/ lunes 11 de febrero de 2019

Sin Medias Tintas | El pueblo bueno… para robar

El pueblo bueno y sabio, como dicen ahora las autoridades federales de la cuarta transformación, no se ha enterado de que hay un cambio radical en la forma de hacer las cosas en México. ¿Por qué? Porque todo sigue igual. Continuamos sufriendo los mismos problemas de seguridad que antes, y al parecer la Cartilla Moral no ha llegado con suficiente rapidez a la gente que comete delitos.

¿Qué podemos hacer? Al parecer nada. Tendremos que continuar aguantando los embates del pueblo bueno para robar.

Las becas para jóvenes que ni estudian ni trabajan ya están recibiendo registros; pero no tenemos estadística alguna que nos proyecte si habrá disminución de delitos gracias al otorgamiento de tales apoyos. Tampoco sabemos cuántos de estos apoyos económicos se entregarán a los jóvenes que roban por “necesidad”.

En mi colonia y lugares aledaños urge verdaderamente que se entreguen esas becas, porque estamos sufriendo una serie de robos en nuestras escuelas (preescolar y primaria) por parte de esa clase de jóvenes (que roban por necesidad), y las autoridades de los planteles no hallan la puerta para reponer los materiales de los hurtos, afectando con ello el funcionamiento y la prestación del servicio educativo.

El caso más reciente sucedió el sábado pasado, cuando mediante el sistema de mensajes de emergencia de la colonia, una vecina reportó a dos ladrones dentro de la escuela primaria Sor Juana Inés de la Cruz.

Después de llamar al 911 para solicitar la presencia de la Policía, presioné un poco al comandante de la zona para acelerar la llegada de las unidades, ya que es común que los ladrones huyan antes de que éstas lleguen. Y mediante nuestro mensajero de emergencias solicité apoyo a los vecinos que podrían ver a los ladrones para que avisaran de sus movimientos e informar así a los oficiales cuando estos llegaran.

Una unidad llegó antes de 10 minutos y dos oficiales ingresaron a la escuela brincándose la puerta. Solo los vi correr hacia el interior.

En tres minutos llegaron otras tres unidades. Una se dirigió hacia la otra salida de la escuela, y de las otras dos bajaron cuatro oficiales más. Uno de ellos vio inmediatamente al ladrón mientras intentaba subir una barda e ingresó a la escuela saltando ágilmente una de las puertas de servicio.

Para ese entonces el ladrón ya había alcanzado los techos y era perseguido por uno de los primeros oficiales en la escena. Otros lo esperaban abajo. No había salida. Estaba acorralado.

Con inusitada agilidad bajó del techo del segundo piso de una de las casas que comparte la la barda perimetral con la escuela. Veladamente tiró un cuchillo que traía entre las ropas, y ya cerca otro oficial le daba instrucciones para que se tirara al piso. Unos oficiales lo esposaron y otros sacaron bolsas con cables eléctricos y partes de las tuberías de cobre de las instaladas en los tinacos, que servirían de pruebas ante el juez de control. El segundo ladrón logró escapar por alguna parte.

Era un joven alto, delgado, como de 25 años, con habilidades físicas pocas veces vistas por quien escribe, y que nos hizo reír a todos cuando alguien le preguntó por qué entró a la escuela a robar y contestó: “solo entré de barbas”.

Lo mejor de todo es que si a este joven ladrón le gusta leer, quizá ahorita esté leyendo su historia, porque así es ahora nuestro sistema de justicia. Y quizá con la beca 4T pueda leer más para no robar… ¿o no?

El pueblo bueno y sabio, como dicen ahora las autoridades federales de la cuarta transformación, no se ha enterado de que hay un cambio radical en la forma de hacer las cosas en México. ¿Por qué? Porque todo sigue igual. Continuamos sufriendo los mismos problemas de seguridad que antes, y al parecer la Cartilla Moral no ha llegado con suficiente rapidez a la gente que comete delitos.

¿Qué podemos hacer? Al parecer nada. Tendremos que continuar aguantando los embates del pueblo bueno para robar.

Las becas para jóvenes que ni estudian ni trabajan ya están recibiendo registros; pero no tenemos estadística alguna que nos proyecte si habrá disminución de delitos gracias al otorgamiento de tales apoyos. Tampoco sabemos cuántos de estos apoyos económicos se entregarán a los jóvenes que roban por “necesidad”.

En mi colonia y lugares aledaños urge verdaderamente que se entreguen esas becas, porque estamos sufriendo una serie de robos en nuestras escuelas (preescolar y primaria) por parte de esa clase de jóvenes (que roban por necesidad), y las autoridades de los planteles no hallan la puerta para reponer los materiales de los hurtos, afectando con ello el funcionamiento y la prestación del servicio educativo.

El caso más reciente sucedió el sábado pasado, cuando mediante el sistema de mensajes de emergencia de la colonia, una vecina reportó a dos ladrones dentro de la escuela primaria Sor Juana Inés de la Cruz.

Después de llamar al 911 para solicitar la presencia de la Policía, presioné un poco al comandante de la zona para acelerar la llegada de las unidades, ya que es común que los ladrones huyan antes de que éstas lleguen. Y mediante nuestro mensajero de emergencias solicité apoyo a los vecinos que podrían ver a los ladrones para que avisaran de sus movimientos e informar así a los oficiales cuando estos llegaran.

Una unidad llegó antes de 10 minutos y dos oficiales ingresaron a la escuela brincándose la puerta. Solo los vi correr hacia el interior.

En tres minutos llegaron otras tres unidades. Una se dirigió hacia la otra salida de la escuela, y de las otras dos bajaron cuatro oficiales más. Uno de ellos vio inmediatamente al ladrón mientras intentaba subir una barda e ingresó a la escuela saltando ágilmente una de las puertas de servicio.

Para ese entonces el ladrón ya había alcanzado los techos y era perseguido por uno de los primeros oficiales en la escena. Otros lo esperaban abajo. No había salida. Estaba acorralado.

Con inusitada agilidad bajó del techo del segundo piso de una de las casas que comparte la la barda perimetral con la escuela. Veladamente tiró un cuchillo que traía entre las ropas, y ya cerca otro oficial le daba instrucciones para que se tirara al piso. Unos oficiales lo esposaron y otros sacaron bolsas con cables eléctricos y partes de las tuberías de cobre de las instaladas en los tinacos, que servirían de pruebas ante el juez de control. El segundo ladrón logró escapar por alguna parte.

Era un joven alto, delgado, como de 25 años, con habilidades físicas pocas veces vistas por quien escribe, y que nos hizo reír a todos cuando alguien le preguntó por qué entró a la escuela a robar y contestó: “solo entré de barbas”.

Lo mejor de todo es que si a este joven ladrón le gusta leer, quizá ahorita esté leyendo su historia, porque así es ahora nuestro sistema de justicia. Y quizá con la beca 4T pueda leer más para no robar… ¿o no?