/ miércoles 22 de abril de 2020

Sin medias tintas | Falta mucho

Las lecciones que nos ha dejado el virus SARS-CoV-2 (Covid-19) tardarán mucho tiempo en asimilarse, porque México no está preparado culturalmente para enfrentar una pandemia como la que vivimos. En nuestra cultura no existe la sanidad como práctica y mucho menos el confinamiento.

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A diferencia de Japón, Corea del Sur o Hong Kong y otros países democráticos, más educados, con confianza en sus gobiernos y en donde las instrucciones se siguen al pie de la letra, muchos mexicanos se sienten inmunes, cubiertos por un halo protector nacido de una mezcolanza de ignorancia, falta de confianza e indolencia.

Muchos dudan de la veracidad de la pandemia o de la existencia del virus y otros tantos desconfían de las recomendaciones de las autoridades de salud, arguyendo que se trata un complot de los gobiernos para aniquilar a los más viejos.

Sin embargo todo esto que estamos viviendo llegó para quedarse mientras no exista una vacuna contra el virus; entre nueve y 12 meses.

Lo que suceda al término de la contingencia sanitaria no será muy diferente a lo que estamos haciendo hoy, porque el SARS-CoV-2 andará entre nosotros, listo para infectar a quien se descuide.

Lo peor es que las proyecciones no son nada buenas, porque hay dos factores que inciden en el control de la propagación: las pruebas y los portadores asintomáticos.

Es decir, habrá personas dispersando el virus porque no sienten nada, otras dispersándolo a sabiendas de que tienen síntomas, y otras muchas ignorando simplemente la sana distancia porque así siempre han sido, orgullosos, ensimismados.

También las personas mayores deberán seguir aisladas mientras no se cuente con una vacuna, y las familias y todos los centros de trabajos tendrán que diseñar e implementar estrictos protocolos de sanidad.

Falta mucho para que esto termine, lamentablemente. Los cambios culturales que deberemos asimilar en materia de protección a nuestra salud y la de los demás costarán mucho, y en todos los sentidos.

Pero quizá también nos sirva para darnos cuenta de que los mexicanos debemos apostarle más a la educación, y particularmente a un civismo consciente que nos permita valorar y respetar más el entorno, a nuestros semejantes y en especial a la familia.

Lo mejor es hacerse a la idea de los cambios que se avecinan para no justificar después sorpresa, informarse bien y tomar previsiones ante la incertidumbre, y de igual manera, idear mecanismos de unidad ciudadana para resolver problemas de seguridad comunes de forma rápida y eficiente, porque tenga por seguro que los malos no descansarán.

Las lecciones que nos ha dejado el virus SARS-CoV-2 (Covid-19) tardarán mucho tiempo en asimilarse, porque México no está preparado culturalmente para enfrentar una pandemia como la que vivimos. En nuestra cultura no existe la sanidad como práctica y mucho menos el confinamiento.

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A diferencia de Japón, Corea del Sur o Hong Kong y otros países democráticos, más educados, con confianza en sus gobiernos y en donde las instrucciones se siguen al pie de la letra, muchos mexicanos se sienten inmunes, cubiertos por un halo protector nacido de una mezcolanza de ignorancia, falta de confianza e indolencia.

Muchos dudan de la veracidad de la pandemia o de la existencia del virus y otros tantos desconfían de las recomendaciones de las autoridades de salud, arguyendo que se trata un complot de los gobiernos para aniquilar a los más viejos.

Sin embargo todo esto que estamos viviendo llegó para quedarse mientras no exista una vacuna contra el virus; entre nueve y 12 meses.

Lo que suceda al término de la contingencia sanitaria no será muy diferente a lo que estamos haciendo hoy, porque el SARS-CoV-2 andará entre nosotros, listo para infectar a quien se descuide.

Lo peor es que las proyecciones no son nada buenas, porque hay dos factores que inciden en el control de la propagación: las pruebas y los portadores asintomáticos.

Es decir, habrá personas dispersando el virus porque no sienten nada, otras dispersándolo a sabiendas de que tienen síntomas, y otras muchas ignorando simplemente la sana distancia porque así siempre han sido, orgullosos, ensimismados.

También las personas mayores deberán seguir aisladas mientras no se cuente con una vacuna, y las familias y todos los centros de trabajos tendrán que diseñar e implementar estrictos protocolos de sanidad.

Falta mucho para que esto termine, lamentablemente. Los cambios culturales que deberemos asimilar en materia de protección a nuestra salud y la de los demás costarán mucho, y en todos los sentidos.

Pero quizá también nos sirva para darnos cuenta de que los mexicanos debemos apostarle más a la educación, y particularmente a un civismo consciente que nos permita valorar y respetar más el entorno, a nuestros semejantes y en especial a la familia.

Lo mejor es hacerse a la idea de los cambios que se avecinan para no justificar después sorpresa, informarse bien y tomar previsiones ante la incertidumbre, y de igual manera, idear mecanismos de unidad ciudadana para resolver problemas de seguridad comunes de forma rápida y eficiente, porque tenga por seguro que los malos no descansarán.