/ jueves 3 de noviembre de 2022

Cóncavo y diverso | Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud

Así afirmaba el poeta español León Felipe en una de sus críticas poéticas, sin embargo, la traigo a esta columna por nuestra tradicional festividad del 2 de noviembre Día de Muertos en México y en buen número de países de Latinoamérica.

Los mexicanos convertimos a la muerte en una festividad, en un día anual conmemorativo de alegría, de fiesta y color, algo sabían nuestros antepasados que definieron esta etapa como una época de conexión con quienes se nos adelantaron en el camino que todos vamos a recorrer, porque ese es el fin último de los días 1 y 2 de noviembre de cada año, no sólo es recordar a nuestra gente querida, es reconocer un enlace entre lo inmortal y lo terrenal especialmente en esta época del año.

Hay puertas que se abren entre lo material y lo intangible que poco podemos comprender con la razón, sólo a nivel emocional y espiritual, como diría El Principito, “Lo esencial es invisible para los ojos, sólo se puede ver con el corazón” y es muy real, o al menos si no es real, es muy auténtico, muy de nuestra cultura con el más allá, y que en el más acá poco comprendemos, pero sí intuimos, sí sentimos cercano, sin importar que no podamos verlo y tocarlo, lo “vemos” con otros ojos.

Nuestra fiesta inmortal está cada vez más popularizada en muchos países del mundo, E.U., Canadá, y varios de la Unión Europea y asiáticos, hasta donde la fama de México ha llegado, y donde conmemorar a sus muertos ha trascendido.

En nuestro país inclusive estamos cada vez más inmersos en estas tradiciones, gracias a la gran conexión que tenemos ahora, en el Norte cada año, el altar de muerto se vuelve más popular, cosa que no sucedía hace 15 o 20 años, nosotros sólo visitábamos el panteón, poníamos las flores en las tumbas de nuestros seres queridos y disfrutábamos de la gran romería en que cada año se convierten los camposantos; ahora a lo anterior cada vez más sumamos la elaboración del altar de muertos con las fotos, las flores, velas, comidas y bebidas que le gustaban al difunto o la difunta, y esto es muy especial, nos integra mayormente como sociedad.

Incluso a nivel gubernamental se fomentan fiestas tipo patronales para celebrar el Día de Muertos, como la que inició el 2 de noviembre en Hermosillo y culminará el día 6 con homenajes y representaciones musicales y teatrales, que vale mucho la pena disfrutar, como las visitas nocturnas a los panteones para conocer historias y leyendas de todo tipo, desde macabras y terroríficas, hasta milagrosas.

Y cómo olvidar la muy recordada leyenda del Casino del Diablo en lo que fuera el Country Club de Hermosillo por los años 50 donde la visita del señor de los infiernos fue recibida por una bella joven de la localidad con quien supuestamente bailó y que terminó por cerrar el afamado club campestre, misma que por cierto ya se convirtió en una afamada película local.

La historia de lo acontecido más cercana a la verdad la platicaremos en otra entrega, donde quiera existen intereses, créanme.

Volviendo al punto del día de nuestros muertos, recordemos que es una tradición que hemos vivido desde antes de la conquista y el mestizaje, los grupos originales de México ya la celebraban y los españoles a través del catolicismo, lo mismo hacían, al unirse las culturas sólo se amalgamaron y se convirtieron en una sola, sin mucho problema.

Los invito a continuar celebrando nuestras bellas y profundas tradiciones históricas y culturales, a reconocer lo valioso de su trascendencia, a sentirnos orgullosos de lo que aportan a nuestro ser social, a nuestra identidad como mexicanos y mexicanas, para continuar cantando aquella estrofa de nuestra bella música “Soy puro mexicano, nacido en esta tierra de orgullo y tradición”.

Así afirmaba el poeta español León Felipe en una de sus críticas poéticas, sin embargo, la traigo a esta columna por nuestra tradicional festividad del 2 de noviembre Día de Muertos en México y en buen número de países de Latinoamérica.

Los mexicanos convertimos a la muerte en una festividad, en un día anual conmemorativo de alegría, de fiesta y color, algo sabían nuestros antepasados que definieron esta etapa como una época de conexión con quienes se nos adelantaron en el camino que todos vamos a recorrer, porque ese es el fin último de los días 1 y 2 de noviembre de cada año, no sólo es recordar a nuestra gente querida, es reconocer un enlace entre lo inmortal y lo terrenal especialmente en esta época del año.

Hay puertas que se abren entre lo material y lo intangible que poco podemos comprender con la razón, sólo a nivel emocional y espiritual, como diría El Principito, “Lo esencial es invisible para los ojos, sólo se puede ver con el corazón” y es muy real, o al menos si no es real, es muy auténtico, muy de nuestra cultura con el más allá, y que en el más acá poco comprendemos, pero sí intuimos, sí sentimos cercano, sin importar que no podamos verlo y tocarlo, lo “vemos” con otros ojos.

Nuestra fiesta inmortal está cada vez más popularizada en muchos países del mundo, E.U., Canadá, y varios de la Unión Europea y asiáticos, hasta donde la fama de México ha llegado, y donde conmemorar a sus muertos ha trascendido.

En nuestro país inclusive estamos cada vez más inmersos en estas tradiciones, gracias a la gran conexión que tenemos ahora, en el Norte cada año, el altar de muerto se vuelve más popular, cosa que no sucedía hace 15 o 20 años, nosotros sólo visitábamos el panteón, poníamos las flores en las tumbas de nuestros seres queridos y disfrutábamos de la gran romería en que cada año se convierten los camposantos; ahora a lo anterior cada vez más sumamos la elaboración del altar de muertos con las fotos, las flores, velas, comidas y bebidas que le gustaban al difunto o la difunta, y esto es muy especial, nos integra mayormente como sociedad.

Incluso a nivel gubernamental se fomentan fiestas tipo patronales para celebrar el Día de Muertos, como la que inició el 2 de noviembre en Hermosillo y culminará el día 6 con homenajes y representaciones musicales y teatrales, que vale mucho la pena disfrutar, como las visitas nocturnas a los panteones para conocer historias y leyendas de todo tipo, desde macabras y terroríficas, hasta milagrosas.

Y cómo olvidar la muy recordada leyenda del Casino del Diablo en lo que fuera el Country Club de Hermosillo por los años 50 donde la visita del señor de los infiernos fue recibida por una bella joven de la localidad con quien supuestamente bailó y que terminó por cerrar el afamado club campestre, misma que por cierto ya se convirtió en una afamada película local.

La historia de lo acontecido más cercana a la verdad la platicaremos en otra entrega, donde quiera existen intereses, créanme.

Volviendo al punto del día de nuestros muertos, recordemos que es una tradición que hemos vivido desde antes de la conquista y el mestizaje, los grupos originales de México ya la celebraban y los españoles a través del catolicismo, lo mismo hacían, al unirse las culturas sólo se amalgamaron y se convirtieron en una sola, sin mucho problema.

Los invito a continuar celebrando nuestras bellas y profundas tradiciones históricas y culturales, a reconocer lo valioso de su trascendencia, a sentirnos orgullosos de lo que aportan a nuestro ser social, a nuestra identidad como mexicanos y mexicanas, para continuar cantando aquella estrofa de nuestra bella música “Soy puro mexicano, nacido en esta tierra de orgullo y tradición”.