/ jueves 24 de noviembre de 2022

Cóncavo y diverso | No sabemos qué tan fuertes somos...

“No sabemos qué tan fuertes somos, hasta que ser fuertes es nuestra única opción”: Golda Meir

Decíamos en la última entrega de esta columna que ser desafiado en la vida es inevitable, pero que ser derrotado es opcional, y es una gran verdad, no lo digo yo, lo afirman expertos en el tema de la psicología, la psiquiatría y el desarrollo humano.

Entre otras clasificaciones que destacan en la materia, está la resiliencia física, a la que poco se menciona, y que reviste capital importancia porque se trata de nuestra capacidad de superar en relativo poco tiempo y con cierta facilidad las enfermedades y accidentes, en el primer caso ya sean ocasionadas por el tiempo o ser congénitas, es decir, contraídas casi desde el nacimiento, y en el supuesto de los accidentes, tener la capacidad de recuperación, no solo de la consecuencia, sino del primer impacto.

Observemos el caso de Juan que enferma de Covid y su resiliencia física le permite restablecerse rápidamente, a diferencia de Mario quien con la misma enfermedad y en igualdad de condiciones, por desgracia tiene una respuesta física más lenta o incluso su circunstancia lo hace ingresar al hospital.

Situaciones parecidas ocurren al enfrentarnos a accidentes, por ejemplo Carmen vivió un choque automovilístico donde su resiliencia orgánica le permitió una recuperación corporal y emocional más inmediata que lo sucedido a Elena, a quien el impacto sufrido la hizo caer en un torbellino emocional con un grado de trauma, que le impide ayudar a su cuerpo a reconstituirse dentro de un proceso normal, y por lo tanto el sufrimiento es mayor.

La resiliencia física es algo en lo que cada uno de nosotros necesitamos trabajar, para ser conscientes de que podemos decidir, cómo enfrentar situaciones como las mencionadas.

El cuarto tipo de resiliencia alude a la comunitaria, a la que se vive en grupo, en comunidad, su significado es el siguiente, son las habilidades, estrategias y capacidades de un grupo para responder y adaptarse a situaciones que lo impactan negativamente.

Ejemplos de ello los tenemos de manera recurrente cuando nos hemos enfrentado a los terremotos devastadores en México, a los tsunamis en las costas del mundo o a la reciente pandemia de Covid-19.

La forma en que hemos respondido como pueblo en cada situación nos habla de la enorme capacidad de resiliencia comunitaria que albergamos como sociedad, en cada terremoto actos heroicos se han visto por doquier cuando se trata de apoyar y salvar a nuestros hermanos en desgracia, cuánta misericordia no vimos en cientos de personas atentas a solidarizarse con miles de sus congéneres aterrados por el Covid, ya sea por la enfermedad o por el propio encierro que trajo consigo un crecimiento desmedido en los problemas de salud mental en niñas, niños, jóvenes y adultos, con los que todavía estamos lidiando.

Algunos expertos relacionan a este concepto con la sostenibilidad social, otros lo hacen con respecto al capital social. Se manifiesta tanto en grandes como en pequeños eventos y es lo que permite a una determinada comunidad resurgir de un desastre, incluidas por supuesto la destrucción de las guerras.

Está por demás comentar que la resiliencia social requiere necesariamente de seres humanos resilientes en lo individual, sin una no puede existir la otra, ambas son caras de la misma moneda, mismas que se pueden y se deben practicar y fortalecer como parte del compromiso que una persona tiene consigo mismo y con su comunidad.

“No sabemos qué tan fuertes somos, hasta que ser fuertes es nuestra única opción”: Golda Meir

Decíamos en la última entrega de esta columna que ser desafiado en la vida es inevitable, pero que ser derrotado es opcional, y es una gran verdad, no lo digo yo, lo afirman expertos en el tema de la psicología, la psiquiatría y el desarrollo humano.

Entre otras clasificaciones que destacan en la materia, está la resiliencia física, a la que poco se menciona, y que reviste capital importancia porque se trata de nuestra capacidad de superar en relativo poco tiempo y con cierta facilidad las enfermedades y accidentes, en el primer caso ya sean ocasionadas por el tiempo o ser congénitas, es decir, contraídas casi desde el nacimiento, y en el supuesto de los accidentes, tener la capacidad de recuperación, no solo de la consecuencia, sino del primer impacto.

Observemos el caso de Juan que enferma de Covid y su resiliencia física le permite restablecerse rápidamente, a diferencia de Mario quien con la misma enfermedad y en igualdad de condiciones, por desgracia tiene una respuesta física más lenta o incluso su circunstancia lo hace ingresar al hospital.

Situaciones parecidas ocurren al enfrentarnos a accidentes, por ejemplo Carmen vivió un choque automovilístico donde su resiliencia orgánica le permitió una recuperación corporal y emocional más inmediata que lo sucedido a Elena, a quien el impacto sufrido la hizo caer en un torbellino emocional con un grado de trauma, que le impide ayudar a su cuerpo a reconstituirse dentro de un proceso normal, y por lo tanto el sufrimiento es mayor.

La resiliencia física es algo en lo que cada uno de nosotros necesitamos trabajar, para ser conscientes de que podemos decidir, cómo enfrentar situaciones como las mencionadas.

El cuarto tipo de resiliencia alude a la comunitaria, a la que se vive en grupo, en comunidad, su significado es el siguiente, son las habilidades, estrategias y capacidades de un grupo para responder y adaptarse a situaciones que lo impactan negativamente.

Ejemplos de ello los tenemos de manera recurrente cuando nos hemos enfrentado a los terremotos devastadores en México, a los tsunamis en las costas del mundo o a la reciente pandemia de Covid-19.

La forma en que hemos respondido como pueblo en cada situación nos habla de la enorme capacidad de resiliencia comunitaria que albergamos como sociedad, en cada terremoto actos heroicos se han visto por doquier cuando se trata de apoyar y salvar a nuestros hermanos en desgracia, cuánta misericordia no vimos en cientos de personas atentas a solidarizarse con miles de sus congéneres aterrados por el Covid, ya sea por la enfermedad o por el propio encierro que trajo consigo un crecimiento desmedido en los problemas de salud mental en niñas, niños, jóvenes y adultos, con los que todavía estamos lidiando.

Algunos expertos relacionan a este concepto con la sostenibilidad social, otros lo hacen con respecto al capital social. Se manifiesta tanto en grandes como en pequeños eventos y es lo que permite a una determinada comunidad resurgir de un desastre, incluidas por supuesto la destrucción de las guerras.

Está por demás comentar que la resiliencia social requiere necesariamente de seres humanos resilientes en lo individual, sin una no puede existir la otra, ambas son caras de la misma moneda, mismas que se pueden y se deben practicar y fortalecer como parte del compromiso que una persona tiene consigo mismo y con su comunidad.