/ lunes 30 de septiembre de 2019

Sin medias tintas | Punto de quiebre

En casi todas las ciencias existe un punto de quiebre. Es decir, el momento hasta donde se puede llegar sin que las consecuencias de lo que no se haga lleguen a ser devastadoras o lamentables.

En Medicina por ejemplo, vendría a hacer el momento en que una enfermedad se sale de control para convertirse en epidemia.

En las ciencias del espacio tiene un nombre más elegante: Punto de no retorno. El momento determinado por la suficiencia de combustible en caso de querer regresar de un viaje (que alcance el combustible para regresar después de haber recorrido cierta distancia).

La Ecología tiene reservado el mismo nombre, pero escalofriante, para el momento en que no importará cualquier acción que tomemos para salvar al planeta del daño que le ocasionamos, que por cierto es de 16 años. Es decir, tenemos 16 años antes de que nuestras acciones como Humanidad no representen ninguna diferencia para salvar la Tierra.

Se dice que también existió un “punto de aborción” durante la histórica Guerra Fría entre el bloque Occidental (dirigido por EE.UU.) y el del Este-Oriental (encabezado por Rusia), que marcaba los dos minutos previos antes de lanzarse un ataque nuclear con misiles balísticos que destruyera a todo ser vivo. Hay versiones que hablan de sólo 60 segundos para reaccionar y abortar los lanzamientos.

Incluso existe un libro interesante llamado The Tipping Point, de Malcolm Gladwell, que nos habla de esos momentos de tendencias irreversibles en todos los sentidos. Muy recomendable, por cierto.

En nuestra vida cotidiana, también tenemos esos puntos de quiebre o de no retorno. En las acciones que somos capaces de realizar como personas, se puede llegar al momento donde sea imposible regresarnos de lo que decimos o de la manera como actuamos. Una palabra mal dicha, un desaire o un rechazo, por ejemplo, pueden tener consecuencias imposibles de prever.

Como sociedad, como país, como nación, seguramente tenemos un punto de quiebre o no retorno.

La polarización que se ve diariamente entre los ciudadanos me hizo recordar ese detalle tan interesante. Lejos de las explicaciones sociológicas de Weber, es evidente de que nos enfrentamos a momentos difíciles de nuestra historia. Interesante para los académicos, pero no tanto así para los ciudadanos.

Tal polarización es fácil de explicar si sólo tomamos las partes emocionales del caso. En otras palabras, si transformamos el enojo, esa emoción reprimida de 30 millones de mexicanos, y la llevamos a la práctica democrática del voto. Pero ¿y dónde quedan los otros 59 millones del padrón electoral o los otros 100 millones del total de habitantes del país?

Aquí se cumplió la regla 80/20 de los economistas, la cual sostiene que el 20% de las personas son responsables del 80% de cualquier fenómeno. Y si aceptamos esa regla —que regularmente se cumple—, quizá ese sea el punto de quiebre o de no retorno para nuestro país.

En los acontecimientos caóticos que estamos viendo en el país aún no se cumple ese 20%, que será responsable del 80% del caos total… Y la pregunta es, ¿nos quedaremos viendo o actuaremos en consecuencia?

En casi todas las ciencias existe un punto de quiebre. Es decir, el momento hasta donde se puede llegar sin que las consecuencias de lo que no se haga lleguen a ser devastadoras o lamentables.

En Medicina por ejemplo, vendría a hacer el momento en que una enfermedad se sale de control para convertirse en epidemia.

En las ciencias del espacio tiene un nombre más elegante: Punto de no retorno. El momento determinado por la suficiencia de combustible en caso de querer regresar de un viaje (que alcance el combustible para regresar después de haber recorrido cierta distancia).

La Ecología tiene reservado el mismo nombre, pero escalofriante, para el momento en que no importará cualquier acción que tomemos para salvar al planeta del daño que le ocasionamos, que por cierto es de 16 años. Es decir, tenemos 16 años antes de que nuestras acciones como Humanidad no representen ninguna diferencia para salvar la Tierra.

Se dice que también existió un “punto de aborción” durante la histórica Guerra Fría entre el bloque Occidental (dirigido por EE.UU.) y el del Este-Oriental (encabezado por Rusia), que marcaba los dos minutos previos antes de lanzarse un ataque nuclear con misiles balísticos que destruyera a todo ser vivo. Hay versiones que hablan de sólo 60 segundos para reaccionar y abortar los lanzamientos.

Incluso existe un libro interesante llamado The Tipping Point, de Malcolm Gladwell, que nos habla de esos momentos de tendencias irreversibles en todos los sentidos. Muy recomendable, por cierto.

En nuestra vida cotidiana, también tenemos esos puntos de quiebre o de no retorno. En las acciones que somos capaces de realizar como personas, se puede llegar al momento donde sea imposible regresarnos de lo que decimos o de la manera como actuamos. Una palabra mal dicha, un desaire o un rechazo, por ejemplo, pueden tener consecuencias imposibles de prever.

Como sociedad, como país, como nación, seguramente tenemos un punto de quiebre o no retorno.

La polarización que se ve diariamente entre los ciudadanos me hizo recordar ese detalle tan interesante. Lejos de las explicaciones sociológicas de Weber, es evidente de que nos enfrentamos a momentos difíciles de nuestra historia. Interesante para los académicos, pero no tanto así para los ciudadanos.

Tal polarización es fácil de explicar si sólo tomamos las partes emocionales del caso. En otras palabras, si transformamos el enojo, esa emoción reprimida de 30 millones de mexicanos, y la llevamos a la práctica democrática del voto. Pero ¿y dónde quedan los otros 59 millones del padrón electoral o los otros 100 millones del total de habitantes del país?

Aquí se cumplió la regla 80/20 de los economistas, la cual sostiene que el 20% de las personas son responsables del 80% de cualquier fenómeno. Y si aceptamos esa regla —que regularmente se cumple—, quizá ese sea el punto de quiebre o de no retorno para nuestro país.

En los acontecimientos caóticos que estamos viendo en el país aún no se cumple ese 20%, que será responsable del 80% del caos total… Y la pregunta es, ¿nos quedaremos viendo o actuaremos en consecuencia?