En el país se vive de nuevo la efervescencia de las campañas políticas, las sobreevaluaciones o descrédito a los candidatos que nunca faltan conjuntamente con la polémica que se desata en las redes sociales y los portales informativos. En medio del despliegue de las campañas uno no puede evitar preguntarse cuándo se le dará prioridad al programa de gobierno del partido al que representa la o el candidato, en lugar de poner el énfasis de la campaña en la figura del candidato.
Si nos atenemos a lo que significa gobernar una jurisdicción, la elección de quien gobierna debería basarse en dos aspectos: el programa de trabajo de esta persona y su capacidad de implementarlo, estos factores poco o nada tienen que ver con la imagen del candidato a ejercer cualquier puesto de elección popular.
El buen gobierno de un país difícilmente tiene que ver con la personalidad de quien lo gobierna, ciertamente ha habido a lo largo de la historia gobernantes carismáticos que ha dirigido con más o menos acierto, tenemos el ejemplo los casos de Benito Juárez, Abraham Lincoln, Lázaro Cárdenas. Ciertamente las circunstancias en las que fueron electos los tres presidentes mencionados anteriormente fueron diferentes a las que se presentan en la actualidad así que la comparación entre los de antes y los de ahora, no sería muy adecuada porque aquellos ya forman parte de un proceso concluido, en tanto que los actuales todavía están en medio de una etapa que dista de haber finalizado.
Volviendo al tema de las elecciones. Elegir a la o las personas que van a gobernar el país en nuestra representación es una gran responsabilidad de la que no solemos estar conscientes, generalmente nos preocupamos por cuáles candidatos votar cuando nos encontramos en medio de las campañas mediáticas que nos proponen una u otra personas para ocupar una pléyade de puestos en los que, la mayor parte de nosotros no habíamos pensado en los años previos.
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Creo que para muchas personas puede resultar abrumadora la cantidad de información que en unos meses intenta resumir el pasado y proyectar no uno, sino varios futuros. En medio de este mar de información ¿qué hacer?, ¿cómo llegar a salvo a la otra orilla? Una forma de empezar a darles respuesta es comenzar a reflexionar, ¿qué tipo de futuro quiero para el país, y quién es capaz de plantear y ejecutar un programa realista para ejecutarlo?
