su elaboración, los problemas de conceptualización y el evidente rechazo a la ciencia, los libros contienen conceptos no apropiados a la madurez de los niños y adolescentes.

Los 1.2 mil millones de pesos que costaron estos libros no valen la terrible consecuencia de la incertidumbre. Sí, la incertidumbre, porque no sabremos cómo terminará la generación que sea “educada” con ellos.

Y aquí la cuestión es que sí son sus niños… ¿Qué haremos, entonces? ¿También seremos indiferentes?