/ viernes 4 de agosto de 2023

Sin medias tintas | El parto danés

Aunque la modernidad nos separa sólo 14 horas —en avión— de Dinamarca, es evidente que sigue estando lejos; pero aún más inalcanzables están los prometidos servicios de salud daneses. La rancia y conservadora realidad trabaja tercamente todos los días para obstaculizar la transformación del país y para hacer quedar mal al presidente López Obrador, quien prometió que a finales del 2020… del 2021… del 2022… estarían así funcionando.

La prueba de lo anterior se manifestó a temprana hora un sábado del pasado mayo en la comisaría Miguel Alemán de la Costa de Hermosillo, cuando Mirna llegó acompañada de su hermana al centro de salud danés apostado ahí. Sufría de dolores estomacales fuertes.

El médico de guardia entrevistó a la menor de 16 años y comenzó a hacerle preguntas sobre lo que había comido durante la mañana y el día anterior. Pero los gestos de dolor de la paciente merecieron una revisión más detallada.

Así, el doctor le hizo una exploración táctil en el abdomen, pero algo no le cuadraba ni con la forma ni con la región donde se presentaba el dolor. Se decidió a utilizar el rudimentario ultrasonido danés que existe en el centro y las imágenes dieron el diagnóstico: Embarazo.

La hermana mayor sólo levantó la ceja en señal de sorpresa y dijo: “Mira, con razón vomitaste el otro día”. La niña no sabía qué decir. El doctor no quiso participar en el debate y apresuradamente recomendó trasladarla a Hermosillo a la brevedad, ya que no tenía ni suficiente información para medicarla ni suficiente equipo para atenderla. La hermana entonces pidió que las llevaran; pero el galeno sólo alcanzó a tragar saliva e informarle que la ambulancia estaba en el taller mecánico danés de la Secretaría de Salud estatal.

En su tiempo, los brigadistas del programa Prospera hubieran identificado con oportunidad a la menor y proporcionado

orientación y seguimiento al embarazo. Pero Prospera no calificaba para un modelo de salud tan avanzado como el que proponía la transformación y fue cancelado en su totalidad.

Mirna salió del centro de salud con un futuro más incierto que al llegar, y esperó con ansias a que su hermana recogiera el formulario de referencia elaborado por el médico para el Hospital de la Mujer en Hermosillo. Ambas se fueron, con la firme promesa de que sí irían.

El día transcurrió como cualquier otro sábado de los últimos dos años en Dinamarca: Sin medicamentos y referenciando a casi todos los pacientes a la capital porque no se les puede atender como antes se hacía en México.

A eso de las 10:30 de la noche, Mirna y su hermana aparecieron de nuevo; habían faltado a la promesa. La niña apenas podía caminar y el dolor de parto era por demás sonoro. El médico ni oportunidad tuvo de reprenderlas y debió improvisar una cama adecuada para recibir al bebé. Sin enfermera para auxiliarlo, le pidió apoyo a uno de los trabajadores.

Ambos se pusieron guantes y se prepararon para lo que venía mientras Mirna gritaba y la hermana intentaba tranquilizar a todos. El doctor pidió una sábana danesa para envolver al niño, pero no había. Una toalla limpia… tampoco. ¡Consígueme algo!, gritó.

El trabajador regresó con un trapo blanco. —¿Y eso? —preguntó el doctor. —Es una camiseta de uno de los trabajadores que va llegando. Esta limpia, dice que se acaba de bañar. —Ponla ahí.

Afortunadamente el bebé salió sin dificultades; pero no lloraba. Los ojos de todos se centraron en los esfuerzos del doctor por limpiar al niño con el agua de la cafetera danesa del consultorio. Le estimulaba el pecho mientras lo envolvía en la camiseta blanca y pidió una mascarilla pediátrica de oxigeno. Él mismo se contestó: Ah, no. No hay. Le pasó el bebé al trabajador con la instrucción de repetir la estimulación. Por fin el recién nacido lloró y todos respiraron con alivio.

Era prioritario trasladarlos a la capital. El doctor se comunicó con el IMSS-Bienestar de la Comisaría para solicitar la ambulancia,

pero esa otra institución danesa ya no incluía en sus protocolos los préstamos de vehículos. Llamó a la Cruz Roja, pero no hacían traslados en esas condiciones. Se comunicó a Hermosillo y sí le prometieron un vehículo, pero tardaría cuatro horas.

Mientras esperaban, el doctor tuvo que ingeniárselas para adecuarle al bebé una mascarilla de oxígeno y asistir a Mirna en lo posible con la limpieza postparto. No había ni los materiales básicos, pero sí mucha popularidad presidencial.

Lo mejor fue que el parto danés terminó a las 1:30 a.m. del domingo con el traslado a Hermosillo.


Aunque la modernidad nos separa sólo 14 horas —en avión— de Dinamarca, es evidente que sigue estando lejos; pero aún más inalcanzables están los prometidos servicios de salud daneses. La rancia y conservadora realidad trabaja tercamente todos los días para obstaculizar la transformación del país y para hacer quedar mal al presidente López Obrador, quien prometió que a finales del 2020… del 2021… del 2022… estarían así funcionando.

La prueba de lo anterior se manifestó a temprana hora un sábado del pasado mayo en la comisaría Miguel Alemán de la Costa de Hermosillo, cuando Mirna llegó acompañada de su hermana al centro de salud danés apostado ahí. Sufría de dolores estomacales fuertes.

El médico de guardia entrevistó a la menor de 16 años y comenzó a hacerle preguntas sobre lo que había comido durante la mañana y el día anterior. Pero los gestos de dolor de la paciente merecieron una revisión más detallada.

Así, el doctor le hizo una exploración táctil en el abdomen, pero algo no le cuadraba ni con la forma ni con la región donde se presentaba el dolor. Se decidió a utilizar el rudimentario ultrasonido danés que existe en el centro y las imágenes dieron el diagnóstico: Embarazo.

La hermana mayor sólo levantó la ceja en señal de sorpresa y dijo: “Mira, con razón vomitaste el otro día”. La niña no sabía qué decir. El doctor no quiso participar en el debate y apresuradamente recomendó trasladarla a Hermosillo a la brevedad, ya que no tenía ni suficiente información para medicarla ni suficiente equipo para atenderla. La hermana entonces pidió que las llevaran; pero el galeno sólo alcanzó a tragar saliva e informarle que la ambulancia estaba en el taller mecánico danés de la Secretaría de Salud estatal.

En su tiempo, los brigadistas del programa Prospera hubieran identificado con oportunidad a la menor y proporcionado

orientación y seguimiento al embarazo. Pero Prospera no calificaba para un modelo de salud tan avanzado como el que proponía la transformación y fue cancelado en su totalidad.

Mirna salió del centro de salud con un futuro más incierto que al llegar, y esperó con ansias a que su hermana recogiera el formulario de referencia elaborado por el médico para el Hospital de la Mujer en Hermosillo. Ambas se fueron, con la firme promesa de que sí irían.

El día transcurrió como cualquier otro sábado de los últimos dos años en Dinamarca: Sin medicamentos y referenciando a casi todos los pacientes a la capital porque no se les puede atender como antes se hacía en México.

A eso de las 10:30 de la noche, Mirna y su hermana aparecieron de nuevo; habían faltado a la promesa. La niña apenas podía caminar y el dolor de parto era por demás sonoro. El médico ni oportunidad tuvo de reprenderlas y debió improvisar una cama adecuada para recibir al bebé. Sin enfermera para auxiliarlo, le pidió apoyo a uno de los trabajadores.

Ambos se pusieron guantes y se prepararon para lo que venía mientras Mirna gritaba y la hermana intentaba tranquilizar a todos. El doctor pidió una sábana danesa para envolver al niño, pero no había. Una toalla limpia… tampoco. ¡Consígueme algo!, gritó.

El trabajador regresó con un trapo blanco. —¿Y eso? —preguntó el doctor. —Es una camiseta de uno de los trabajadores que va llegando. Esta limpia, dice que se acaba de bañar. —Ponla ahí.

Afortunadamente el bebé salió sin dificultades; pero no lloraba. Los ojos de todos se centraron en los esfuerzos del doctor por limpiar al niño con el agua de la cafetera danesa del consultorio. Le estimulaba el pecho mientras lo envolvía en la camiseta blanca y pidió una mascarilla pediátrica de oxigeno. Él mismo se contestó: Ah, no. No hay. Le pasó el bebé al trabajador con la instrucción de repetir la estimulación. Por fin el recién nacido lloró y todos respiraron con alivio.

Era prioritario trasladarlos a la capital. El doctor se comunicó con el IMSS-Bienestar de la Comisaría para solicitar la ambulancia,

pero esa otra institución danesa ya no incluía en sus protocolos los préstamos de vehículos. Llamó a la Cruz Roja, pero no hacían traslados en esas condiciones. Se comunicó a Hermosillo y sí le prometieron un vehículo, pero tardaría cuatro horas.

Mientras esperaban, el doctor tuvo que ingeniárselas para adecuarle al bebé una mascarilla de oxígeno y asistir a Mirna en lo posible con la limpieza postparto. No había ni los materiales básicos, pero sí mucha popularidad presidencial.

Lo mejor fue que el parto danés terminó a las 1:30 a.m. del domingo con el traslado a Hermosillo.