/ martes 21 de enero de 2020

Casa de las ideas | Pienso por lo tanto existo… ¿O es al revés?

Pienso, por lo tanto existo… ¿O es al revés: existo, por lo tanto pienso?

Al despuntar este nuevo día, sentado entre las sombras de este acogedor rincón de mi hogar al que un tanto pomposamente llamo “mi oficina”, y que no es otra cosa que una de las recámaras que alguno de mis hijos desocupara al irse a formar su propia familia, pienso. Al tomar velocidad las actividades de este nuevo año que llega tan cargado de expectativas de todo tipo, pienso. Pienso en el largo caminar que me espera —que nos espera a usted, a mí y a todos— mientras los días, las semanas y los meses de este 2020 se van sucediendo, hasta llegar al año que sigue, el 2021. Pienso en la infinidad de alternativas de lo que puede y podrá ser en este tramo del viaje, y en los sucesos buenos y malos que se nos irán presentando en el trayecto, día con día, como parte de la vida, como parte del vertiginoso pasar del tiempo… y pienso.

Entiendo que muchos de los lectores acostumbran reflexionar a profundidad en estos días en que se abren los nuevos caminos, se hacen toda clase de propósitos y se trazan toda suerte de nuevas metas. El ritmo de las actividades, alterado profundamente por los días de recogimiento personal y de encuentro familiar que pudimos disfrutar recientemente, vuelve poco a poco a normalizarse. A unos les cuesta más trabajo que a otros asumir de nuevo sus responsabilidades. Se acabaron las pachangas, ya estuvo bueno de jolgorio, es hora de ponernos nuevamente de pie y reemprender el camino. Los adultos a las tareas habituales y los niños y los jóvenes a los salones de clases. La vida aprieta y exige, y nadie puede desatender el llamado. Hay tareas urgentes que debemos acometer, e infinidad de situaciones no resueltas que demandan nuestra atención.

Mientras las sombras del amanecer se diluyen en la claridad del nuevo día que llega, mientras todo en mi derredor está en silencio, y mientras mi esposa y compañera aún duerme, puedo dedicarme a pensar, sin que nada ni nadie me interrumpa. Siendo como soy, un hombre de edad avanzada que se niega a rendirse ante los embates del tiempo, necesito poner en orden mis ideas, necesito revisar las cosas a las que dedicaré mis esfuerzos en los días y semanas que vienen. Todos debemos hacer esto, pero para quienes tenemos menos tiempo por vivir, resulta particularmente importante planear con cuidado. Y por eso me encuentro pensando, en este nuevo día que nace.

Pienso en lo que he hecho a lo largo de mi vida y en lo mucho que he dejado atrás. Pienso en lo que he estado haciendo durante los últimos años, y pienso en lo que me queda por hacer en el tiempo que Dios me conceda de vida. Pienso en compromisos, en responsabilidades, en obligaciones y en deudas no cubiertas, no de carácter económico, sino de carácter moral, conmigo mismo y con la sociedad a la que pertenezco. Pienso que la tarea es grande y el tiempo escaso. Pienso que la cuesta es empinada, y que la fuerza que me anima y sostiene disminuye poco a poco, día a día. El tiempo es un implacable justiciero que no perdona ni hace distingos. Nos trata a todos por igual, y ante él no hay riqueza, ni poder ni estatus que valga. Pienso que aunque tengo prisa, voy caminando demasiado lento. Pienso que necesito ánimo y que no me puedo dar el lujo de desfallecer, a estas alturas del camino.

Usted y yo sabemos que 2020 se presenta como un año particularmente lleno de incógnitas retadoras e interrogantes fascinantes, y al mismo tiempo atemorizantes. Dirá usted que cada año que llega tiene características similares, y si duda le asiste la razón. A nadie se le ha concedido el don de la clarividencia, y por lo tanto vivimos presos de la duda y la incertidumbre, y nos debatimos entre el temor y la desesperanza. Sin embargo, contamos con elementos que nos permiten enfrentar esas dudas e incertidumbres con razonables expectativas de éxito. Esos elementos dependen en gran parte de nuestra fortaleza interior y del nivel de determinación de cada quien.

Pensar es bueno, pero pensar con profundidad y conocimiento es infinitamente mejor que simplemente divagar. En este último caso se obtienen resultados altamente positivos, y en el otro meramente se pierde el tiempo en forma lastimosa. Pensar es un ejercicio obligatorio en cualquier momento, pero pensar cuando damos los primeros pasos en el largo caminar de un año que empieza es, más que saludable, obligatorio. Debemos definir el rumbo, o corregirlo si es necesario, y muchos de nosotros —probablemente todos— tenemos la necesidad de realizar ajustes y de afinar la mira. No hay problema, ni es denigrante reconocer que nos hemos desviado al caminar, o que hemos tropezado, cometido errores y que hemos tenido fallas. Somos humanos al fin y al cabo, y errar es humano, como dijera algún sabio.

Pienso que la incertidumbre es un sentimiento capaz de alterar negativamente el ánimo de cualquiera. Siendo un sentimiento altamente corrosivo por naturaleza, y ante la imposibilidad de evitarlo, dada nuestra condición humana, debemos encontrar la forma de enfrentarla. La incertidumbre es enemiga natural de la certeza, y certeza es lo que los humanos buscamos antes que cualquier otra cosa. Tener certidumbre nos da seguridad, y la seguridad nos da la fortaleza necesaria para acometer las tareas que nos esperan.

El panorama que se abre ante nosotros en este principio de año viene teñido de múltiples colores. Como si fuera un arcoíris estampado fijamente en el horizonte, nos presenta una serie de posibilidades cuya probabilidad o improbabilidad queda parcialmente fuera de nuestro alcance. Podemos influir en la medida de nuestra personal capacidad de actuar, pero gran parte de los factores de influencia no dependen de nosotros, sino de las fuerzas externas que actúan. No estamos solos, ni habitamos una isla en el vasto océano de la existencia, de ahí que la noción de colectividad sea de vital importancia. Para mover el mundo —nuestro mundo— es necesaria una palanca y un punto de apoyo, y si el punto de apoyo es la unidad y concordia, y la fuerza que mueve la palanca proviene de múltiples brazos, la tarea resulta entonces más liviana y exitosa.

México, como país, tiene ante sí varias opciones, muchas de las cuales están determinadas por la voluntad totalitaria de quien reside en Palacio Nacional. Eso ni quien lo dude. Pero también debemos recordar que México es un todo, formado por múltiples piezas que tienen cada una su propia dinámica. Dentro de ese variopinto conjunto de piezas políticas llamadas “entidades”, Sonora ocupa un lugar, ni tan importante como para justificar la arrogancia de algunos, ni tan insignificante como para merecer el desprecio del Gobierno federal. Sonora simplemente está ahí, como parte de una Federación muy sui géneris, y sus habitantes —como los de cualquier otra parte— tienen (tenemos) percepciones y expectativas muy particulares para el año que acaba de arrancar.

Al finalizar 2019 Sonora recibió un nuevo garrotazo de parte de la LXIV Legislatura Federal, que con premeditación, alevosía y ventaja redujo drásticamente las participaciones en el paquete fiscal presentado por el Ejecutivo para el año 2020. A juzgar por este hecho contundente, lo que viene en este 2020 será probablemente algo sin precedente en los anales de nuestra entidad. Veremos y diremos.

El peso y la influencia que ejerce el actual Gobierno sobre la situación general de nuestro Estado es demasiado grande, llegando a un nivel de dependencia altamente perjudicial, revelando así la debilidad y la vulnerabilidad en que se encuentra la comunidad sonorense, que aún no supera la tradicional y enfermiza dependencia del aparato gubernamental y de sus acciones y decisiones. Sonora todavía no madura lo suficiente como para poder dejar atrás la simbiosis malsana gobierno-sociedad, cuando una de las dos partes del binomio —o ambas partes— no funcionan correctamente, o tienen serias deficiencias.

A poco más de un año haber llegado la 4T hemos llegado a comprender, aunque no necesariamente a aceptar, que durante el resto del sexenio 2018-2024 López Obrador seguirá actuando exactamente igual como lo ha hecho durante el tiempo que lleva en el poder. Como el perro que come huevo, no entiende ni le interesa otra cosa. Es lo que sabe hacer y es lo que ha hecho cada día desde el momento en que tomó posesión y rindió protesta, jurando cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan. ¿Y qué ha hecho? Precisamente todo lo contrario, pisoteando el Estado de Derecho, burlándose de las leyes, de los tribunales y de las instituciones, y cobijado bajo un grueso manto de impunidad absolutista que aterra y asombra.

La suciedad en las jugarretas preelectorales dominará ampliamente el espectro de las actividades, y no tardaremos en empezar a visualizar las estrategias cargadas de marrullerías que serán desplegadas por los aspirantes a los puestos de elección popular en 2021, muy en especial los que dentro del movimiento/partido Morena se sienten con espolones para gallo. En todas partes se cuecen habas, es cierto, pero ahí la situación rebasa todos los límites, y si usted aún tiene dudas respecto a lo que digo, no tiene ni tendrá que esperar mucho. Cuando menos lo piense empezará a ver cómo masca la iguana, y de qué color pinta el colorado. Los piojos, las cucarachas, las ratas y las garrapatas se empiezan a acomodar en todos los rincones de nuestro atribulado y golpeado país, y particularmente en Sonora.

Un panorama de lo más tétrico y deplorable para empezar un nuevo año, pero esa es la realidad y no hay forma de cambiarla, ni de soslayarla. Que le vaya bonito.

Pienso, por lo tanto existo… ¿O es al revés: existo, por lo tanto pienso?

Al despuntar este nuevo día, sentado entre las sombras de este acogedor rincón de mi hogar al que un tanto pomposamente llamo “mi oficina”, y que no es otra cosa que una de las recámaras que alguno de mis hijos desocupara al irse a formar su propia familia, pienso. Al tomar velocidad las actividades de este nuevo año que llega tan cargado de expectativas de todo tipo, pienso. Pienso en el largo caminar que me espera —que nos espera a usted, a mí y a todos— mientras los días, las semanas y los meses de este 2020 se van sucediendo, hasta llegar al año que sigue, el 2021. Pienso en la infinidad de alternativas de lo que puede y podrá ser en este tramo del viaje, y en los sucesos buenos y malos que se nos irán presentando en el trayecto, día con día, como parte de la vida, como parte del vertiginoso pasar del tiempo… y pienso.

Entiendo que muchos de los lectores acostumbran reflexionar a profundidad en estos días en que se abren los nuevos caminos, se hacen toda clase de propósitos y se trazan toda suerte de nuevas metas. El ritmo de las actividades, alterado profundamente por los días de recogimiento personal y de encuentro familiar que pudimos disfrutar recientemente, vuelve poco a poco a normalizarse. A unos les cuesta más trabajo que a otros asumir de nuevo sus responsabilidades. Se acabaron las pachangas, ya estuvo bueno de jolgorio, es hora de ponernos nuevamente de pie y reemprender el camino. Los adultos a las tareas habituales y los niños y los jóvenes a los salones de clases. La vida aprieta y exige, y nadie puede desatender el llamado. Hay tareas urgentes que debemos acometer, e infinidad de situaciones no resueltas que demandan nuestra atención.

Mientras las sombras del amanecer se diluyen en la claridad del nuevo día que llega, mientras todo en mi derredor está en silencio, y mientras mi esposa y compañera aún duerme, puedo dedicarme a pensar, sin que nada ni nadie me interrumpa. Siendo como soy, un hombre de edad avanzada que se niega a rendirse ante los embates del tiempo, necesito poner en orden mis ideas, necesito revisar las cosas a las que dedicaré mis esfuerzos en los días y semanas que vienen. Todos debemos hacer esto, pero para quienes tenemos menos tiempo por vivir, resulta particularmente importante planear con cuidado. Y por eso me encuentro pensando, en este nuevo día que nace.

Pienso en lo que he hecho a lo largo de mi vida y en lo mucho que he dejado atrás. Pienso en lo que he estado haciendo durante los últimos años, y pienso en lo que me queda por hacer en el tiempo que Dios me conceda de vida. Pienso en compromisos, en responsabilidades, en obligaciones y en deudas no cubiertas, no de carácter económico, sino de carácter moral, conmigo mismo y con la sociedad a la que pertenezco. Pienso que la tarea es grande y el tiempo escaso. Pienso que la cuesta es empinada, y que la fuerza que me anima y sostiene disminuye poco a poco, día a día. El tiempo es un implacable justiciero que no perdona ni hace distingos. Nos trata a todos por igual, y ante él no hay riqueza, ni poder ni estatus que valga. Pienso que aunque tengo prisa, voy caminando demasiado lento. Pienso que necesito ánimo y que no me puedo dar el lujo de desfallecer, a estas alturas del camino.

Usted y yo sabemos que 2020 se presenta como un año particularmente lleno de incógnitas retadoras e interrogantes fascinantes, y al mismo tiempo atemorizantes. Dirá usted que cada año que llega tiene características similares, y si duda le asiste la razón. A nadie se le ha concedido el don de la clarividencia, y por lo tanto vivimos presos de la duda y la incertidumbre, y nos debatimos entre el temor y la desesperanza. Sin embargo, contamos con elementos que nos permiten enfrentar esas dudas e incertidumbres con razonables expectativas de éxito. Esos elementos dependen en gran parte de nuestra fortaleza interior y del nivel de determinación de cada quien.

Pensar es bueno, pero pensar con profundidad y conocimiento es infinitamente mejor que simplemente divagar. En este último caso se obtienen resultados altamente positivos, y en el otro meramente se pierde el tiempo en forma lastimosa. Pensar es un ejercicio obligatorio en cualquier momento, pero pensar cuando damos los primeros pasos en el largo caminar de un año que empieza es, más que saludable, obligatorio. Debemos definir el rumbo, o corregirlo si es necesario, y muchos de nosotros —probablemente todos— tenemos la necesidad de realizar ajustes y de afinar la mira. No hay problema, ni es denigrante reconocer que nos hemos desviado al caminar, o que hemos tropezado, cometido errores y que hemos tenido fallas. Somos humanos al fin y al cabo, y errar es humano, como dijera algún sabio.

Pienso que la incertidumbre es un sentimiento capaz de alterar negativamente el ánimo de cualquiera. Siendo un sentimiento altamente corrosivo por naturaleza, y ante la imposibilidad de evitarlo, dada nuestra condición humana, debemos encontrar la forma de enfrentarla. La incertidumbre es enemiga natural de la certeza, y certeza es lo que los humanos buscamos antes que cualquier otra cosa. Tener certidumbre nos da seguridad, y la seguridad nos da la fortaleza necesaria para acometer las tareas que nos esperan.

El panorama que se abre ante nosotros en este principio de año viene teñido de múltiples colores. Como si fuera un arcoíris estampado fijamente en el horizonte, nos presenta una serie de posibilidades cuya probabilidad o improbabilidad queda parcialmente fuera de nuestro alcance. Podemos influir en la medida de nuestra personal capacidad de actuar, pero gran parte de los factores de influencia no dependen de nosotros, sino de las fuerzas externas que actúan. No estamos solos, ni habitamos una isla en el vasto océano de la existencia, de ahí que la noción de colectividad sea de vital importancia. Para mover el mundo —nuestro mundo— es necesaria una palanca y un punto de apoyo, y si el punto de apoyo es la unidad y concordia, y la fuerza que mueve la palanca proviene de múltiples brazos, la tarea resulta entonces más liviana y exitosa.

México, como país, tiene ante sí varias opciones, muchas de las cuales están determinadas por la voluntad totalitaria de quien reside en Palacio Nacional. Eso ni quien lo dude. Pero también debemos recordar que México es un todo, formado por múltiples piezas que tienen cada una su propia dinámica. Dentro de ese variopinto conjunto de piezas políticas llamadas “entidades”, Sonora ocupa un lugar, ni tan importante como para justificar la arrogancia de algunos, ni tan insignificante como para merecer el desprecio del Gobierno federal. Sonora simplemente está ahí, como parte de una Federación muy sui géneris, y sus habitantes —como los de cualquier otra parte— tienen (tenemos) percepciones y expectativas muy particulares para el año que acaba de arrancar.

Al finalizar 2019 Sonora recibió un nuevo garrotazo de parte de la LXIV Legislatura Federal, que con premeditación, alevosía y ventaja redujo drásticamente las participaciones en el paquete fiscal presentado por el Ejecutivo para el año 2020. A juzgar por este hecho contundente, lo que viene en este 2020 será probablemente algo sin precedente en los anales de nuestra entidad. Veremos y diremos.

El peso y la influencia que ejerce el actual Gobierno sobre la situación general de nuestro Estado es demasiado grande, llegando a un nivel de dependencia altamente perjudicial, revelando así la debilidad y la vulnerabilidad en que se encuentra la comunidad sonorense, que aún no supera la tradicional y enfermiza dependencia del aparato gubernamental y de sus acciones y decisiones. Sonora todavía no madura lo suficiente como para poder dejar atrás la simbiosis malsana gobierno-sociedad, cuando una de las dos partes del binomio —o ambas partes— no funcionan correctamente, o tienen serias deficiencias.

A poco más de un año haber llegado la 4T hemos llegado a comprender, aunque no necesariamente a aceptar, que durante el resto del sexenio 2018-2024 López Obrador seguirá actuando exactamente igual como lo ha hecho durante el tiempo que lleva en el poder. Como el perro que come huevo, no entiende ni le interesa otra cosa. Es lo que sabe hacer y es lo que ha hecho cada día desde el momento en que tomó posesión y rindió protesta, jurando cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan. ¿Y qué ha hecho? Precisamente todo lo contrario, pisoteando el Estado de Derecho, burlándose de las leyes, de los tribunales y de las instituciones, y cobijado bajo un grueso manto de impunidad absolutista que aterra y asombra.

La suciedad en las jugarretas preelectorales dominará ampliamente el espectro de las actividades, y no tardaremos en empezar a visualizar las estrategias cargadas de marrullerías que serán desplegadas por los aspirantes a los puestos de elección popular en 2021, muy en especial los que dentro del movimiento/partido Morena se sienten con espolones para gallo. En todas partes se cuecen habas, es cierto, pero ahí la situación rebasa todos los límites, y si usted aún tiene dudas respecto a lo que digo, no tiene ni tendrá que esperar mucho. Cuando menos lo piense empezará a ver cómo masca la iguana, y de qué color pinta el colorado. Los piojos, las cucarachas, las ratas y las garrapatas se empiezan a acomodar en todos los rincones de nuestro atribulado y golpeado país, y particularmente en Sonora.

Un panorama de lo más tétrico y deplorable para empezar un nuevo año, pero esa es la realidad y no hay forma de cambiarla, ni de soslayarla. Que le vaya bonito.