/ martes 29 de septiembre de 2020

Casa de las ideas | Actitudes

Que México se está yendo al carajo no es realmente un secreto para nadie. Bueno, tal vez lo sea para quienes, emulando a los avestruces, han decidido enterrar la cabeza en la arena, cerrando los ojos e ignorando los hechos.

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O quizá para aquellos que fingen demencia, y prefieren vivir arrodillados ante el rústico altar de oropel en que han colocado al ídolo pueblerino que han modelado con el barro de su idolatría ciega y su criminal estupidez.

Es un hecho, comprobado y expuesto una y mil veces en los diversos espacios de análisis y los foros de opinión, que nuestro pobre país ha entrado en barrena, dicho sea en términos aeronáuticos, y que va rodando irremediablemente hacia abajo por la empinada cuesta de los costosos errores, la increíble estulticia, los aterradores dislates, la asombrosa cantidad de tonterías, la brutal ceguera y la criminal terquedad de un mandatario que, con la mente extraviada y el espíritu en plena decadencia, sigue empecinado empujándolo para que acelere su caída.

En estas condiciones y ante el desolador panorama, se me ocurre pensar que López Obrador —que en sus absurdos delirios de grandeza ha presumido que en su juventud fue un pelotero con calidad de Ligas Mayores— se parece a uno de esos escarabajos peloteros que van fabricando una bola con los excrementos y se dedican a hacerla rodar.

De acuerdo con lo anterior, podríamos decir entonces que el escarabajo pelotero tiene “una vida de mierda”, porque las heces son su sustento, su trabajo y su nido. El nombre del escarabajo pelotero se debe precisamente a que cada día, todos los días de su vida, el insecto se dedica a arrastrar bolas de caca de hasta 200 veces su peso. Los escarabajos peloteros son unos insectos coleópteros que alimentan a sus larvas con boñiga o estiércol (excrementos).

De acuerdo a los hechos y a la forma como actúa, pareciera que para López este país, sus instituciones, sus leyes, y los mexicanos en general representamos la gran bola de caca que le proporciona sustento, quehacer y nido.

López lleva prácticamente dos años dedicado a convertir a este país en una gran bola de excremento, y haciéndola rodar hacia el precipicio. Las larvas cuya supervivencia depende de López, son esa pléyade de babeantes adoradores y adoratrices que se alimentan con las bolitas de detritus que les fabrica su benefactor y proveedor, al que adoran y veneran por su munificencia y providente generosidad.

Y el gran marco escenográfico en que se representa la gran tragedia nacional, se despliega todos los días, con los ridículos sainetes que conocemos como “las mañaneras”.

Si acaso se les pudiera atribuir alguna discutible cualidad a esas abominables e infumables pantomimas que López se ha empecinado en presentar a diario, desde que asumió el poder hace ya casi dos años, sería la de demostrar en forma fehaciente e inobjetable la espantosa debacle en que se encuentra el país.

Al mostrar pública y reiteradamente su aterradora incompetencia, y la patética nulidad de sus acciones como presidente, López se ha convertido en el principal promotor de su propia destrucción, y un día sí y otro día también, nos presenta en charola de plata, a todo color y en pantalla panorámica, los inobjetables argumentos que justifican la caída incesante e irrefrenable de su imagen, sin importar lo que digan las cuchareadas encuestas de opinión que, como bien sabemos, en la actualidad no son otra cosa que viles trajes confeccionados a la medida de quienes los ordenan, y lo$ pagan.

Una y otra vez el primer mentecato del país ha dicho públicamente que quienes nos oponemos a su “transformación renovadora” integramos una masa de entes conservadores y neoliberales retrógrados, que representamos un pesado lastre social, y que nos aferramos a privilegios que no merecemos. Si al hablar de “privilegios inmerecidos” se refiere a la calidad de vida que cada uno de nosotros ha construido para su familia a lo largo de toda una existencia de esfuerzo y de trabajo, acepto los calificativos peyorativos, y reconozco abiertamente que formo parte de ese mundo conservador y neoliberal que describe el escarabajo pelotero de Tabasco.

Llama poderosamente la atención el hecho de que ese juicio flamígero haya sido emitido por un tipo al que no se le conocen fuentes de sostenimiento, y que jamás ha tenido un empleo normal y formal en su miserable existencia. Nadie sabe con exactitud de qué manera ha podido sostener su tren de vida pública y sus actividades políticas, cuáles han sido sus fuentes de financiamiento, y cómo ha logrado proveer para él y sus familiares a lo largo de su patética existencia. Esas inconsistencias arrojan una espesa sombra de duda y sospecha sobre la pretendida honestidad y moralidad del líder máximo de los incorruptibles que militan en el confinamiento de desperdicios tóxicos políticos denominado “Morena”.

Me parece importante insistir en que México no es y no ha sido jamás, su gobierno, haya provenido del partido que sea. México es un concepto infinitamente superior que nos engloba a todos los mexicanos, sin distinción de clase, posición social y situación económica… ¡Utópico! ¡Irreal! ¡Fantasioso! exclamarán los escépticos, los frustrados y los amargados. Pudiera parecer así a primera vista, pero por muy utópico, irreal y fantasioso que suene, así es.

Muchos tienden a confundir las cosas, y arrugan la nariz cuando escuchan la palabra “México”, como si apestara a podrido, o fuera algo en estado de descomposición. Y es importante recalcarlo porque me he dado cuenta de que hay muchas personas que manifiestan desagrado y repudio cuando surge el tema de la política, y de la mala situación en que se encuentra el país, y optan mejor por voltear hacia otro lado para no ver y no sentir. Como si evadiendo el tema y cerrando los ojos ante la realidad, y dejándoles libre el camino a los destructores, se fueran a resolver las cosas.

Aunque muchos mexicanos acepten como comportamiento lógico y natural la indiferencia, la dejadez cívica y la resistencia a participar, pretendiendo que el dejar hacer y dejar pasar es lo más adecuado ante la precaria situación en que se encuentra el país, la dura realidad no tardará en hacerles comprender cuán equivocados están, y qué grave es el error que están cometiendo.

El México actual ha terminado decantándose en dos grandes fracciones: los que tienen el poder y lo ejercen a su manera y capricho; y los que no lo tenemos, y nos limitamos a observar generalmente sin hacer nada, o en el mejor de los casos, a observar y si acaso levantando tímidamente nuestra voz de protesta.

En la primera fracción, la de los poderosos, están los políticos de todos los perfiles y filiaciones. Ellos constituyen la llamada “partidocracia”, debido a que utilizan preferentemente a los partidos políticos como herramienta perfecta para desarrollar sus actividades y lograr sus propósitos. En la segunda gran fracción estamos nosotros, los ciudadanos, la masa amorfa de entes humanos y subhumanos que ha entronizado a los de la primera fracción. Y dentro de esta segunda fracción existen también subfracciones.

Ahí están los que se resisten a perder la condición de ciudadanos que los identifica y dignifica, y los que han renunciado y se han convertido en rebaño. Están los que mantienen en alto las banderas de la rebeldía ciudadana, y los que las han arriado y han abandonado las trincheras en el sangriento campo de batalla donde luchan en completa desigualdad los poderosos contra los que no se dejan y se resisten a aceptar el “statu quo”, concepto que significa la situación en el momento actual.

El “statu quo” hace referencia a un estado emocional, social, político y/o económico en un determinado período de tiempo. De esta manera, el “statu quo” puede implicar un momento de paz y tranquilidad, un momento de crisis, o un momento de inmovilidad y frustración. Por ello, el significado de “statu quo” depende del contexto, en este caso, la situación que vive el país desde que llegó la abominable 4T.

Lo que define a los que integran la primera de las dos grandes fracciones, la de los políticos, son sus apetitos y ambiciones, y los recursos que utilizan para satisfacerlos. A los que nos ubicamos en la segunda fracción nos identifican nuestras actitudes, principalmente. Algunos, por el contrario, dirán que son las ideas y las posiciones ideológicas, e incluso las preferencias políticas, pero en mi opinión lo que nos define son nuestras actitudes ante el estado de cosas que vive el país.

Las actitudes de quienes hemos decidido oponer resistencia a los que clara y evidentemente han llegado para destruir este país, que en teoría es de todos y para todos, y las de quienes han decidido convertirse en simples espectadores en los graderíos del circo nacional. Las actitudes de los que no aceptan y se oponen, y las actitudes de los que han doblado las manos con mansedumbre ovejuna y han preferido tirarse en el suelo, para que los que ejercen el poder con vileza y perversidad los utilicen como tapetes humanos y les pasen por encima.

Así pues, finalmente y de cara al momento actual, todo se reduce a la actitud que cada quien ha decidido adoptar ante la situación que México está viviendo. Y son ellas, las actitudes que se adoptan, las que a fin de cuenta terminarán estableciendo la diferencia abismal que existe entre los que son ciudadanos auténticos, y los que forman parte de una patética manada de ganado que acepta ser conducida al matadero sin chistar.

Nuevamente, el dilema fatal que se nos presenta es ser, o no ser.

Que México se está yendo al carajo no es realmente un secreto para nadie. Bueno, tal vez lo sea para quienes, emulando a los avestruces, han decidido enterrar la cabeza en la arena, cerrando los ojos e ignorando los hechos.

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O quizá para aquellos que fingen demencia, y prefieren vivir arrodillados ante el rústico altar de oropel en que han colocado al ídolo pueblerino que han modelado con el barro de su idolatría ciega y su criminal estupidez.

Es un hecho, comprobado y expuesto una y mil veces en los diversos espacios de análisis y los foros de opinión, que nuestro pobre país ha entrado en barrena, dicho sea en términos aeronáuticos, y que va rodando irremediablemente hacia abajo por la empinada cuesta de los costosos errores, la increíble estulticia, los aterradores dislates, la asombrosa cantidad de tonterías, la brutal ceguera y la criminal terquedad de un mandatario que, con la mente extraviada y el espíritu en plena decadencia, sigue empecinado empujándolo para que acelere su caída.

En estas condiciones y ante el desolador panorama, se me ocurre pensar que López Obrador —que en sus absurdos delirios de grandeza ha presumido que en su juventud fue un pelotero con calidad de Ligas Mayores— se parece a uno de esos escarabajos peloteros que van fabricando una bola con los excrementos y se dedican a hacerla rodar.

De acuerdo con lo anterior, podríamos decir entonces que el escarabajo pelotero tiene “una vida de mierda”, porque las heces son su sustento, su trabajo y su nido. El nombre del escarabajo pelotero se debe precisamente a que cada día, todos los días de su vida, el insecto se dedica a arrastrar bolas de caca de hasta 200 veces su peso. Los escarabajos peloteros son unos insectos coleópteros que alimentan a sus larvas con boñiga o estiércol (excrementos).

De acuerdo a los hechos y a la forma como actúa, pareciera que para López este país, sus instituciones, sus leyes, y los mexicanos en general representamos la gran bola de caca que le proporciona sustento, quehacer y nido.

López lleva prácticamente dos años dedicado a convertir a este país en una gran bola de excremento, y haciéndola rodar hacia el precipicio. Las larvas cuya supervivencia depende de López, son esa pléyade de babeantes adoradores y adoratrices que se alimentan con las bolitas de detritus que les fabrica su benefactor y proveedor, al que adoran y veneran por su munificencia y providente generosidad.

Y el gran marco escenográfico en que se representa la gran tragedia nacional, se despliega todos los días, con los ridículos sainetes que conocemos como “las mañaneras”.

Si acaso se les pudiera atribuir alguna discutible cualidad a esas abominables e infumables pantomimas que López se ha empecinado en presentar a diario, desde que asumió el poder hace ya casi dos años, sería la de demostrar en forma fehaciente e inobjetable la espantosa debacle en que se encuentra el país.

Al mostrar pública y reiteradamente su aterradora incompetencia, y la patética nulidad de sus acciones como presidente, López se ha convertido en el principal promotor de su propia destrucción, y un día sí y otro día también, nos presenta en charola de plata, a todo color y en pantalla panorámica, los inobjetables argumentos que justifican la caída incesante e irrefrenable de su imagen, sin importar lo que digan las cuchareadas encuestas de opinión que, como bien sabemos, en la actualidad no son otra cosa que viles trajes confeccionados a la medida de quienes los ordenan, y lo$ pagan.

Una y otra vez el primer mentecato del país ha dicho públicamente que quienes nos oponemos a su “transformación renovadora” integramos una masa de entes conservadores y neoliberales retrógrados, que representamos un pesado lastre social, y que nos aferramos a privilegios que no merecemos. Si al hablar de “privilegios inmerecidos” se refiere a la calidad de vida que cada uno de nosotros ha construido para su familia a lo largo de toda una existencia de esfuerzo y de trabajo, acepto los calificativos peyorativos, y reconozco abiertamente que formo parte de ese mundo conservador y neoliberal que describe el escarabajo pelotero de Tabasco.

Llama poderosamente la atención el hecho de que ese juicio flamígero haya sido emitido por un tipo al que no se le conocen fuentes de sostenimiento, y que jamás ha tenido un empleo normal y formal en su miserable existencia. Nadie sabe con exactitud de qué manera ha podido sostener su tren de vida pública y sus actividades políticas, cuáles han sido sus fuentes de financiamiento, y cómo ha logrado proveer para él y sus familiares a lo largo de su patética existencia. Esas inconsistencias arrojan una espesa sombra de duda y sospecha sobre la pretendida honestidad y moralidad del líder máximo de los incorruptibles que militan en el confinamiento de desperdicios tóxicos políticos denominado “Morena”.

Me parece importante insistir en que México no es y no ha sido jamás, su gobierno, haya provenido del partido que sea. México es un concepto infinitamente superior que nos engloba a todos los mexicanos, sin distinción de clase, posición social y situación económica… ¡Utópico! ¡Irreal! ¡Fantasioso! exclamarán los escépticos, los frustrados y los amargados. Pudiera parecer así a primera vista, pero por muy utópico, irreal y fantasioso que suene, así es.

Muchos tienden a confundir las cosas, y arrugan la nariz cuando escuchan la palabra “México”, como si apestara a podrido, o fuera algo en estado de descomposición. Y es importante recalcarlo porque me he dado cuenta de que hay muchas personas que manifiestan desagrado y repudio cuando surge el tema de la política, y de la mala situación en que se encuentra el país, y optan mejor por voltear hacia otro lado para no ver y no sentir. Como si evadiendo el tema y cerrando los ojos ante la realidad, y dejándoles libre el camino a los destructores, se fueran a resolver las cosas.

Aunque muchos mexicanos acepten como comportamiento lógico y natural la indiferencia, la dejadez cívica y la resistencia a participar, pretendiendo que el dejar hacer y dejar pasar es lo más adecuado ante la precaria situación en que se encuentra el país, la dura realidad no tardará en hacerles comprender cuán equivocados están, y qué grave es el error que están cometiendo.

El México actual ha terminado decantándose en dos grandes fracciones: los que tienen el poder y lo ejercen a su manera y capricho; y los que no lo tenemos, y nos limitamos a observar generalmente sin hacer nada, o en el mejor de los casos, a observar y si acaso levantando tímidamente nuestra voz de protesta.

En la primera fracción, la de los poderosos, están los políticos de todos los perfiles y filiaciones. Ellos constituyen la llamada “partidocracia”, debido a que utilizan preferentemente a los partidos políticos como herramienta perfecta para desarrollar sus actividades y lograr sus propósitos. En la segunda gran fracción estamos nosotros, los ciudadanos, la masa amorfa de entes humanos y subhumanos que ha entronizado a los de la primera fracción. Y dentro de esta segunda fracción existen también subfracciones.

Ahí están los que se resisten a perder la condición de ciudadanos que los identifica y dignifica, y los que han renunciado y se han convertido en rebaño. Están los que mantienen en alto las banderas de la rebeldía ciudadana, y los que las han arriado y han abandonado las trincheras en el sangriento campo de batalla donde luchan en completa desigualdad los poderosos contra los que no se dejan y se resisten a aceptar el “statu quo”, concepto que significa la situación en el momento actual.

El “statu quo” hace referencia a un estado emocional, social, político y/o económico en un determinado período de tiempo. De esta manera, el “statu quo” puede implicar un momento de paz y tranquilidad, un momento de crisis, o un momento de inmovilidad y frustración. Por ello, el significado de “statu quo” depende del contexto, en este caso, la situación que vive el país desde que llegó la abominable 4T.

Lo que define a los que integran la primera de las dos grandes fracciones, la de los políticos, son sus apetitos y ambiciones, y los recursos que utilizan para satisfacerlos. A los que nos ubicamos en la segunda fracción nos identifican nuestras actitudes, principalmente. Algunos, por el contrario, dirán que son las ideas y las posiciones ideológicas, e incluso las preferencias políticas, pero en mi opinión lo que nos define son nuestras actitudes ante el estado de cosas que vive el país.

Las actitudes de quienes hemos decidido oponer resistencia a los que clara y evidentemente han llegado para destruir este país, que en teoría es de todos y para todos, y las de quienes han decidido convertirse en simples espectadores en los graderíos del circo nacional. Las actitudes de los que no aceptan y se oponen, y las actitudes de los que han doblado las manos con mansedumbre ovejuna y han preferido tirarse en el suelo, para que los que ejercen el poder con vileza y perversidad los utilicen como tapetes humanos y les pasen por encima.

Así pues, finalmente y de cara al momento actual, todo se reduce a la actitud que cada quien ha decidido adoptar ante la situación que México está viviendo. Y son ellas, las actitudes que se adoptan, las que a fin de cuenta terminarán estableciendo la diferencia abismal que existe entre los que son ciudadanos auténticos, y los que forman parte de una patética manada de ganado que acepta ser conducida al matadero sin chistar.

Nuevamente, el dilema fatal que se nos presenta es ser, o no ser.