/ viernes 19 de julio de 2019

Casa de las ideas | El aspirante ideal

Encontrándonos, como nos encontramos, en el umbral de los tiempos de selección y presentación de aspirantes (primero), precandidatos (después) y finalmente de los que serán candidatos oficiales por parte de los institutos (partidos) políticos —cada vez más desprestigiados y despreciados, sin excepción alguna— a los diferentes puestos de elección en las elecciones de 2021, aquí en Sonora y en muchas otras partes del país, me parece oportuno y procedente presentar al lector una alegoría representativa, respecto a este tema que ya empieza a calentar el ambiente político dentro y fuera de nuestro terruño.

Se han abierto las rejas de las jaulas en el zoológico electoral, y los depredadores políticos ya empiezan a salir en busca de carne para desgarrar, y de sangre para saciar su sed.

Antes de pasar al texto de la alegoría, vale la pena dejar aquí el apunte de la importancia que en mi opinión va a tener esta elección que se aproxima a gran velocidad. Desde luego, está el cargo de gobernador que se peleará en trece entidades federativas, pero más allá de eso, cuya importancia es evidente, está la renovación de las cámaras legislativas a nivel estatal y federal, lo que puede determinar un cambio drástico en el balance del enorme poder que en forma insensata y absurda los votantes le entregaron al presidente López Obrador, en las elecciones de 2018, y que ha traído como consecuencia la situación turbulenta e inestable en que se encuentra el país, a poco menos de ocho meses de haber sobrevenido la tsunami que está arrasando con todo: instituciones, organizaciones, orden constitucional, armonía social, y un etcétera más largo que uno de aquellos viejos trenes de carga.

En manos de los votantes quedará la grave decisión de seguir como vamos hacia donde vamos, o empezar a darle un giro al perfil absolutista y totalitario que muestra, cada día con mayor claridad, el Ejecutivo en turno, y que hoy por hoy exhibe con total impudicia una absoluta y muy peligrosa tendencia a la omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia. La eventual y potencial pérdida de la mayoría legislativa que tiene Morena, y por ende el presidente López —que es en realidad su dueño y señor— en los congresos estatales y en San Lázaro, representa la piedra angular, el meollo central, en estas elecciones que vienen. Si el voto de los ciudadanos le quita esa parte del enorme poder que tiene actualmente, las cosas pueden tomar otro derrotero en los tiempos por venir.

Esa es, en mi opinión, la trascendencia que tendrá la siguiente elección, lo cual con absoluta seguridad tienen detectado, y representa una fuerte jaqueca, en el círculo estratégico que rodea a López Obrador, que debe asegurarse de que nada cambie para que todo siga igual, en la ruta hacia la consolidación de una 4T que, hasta el momento, nadie sabe bien a bien en qué consiste, porque ni aún sus promotores principales lo han podido explicar. Este es el ingrediente principal que define la consistente falta de rumbo que se observa en el país, y los tumbos y bandazos que día con día va dando el gobierno obradorista, y que explica su creciente pérdida de aceptación y aprobación.

Vayamos pues a la alegoría que mi mente traviesa ha discurrido, con la esperanza de que el lector le encuentre el sentido que traté de darle…

ooOoo

“No he de negar que tiene usted el perfil adecuado” -dijo el jerarca-, “pero un puesto como ese, al que usted aspira, requiere valor, mucho valor.”

“¿Cómo qué tanto valor?” interpeló el aspirante.

“Existen personas que se convierten en verdaderos problemas, exigiendo cambios imposibles de conceder, o piden eliminar situaciones que no podemos conceder, que se convierten en piedras de tropiezo. ¿Tal vez sea usted de los que concede a la vida humana el valor más alto?”

El aspirante involuntariamente aguzó la mirada y dijo: "Nunca he permitido que una piedra estorbe el camino que se está construyendo", tengo pruebas de eso.

“Pero, por supuesto,” replicó el jerarca, “si la ‘piedra’ es algo cercano a usted, tendría usted que considerarlo” presionó el jerarca.

“Una piedra es una piedra y como tal se le trata” contestó con aplomo el aspirante.

El jerarca concentró todo el poder de su mirada en el aspirante, y luego de una larga pausa dijo: “usted tiene una bonita familia, debe estar muy orgulloso y satisfecho”.

“Mi familia y yo estamos siempre para servir a los altos intereses de la nación, somos fieles soldados del partido” respondió el aspirante.

”Sin embargo, seguramente alguno de ellos tiene sus propios ideales” inquirió el jerarca.

"Mi familia, toda, sabe que los ideales son la comida de los mediocres. Los seres que valen son los decididos. Los ideales son las barreras que los débiles aceptan o se autoforjan para descargar su conciencia ante su falta de realización”. El jerarca pudo sentir en esta contestación del aspirante una vehemencia inusitada y sonrió levemente.

“En el aspecto económico”, continuó el jerarca, “debe usted saber qué tan importante es para la buena conducción del país, el tener bien sujetas las riendas”.

“Por supuesto señor”, asintió el aspirante, “tanto como ser uno el que ha puesto los corceles”.

“¿Y si los ricos y poderosos exigen su parte?”

Con un rictus de cinismo ripostó el aspirante: “A los que crean la riqueza hay que permitirles que prueben de ella. Lo importante es tener control del freno que mide el tamaño de la tarascada”.

“Pero ¿cómo hacerlo señor aspirante?, recuerde que son una especie muy golosa”.

El aspirante se levantó y por primera vez habló de pie: “¿Cómo se controla a un cerdo señor? ¿Y a un lobo? Dejándolos que se revuelquen, domesticándolos. O como Pavlov, creando reflejos condicionados. También existe el recurso de traerles de otros países, variedades más golosas, y enfrentarlos. Si me permite, Señor, aunque se presenten como tigres, son cerdos”.

“¿Y el pueblo, las masas? También exigen su parte”.

“Es lo mismo, pero se les trata como insectos y bacterias. Darles un trozo de basura y cuando se acabe darles otro. Y hacerles creer que es una dádiva. Los insectos y bacterias son tontas, estimado señor”, dijo el aspirante ya con confianza, “por principio para ellas los desechos son delicia, y siempre se les podrá convencer de que eso es lo que les ajusta. Y si ni migajas alcanza para darles, siempre queda el recurso de que se vayan a otras partes a buscarlas”.

“Señor Maquiave... ¡perdón...! señor aspirante. Me sorprende y aún me confunde usted. Me parecen excelentes sus medios, pero ¿cuáles son los fines?”

El aspirante, sintiéndose dueño de la situación, continuó, con voz engolada: “Los fines son los que el estadista, interpretando las circunstancias, decida que lo son. Todo poder deriva de Dios. Ante esta inmarcesible verdad, el estadista debe enfrentar su momento, sin vacilaciones, sin debilidades, confiado en sí mismo. No debe permitir que el juicio social presente, ni futuro, modere una sola de sus acciones. Como dijo el rey aquel : <L’etat c'est moi>”

El aspirante, tembloroso y exultante, pareció haber llegado al clímax de su libido política. El jerarca lo miró intensamente a los ojos en silencio y a continuación lo tomo en un ferviente abrazo. Después, en silencio, el aspirante se retiró.

A solas el jerarca hizo ponderaciones y concluyó que ya tenía el candidato adecuado. Posando los ojos en el “documento secreto” dejó que su mente se expandiera, y se congratuló de saber que el partido seguía produciendo exactamente los elementos necesarios. No había reglas escritas, ni adoctrinamiento formal, ni obligación. Pero indefectiblemente, los miembros terminaban entendiendo las reglas del juego. Como en un líquido celular, los miles de tretas y actitudes bajunas flotaban en el ambiente del partido, y como por ósmosis eran incorporadas en sus miembros. El aspirante había salido de ahí, convencido de haber demostrado “su valía”, “su recta e individual forma de pensar”.

En Twitter soy @ChapoRomo

Mi dirección de correo es oscar.romo@casadelasideas.com

Encontrándonos, como nos encontramos, en el umbral de los tiempos de selección y presentación de aspirantes (primero), precandidatos (después) y finalmente de los que serán candidatos oficiales por parte de los institutos (partidos) políticos —cada vez más desprestigiados y despreciados, sin excepción alguna— a los diferentes puestos de elección en las elecciones de 2021, aquí en Sonora y en muchas otras partes del país, me parece oportuno y procedente presentar al lector una alegoría representativa, respecto a este tema que ya empieza a calentar el ambiente político dentro y fuera de nuestro terruño.

Se han abierto las rejas de las jaulas en el zoológico electoral, y los depredadores políticos ya empiezan a salir en busca de carne para desgarrar, y de sangre para saciar su sed.

Antes de pasar al texto de la alegoría, vale la pena dejar aquí el apunte de la importancia que en mi opinión va a tener esta elección que se aproxima a gran velocidad. Desde luego, está el cargo de gobernador que se peleará en trece entidades federativas, pero más allá de eso, cuya importancia es evidente, está la renovación de las cámaras legislativas a nivel estatal y federal, lo que puede determinar un cambio drástico en el balance del enorme poder que en forma insensata y absurda los votantes le entregaron al presidente López Obrador, en las elecciones de 2018, y que ha traído como consecuencia la situación turbulenta e inestable en que se encuentra el país, a poco menos de ocho meses de haber sobrevenido la tsunami que está arrasando con todo: instituciones, organizaciones, orden constitucional, armonía social, y un etcétera más largo que uno de aquellos viejos trenes de carga.

En manos de los votantes quedará la grave decisión de seguir como vamos hacia donde vamos, o empezar a darle un giro al perfil absolutista y totalitario que muestra, cada día con mayor claridad, el Ejecutivo en turno, y que hoy por hoy exhibe con total impudicia una absoluta y muy peligrosa tendencia a la omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia. La eventual y potencial pérdida de la mayoría legislativa que tiene Morena, y por ende el presidente López —que es en realidad su dueño y señor— en los congresos estatales y en San Lázaro, representa la piedra angular, el meollo central, en estas elecciones que vienen. Si el voto de los ciudadanos le quita esa parte del enorme poder que tiene actualmente, las cosas pueden tomar otro derrotero en los tiempos por venir.

Esa es, en mi opinión, la trascendencia que tendrá la siguiente elección, lo cual con absoluta seguridad tienen detectado, y representa una fuerte jaqueca, en el círculo estratégico que rodea a López Obrador, que debe asegurarse de que nada cambie para que todo siga igual, en la ruta hacia la consolidación de una 4T que, hasta el momento, nadie sabe bien a bien en qué consiste, porque ni aún sus promotores principales lo han podido explicar. Este es el ingrediente principal que define la consistente falta de rumbo que se observa en el país, y los tumbos y bandazos que día con día va dando el gobierno obradorista, y que explica su creciente pérdida de aceptación y aprobación.

Vayamos pues a la alegoría que mi mente traviesa ha discurrido, con la esperanza de que el lector le encuentre el sentido que traté de darle…

ooOoo

“No he de negar que tiene usted el perfil adecuado” -dijo el jerarca-, “pero un puesto como ese, al que usted aspira, requiere valor, mucho valor.”

“¿Cómo qué tanto valor?” interpeló el aspirante.

“Existen personas que se convierten en verdaderos problemas, exigiendo cambios imposibles de conceder, o piden eliminar situaciones que no podemos conceder, que se convierten en piedras de tropiezo. ¿Tal vez sea usted de los que concede a la vida humana el valor más alto?”

El aspirante involuntariamente aguzó la mirada y dijo: "Nunca he permitido que una piedra estorbe el camino que se está construyendo", tengo pruebas de eso.

“Pero, por supuesto,” replicó el jerarca, “si la ‘piedra’ es algo cercano a usted, tendría usted que considerarlo” presionó el jerarca.

“Una piedra es una piedra y como tal se le trata” contestó con aplomo el aspirante.

El jerarca concentró todo el poder de su mirada en el aspirante, y luego de una larga pausa dijo: “usted tiene una bonita familia, debe estar muy orgulloso y satisfecho”.

“Mi familia y yo estamos siempre para servir a los altos intereses de la nación, somos fieles soldados del partido” respondió el aspirante.

”Sin embargo, seguramente alguno de ellos tiene sus propios ideales” inquirió el jerarca.

"Mi familia, toda, sabe que los ideales son la comida de los mediocres. Los seres que valen son los decididos. Los ideales son las barreras que los débiles aceptan o se autoforjan para descargar su conciencia ante su falta de realización”. El jerarca pudo sentir en esta contestación del aspirante una vehemencia inusitada y sonrió levemente.

“En el aspecto económico”, continuó el jerarca, “debe usted saber qué tan importante es para la buena conducción del país, el tener bien sujetas las riendas”.

“Por supuesto señor”, asintió el aspirante, “tanto como ser uno el que ha puesto los corceles”.

“¿Y si los ricos y poderosos exigen su parte?”

Con un rictus de cinismo ripostó el aspirante: “A los que crean la riqueza hay que permitirles que prueben de ella. Lo importante es tener control del freno que mide el tamaño de la tarascada”.

“Pero ¿cómo hacerlo señor aspirante?, recuerde que son una especie muy golosa”.

El aspirante se levantó y por primera vez habló de pie: “¿Cómo se controla a un cerdo señor? ¿Y a un lobo? Dejándolos que se revuelquen, domesticándolos. O como Pavlov, creando reflejos condicionados. También existe el recurso de traerles de otros países, variedades más golosas, y enfrentarlos. Si me permite, Señor, aunque se presenten como tigres, son cerdos”.

“¿Y el pueblo, las masas? También exigen su parte”.

“Es lo mismo, pero se les trata como insectos y bacterias. Darles un trozo de basura y cuando se acabe darles otro. Y hacerles creer que es una dádiva. Los insectos y bacterias son tontas, estimado señor”, dijo el aspirante ya con confianza, “por principio para ellas los desechos son delicia, y siempre se les podrá convencer de que eso es lo que les ajusta. Y si ni migajas alcanza para darles, siempre queda el recurso de que se vayan a otras partes a buscarlas”.

“Señor Maquiave... ¡perdón...! señor aspirante. Me sorprende y aún me confunde usted. Me parecen excelentes sus medios, pero ¿cuáles son los fines?”

El aspirante, sintiéndose dueño de la situación, continuó, con voz engolada: “Los fines son los que el estadista, interpretando las circunstancias, decida que lo son. Todo poder deriva de Dios. Ante esta inmarcesible verdad, el estadista debe enfrentar su momento, sin vacilaciones, sin debilidades, confiado en sí mismo. No debe permitir que el juicio social presente, ni futuro, modere una sola de sus acciones. Como dijo el rey aquel : <L’etat c'est moi>”

El aspirante, tembloroso y exultante, pareció haber llegado al clímax de su libido política. El jerarca lo miró intensamente a los ojos en silencio y a continuación lo tomo en un ferviente abrazo. Después, en silencio, el aspirante se retiró.

A solas el jerarca hizo ponderaciones y concluyó que ya tenía el candidato adecuado. Posando los ojos en el “documento secreto” dejó que su mente se expandiera, y se congratuló de saber que el partido seguía produciendo exactamente los elementos necesarios. No había reglas escritas, ni adoctrinamiento formal, ni obligación. Pero indefectiblemente, los miembros terminaban entendiendo las reglas del juego. Como en un líquido celular, los miles de tretas y actitudes bajunas flotaban en el ambiente del partido, y como por ósmosis eran incorporadas en sus miembros. El aspirante había salido de ahí, convencido de haber demostrado “su valía”, “su recta e individual forma de pensar”.

En Twitter soy @ChapoRomo

Mi dirección de correo es oscar.romo@casadelasideas.com