/ viernes 7 de octubre de 2022

Sin medias tintas | Nada de qué asustarnos

Los dos ejemplos de justicia en Sonora publicados en mi anterior despacho provocaron una sensación de enojo e incredulidad entre quienes amablemente me envían sus mensajes por distintos medios. Y sí, no es para menos. ¿Cómo es posible?, me preguntaron algunos. ¡No puede ser!, me dijeron otros.

Las condiciones sociales postpandemia marcarán a las generaciones venideras en todos los sentidos. Al permanecer prácticamente dos años en confinamiento y faltos de interacciones sociales no virtuales, muchos jóvenes presentan hoy problemas de ansiedad. De igual manera, en el campo de los conocimientos adquiridos los atrasos son manifiestos, pues prácticamente no tuvieron clases durante dos años. Esto quiere decir que los alumnos de preparatoria, por ejemplo, llevaron sólo un año de la preparación secundaria. “Salieron de la primaria a la prepa”, comentó un profesor con tristeza.

Muchos países del mundo diseñaron planes emergentes para hacerle frente al problema. México no sólo no diseñó alguno, sino que implementó acciones en sentido contrario al mejoramiento de la educación so pretexto de la austeridad republicana: Canceló la presencia de psicólogos en las escuelas primarias, canceló las escuelas de tiempo completo, modificó el programa educativo en plena pandemia y sin diagnóstico previo.

Total, se trata de la educación y la salud emocional de millones de niños y jóvenes; no es algo que deba preocuparnos o asustarnos. Con la misma irresponsabilidad con que el Estado mexicano enfrentó la pandemia por Covid-19, también enfrentó el problema educativo. Los números oficiales ahí están, no son inventos míos.

Sin educación no hay comunidad. Así de sencillo. Pareciera sin embargo que hoy la enseñanza ha pasado a segundo plano, y las consecuencias de ello se están viendo ya.

¿No me cree? En la Costa de Hermosillo, uno de los lugares con mayor población flotante de Sonora, se presentan algunos casos por demás increíbles. Se sabe de niños muertos porque sus padres se han negado a vacunarlos; de jovencitas de 14 años que han dado a luz al mismo tiempo que su mamá de 28 y su abuela de 42; y de niños que han fallecido por cuestiones de insalubridad. Pero quizá el más horrible de los casos, del que todo mundo sabe pero nadie lo denuncia, es el de la venta de niñas.

Sí, así como lo lee. Usted puede comprar una niña de Oaxaca, virgen, de 13 años, por ejemplo, por 45 mil pesos. Costaban entre 8 y 12 mil, pero pues, la inflación… ya sabe. Y por supuesto, con garantía. Si no le sirve, se la cambian. No es rumor, es un hecho. Lo que sí es un rumor es que las autoridades saben acerca de este lamentable asunto, pero no han hecho nada para combatirlo o evitarlo.

¿Cree usted que así se hace comunidad? ¿Qué clase de sociedad estamos construyendo? ¿Qué estamos haciendo mal? Total, no hay nada de qué asustarnos.

Los dos ejemplos de justicia en Sonora publicados en mi anterior despacho provocaron una sensación de enojo e incredulidad entre quienes amablemente me envían sus mensajes por distintos medios. Y sí, no es para menos. ¿Cómo es posible?, me preguntaron algunos. ¡No puede ser!, me dijeron otros.

Las condiciones sociales postpandemia marcarán a las generaciones venideras en todos los sentidos. Al permanecer prácticamente dos años en confinamiento y faltos de interacciones sociales no virtuales, muchos jóvenes presentan hoy problemas de ansiedad. De igual manera, en el campo de los conocimientos adquiridos los atrasos son manifiestos, pues prácticamente no tuvieron clases durante dos años. Esto quiere decir que los alumnos de preparatoria, por ejemplo, llevaron sólo un año de la preparación secundaria. “Salieron de la primaria a la prepa”, comentó un profesor con tristeza.

Muchos países del mundo diseñaron planes emergentes para hacerle frente al problema. México no sólo no diseñó alguno, sino que implementó acciones en sentido contrario al mejoramiento de la educación so pretexto de la austeridad republicana: Canceló la presencia de psicólogos en las escuelas primarias, canceló las escuelas de tiempo completo, modificó el programa educativo en plena pandemia y sin diagnóstico previo.

Total, se trata de la educación y la salud emocional de millones de niños y jóvenes; no es algo que deba preocuparnos o asustarnos. Con la misma irresponsabilidad con que el Estado mexicano enfrentó la pandemia por Covid-19, también enfrentó el problema educativo. Los números oficiales ahí están, no son inventos míos.

Sin educación no hay comunidad. Así de sencillo. Pareciera sin embargo que hoy la enseñanza ha pasado a segundo plano, y las consecuencias de ello se están viendo ya.

¿No me cree? En la Costa de Hermosillo, uno de los lugares con mayor población flotante de Sonora, se presentan algunos casos por demás increíbles. Se sabe de niños muertos porque sus padres se han negado a vacunarlos; de jovencitas de 14 años que han dado a luz al mismo tiempo que su mamá de 28 y su abuela de 42; y de niños que han fallecido por cuestiones de insalubridad. Pero quizá el más horrible de los casos, del que todo mundo sabe pero nadie lo denuncia, es el de la venta de niñas.

Sí, así como lo lee. Usted puede comprar una niña de Oaxaca, virgen, de 13 años, por ejemplo, por 45 mil pesos. Costaban entre 8 y 12 mil, pero pues, la inflación… ya sabe. Y por supuesto, con garantía. Si no le sirve, se la cambian. No es rumor, es un hecho. Lo que sí es un rumor es que las autoridades saben acerca de este lamentable asunto, pero no han hecho nada para combatirlo o evitarlo.

¿Cree usted que así se hace comunidad? ¿Qué clase de sociedad estamos construyendo? ¿Qué estamos haciendo mal? Total, no hay nada de qué asustarnos.