/ miércoles 5 de diciembre de 2018

Sin medias tintas | ¿Pa’trás o pa’delante?

Imagino que estuvo usted al filo del sillón observando la transmisión del Poder Ejecutivo federal el pasado sábado 1 de diciembre. Pero si no lo estuvo, no se preocupe; no se perdió de gran cosa.

Leerá, por supuesto, los ecos de las noticias en las redes sociales, como que el ex presidente Peña estaba incómodo en su asiento; que Nicolás Maduro fue mencionado en el recinto de San Lázaro, pero no asistió; que algunos representantes del pueblo sabio se robaron las nochebuenas que adornaban la entrada del ahora museo de Los Pinos; que los precios de los combustibles bajarán cuando se eficiente la producción de las refinerías que ya tenemos y se termine de construir una nueva; que fue un discurso muy largo bien/mal articulado; que los diputados panistas en la Cámara supieron/lograron contar hasta el 43; que el ahora presidente recibió el bastón de mando de los pueblos originarios mientras portaba la banda presidencial –lo que está prohibido por la Ley–; y muchas otras cosas más.

Lo que sí está claro es que nada quedó claro, porque fue un discurso de extremos y peligrosa polarización.

Se anunciaron importantes apoyos y sendas cancelaciones de reformas, pero nunca se mencionaron los cómo (quiero suponer que trabajan en ello). Y el mensaje pronunciado por el Presidente en definitiva no calmará el nerviosismo de los inversionistas ni las pobres expectativas de los empresarios nacionales y extranjeros.

En otras palabras, no sabemos a ciencia cierta si iremos para atrás o para adelante en esta difícil construcción de nación en la que todos estamos inmersos.

Iremos para atrás, si la reforma educativa se cancela de cuajo y si el presidente López Obrador le da oídos a Elba Esther Gordillo y a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación –que representa sólo dos secciones de las 61 distribuidas en el territorio nacional–. Aquí no podemos permitirnos más retrocesos, ante el demostrado papel fundamental de la educación en el desarrollo de las naciones.

Iremos para atrás, si los ahora llamados super delegados se convierten en cogobernadores en los estados. Su trabajo no debe ser otro más que el de cooperar y contribuir en el desarrollo de los estados y no convertirse en obstáculos que pudieran afectar el pacto federal al que están suscritos.

Iremos para adelante, si se eliminan los intereses particulares en algunas delegaciones federales, amén de las que hayan demostrado ineficiencia e ineptitud para el desempeño de sus funciones o se hayan alejado del interés último de apoyar al desarrollo de la sociedad.

Iremos para atrás, si las ahora moralmente renovadas instituciones –desde el 1 de diciembre– no cumplen con sus obligaciones o con las expectativas de los mexicanos, donde un 63% tiene esperanza de que México por fin cambie durante este sexenio.

Iremos para atrás, si no se respetan los compromisos adquiridos y firmados bajo el amparo de la reforma energética, puesto que el Gobierno no puede aumentar su deuda pública al hacerse cargo de los costos y multas.

Iremos para adelante, si se elimina totalmente con la corrupción –se sabe es imposible erradicarla, pero sí disminuirla–, y los ahorros obtenidos se dedican de verdad a resolver problemas y atrasos sociales.

Pero, lo peor de todo, es que iremos para atrás, si lo prometido no se cumple.

Así que no hay para dónde hacerse. Debemos apoyar lo decidido por la mayoría de los que votaron en julio pasado; pero jamás debemos solapar lo que vaya contrario a esa democracia que reconocemos.


Imagino que estuvo usted al filo del sillón observando la transmisión del Poder Ejecutivo federal el pasado sábado 1 de diciembre. Pero si no lo estuvo, no se preocupe; no se perdió de gran cosa.

Leerá, por supuesto, los ecos de las noticias en las redes sociales, como que el ex presidente Peña estaba incómodo en su asiento; que Nicolás Maduro fue mencionado en el recinto de San Lázaro, pero no asistió; que algunos representantes del pueblo sabio se robaron las nochebuenas que adornaban la entrada del ahora museo de Los Pinos; que los precios de los combustibles bajarán cuando se eficiente la producción de las refinerías que ya tenemos y se termine de construir una nueva; que fue un discurso muy largo bien/mal articulado; que los diputados panistas en la Cámara supieron/lograron contar hasta el 43; que el ahora presidente recibió el bastón de mando de los pueblos originarios mientras portaba la banda presidencial –lo que está prohibido por la Ley–; y muchas otras cosas más.

Lo que sí está claro es que nada quedó claro, porque fue un discurso de extremos y peligrosa polarización.

Se anunciaron importantes apoyos y sendas cancelaciones de reformas, pero nunca se mencionaron los cómo (quiero suponer que trabajan en ello). Y el mensaje pronunciado por el Presidente en definitiva no calmará el nerviosismo de los inversionistas ni las pobres expectativas de los empresarios nacionales y extranjeros.

En otras palabras, no sabemos a ciencia cierta si iremos para atrás o para adelante en esta difícil construcción de nación en la que todos estamos inmersos.

Iremos para atrás, si la reforma educativa se cancela de cuajo y si el presidente López Obrador le da oídos a Elba Esther Gordillo y a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación –que representa sólo dos secciones de las 61 distribuidas en el territorio nacional–. Aquí no podemos permitirnos más retrocesos, ante el demostrado papel fundamental de la educación en el desarrollo de las naciones.

Iremos para atrás, si los ahora llamados super delegados se convierten en cogobernadores en los estados. Su trabajo no debe ser otro más que el de cooperar y contribuir en el desarrollo de los estados y no convertirse en obstáculos que pudieran afectar el pacto federal al que están suscritos.

Iremos para adelante, si se eliminan los intereses particulares en algunas delegaciones federales, amén de las que hayan demostrado ineficiencia e ineptitud para el desempeño de sus funciones o se hayan alejado del interés último de apoyar al desarrollo de la sociedad.

Iremos para atrás, si las ahora moralmente renovadas instituciones –desde el 1 de diciembre– no cumplen con sus obligaciones o con las expectativas de los mexicanos, donde un 63% tiene esperanza de que México por fin cambie durante este sexenio.

Iremos para atrás, si no se respetan los compromisos adquiridos y firmados bajo el amparo de la reforma energética, puesto que el Gobierno no puede aumentar su deuda pública al hacerse cargo de los costos y multas.

Iremos para adelante, si se elimina totalmente con la corrupción –se sabe es imposible erradicarla, pero sí disminuirla–, y los ahorros obtenidos se dedican de verdad a resolver problemas y atrasos sociales.

Pero, lo peor de todo, es que iremos para atrás, si lo prometido no se cumple.

Así que no hay para dónde hacerse. Debemos apoyar lo decidido por la mayoría de los que votaron en julio pasado; pero jamás debemos solapar lo que vaya contrario a esa democracia que reconocemos.