/ jueves 17 de noviembre de 2022

Cóncavo y diverso | Ser desafiado en la vida es inevitable, ser derrotado es opcional

A lo largo de nuestra vida se presentan un sinnúmero de retos y desafíos casi de manera constante, la existencia nos exige experimentarla con todos sus asegunes, cada día presenta nuevas posibilidades y otra cantidad igual de pruebas.

“Dad a cada día su propio afán” nos conmina la Biblia con gran razón, necesitamos vivir y resolver lo que sea posible y razonable dentro de las 24 horas que nos tocan cada día, porque cuando la tortura de una situación problemática, ya sea de negocios, trabajo, familiar o personal, nos absorbe más allá de este tiempo, nuestra mente y nuestro cuerpo comienzan a pagar las consecuencias.

Es por eso tan relevante acudir al uso de la reflexión en temas de inteligencia emocional y específicamente de resiliencia, concepto que ha tomado un auge muy importante en los últimos tiempos.

La pandemia y sus consecuencias que todavía no acaban, nos han exigido utilizar mucho la mencionada habilidad, la serie de cambios que se han venido gestando mucho antes de la enfermedad del Covid-19 y que se han acelerado con ella, nos han puesto en el límite de nuestra propia capacidad de resistencia y avance, porque eso es la resiliencia, nuestra facultad de salir adelante en medio de la adversidad, la entereza que las y los humanos tenemos ante las calamidades que nos suceden, y salir airosos de ellas.

Según la Asociación Americana de Psicología (APA) El término resiliencia tiene el siguiente significado, es el proceso de adaptarse positivamente a la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o fuentes significativas de estrés.

Lo que menos se conoce, es que existen varios tipos de resiliencia que podemos clasificar, no sólo es como la mayoría pensamos, un asunto de orden personal, existen por lo menos cuatro tipos en su género que derivan de un proceso más complejo de lo que pensamos. Factores biológicos, sociales, culturales y psicológicos interactúan para mediar en las respuestas de los sujetos al trauma, por lo cual se pueden distinguir los siguientes tipos de resiliencia, psicológica, emocional, física y comunitaria.

El primer tipo alude a lo que más conocemos, la capacidad mental de las personas de adaptarse ante una situación crítica y sobreponerse a ella; depende de diversos factores personales, incluso biológicos y ambientales que influyen en el individuo para tener la capacidad de como decimos coloquialmente “crecerse al castigo”.

Algunos tienen mayor posibilidad de otros para enfrentar los desafíos, pero eso no quiere decir que no sea una habilidad que definitivamente se puede aprender, si así lo decides.

Por ejemplo, todo parece indicar que los adultos mayores tienen un mayor grado de resiliencia psicológica en comparación con los adultos jóvenes. Esto hace suponer que las estrategias y las habilidades para afrontar una crisis es algo que se va afinando con el tiempo y la experiencia.

Respecto al siguiente tipo que está íntimamente ligada con la anterior, que es la resiliencia emocional; los expertos aseguran que se refiere a la capacidad para conectar, comprender y organizar las emociones y los sentimientos en un contexto altamente complicado.

Se trata de un proceso que empieza a definirse en la infancia y se consolida a medida que crecemos, por lo mismo, debemos apoyar a nuestras niñas, niños y jóvenes a desarrollar su tolerancia a la frustración, impulsándoles a vivir experiencias de acuerdo a su edad en las que se enfrenten a problemas que deban solucionar, utilizando todas sus aptitudes; el darles todo en bandeja de plata, inhibe en ellos la capacidad de hacer crecer su resiliencia.

Toda situación estresante, problemática o desafortunada desencadena una avalancha de emociones. La ira, el odio, la tristeza y la angustia son solo algunas de las más comunes. Controlar todas estas alteraciones del ánimo resulta crucial para hacer frente a los problemas y gestionar soluciones.

De las dos clasificaciones ulteriores hablaremos en la próxima entrega, por lo pronto es esencial desarrollar a profundidad esta importante noción de nosotros mismos, donde somos y nos vemos, capaces de experimentar y superar cualquier situación por dolorosa, injusta o insoportable que parezca porque este mundo amigas y amigos, pertenece a quienes, como los árboles altos y fuertes, se doblan con los vendavales, pero no se quiebran.


A lo largo de nuestra vida se presentan un sinnúmero de retos y desafíos casi de manera constante, la existencia nos exige experimentarla con todos sus asegunes, cada día presenta nuevas posibilidades y otra cantidad igual de pruebas.

“Dad a cada día su propio afán” nos conmina la Biblia con gran razón, necesitamos vivir y resolver lo que sea posible y razonable dentro de las 24 horas que nos tocan cada día, porque cuando la tortura de una situación problemática, ya sea de negocios, trabajo, familiar o personal, nos absorbe más allá de este tiempo, nuestra mente y nuestro cuerpo comienzan a pagar las consecuencias.

Es por eso tan relevante acudir al uso de la reflexión en temas de inteligencia emocional y específicamente de resiliencia, concepto que ha tomado un auge muy importante en los últimos tiempos.

La pandemia y sus consecuencias que todavía no acaban, nos han exigido utilizar mucho la mencionada habilidad, la serie de cambios que se han venido gestando mucho antes de la enfermedad del Covid-19 y que se han acelerado con ella, nos han puesto en el límite de nuestra propia capacidad de resistencia y avance, porque eso es la resiliencia, nuestra facultad de salir adelante en medio de la adversidad, la entereza que las y los humanos tenemos ante las calamidades que nos suceden, y salir airosos de ellas.

Según la Asociación Americana de Psicología (APA) El término resiliencia tiene el siguiente significado, es el proceso de adaptarse positivamente a la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o fuentes significativas de estrés.

Lo que menos se conoce, es que existen varios tipos de resiliencia que podemos clasificar, no sólo es como la mayoría pensamos, un asunto de orden personal, existen por lo menos cuatro tipos en su género que derivan de un proceso más complejo de lo que pensamos. Factores biológicos, sociales, culturales y psicológicos interactúan para mediar en las respuestas de los sujetos al trauma, por lo cual se pueden distinguir los siguientes tipos de resiliencia, psicológica, emocional, física y comunitaria.

El primer tipo alude a lo que más conocemos, la capacidad mental de las personas de adaptarse ante una situación crítica y sobreponerse a ella; depende de diversos factores personales, incluso biológicos y ambientales que influyen en el individuo para tener la capacidad de como decimos coloquialmente “crecerse al castigo”.

Algunos tienen mayor posibilidad de otros para enfrentar los desafíos, pero eso no quiere decir que no sea una habilidad que definitivamente se puede aprender, si así lo decides.

Por ejemplo, todo parece indicar que los adultos mayores tienen un mayor grado de resiliencia psicológica en comparación con los adultos jóvenes. Esto hace suponer que las estrategias y las habilidades para afrontar una crisis es algo que se va afinando con el tiempo y la experiencia.

Respecto al siguiente tipo que está íntimamente ligada con la anterior, que es la resiliencia emocional; los expertos aseguran que se refiere a la capacidad para conectar, comprender y organizar las emociones y los sentimientos en un contexto altamente complicado.

Se trata de un proceso que empieza a definirse en la infancia y se consolida a medida que crecemos, por lo mismo, debemos apoyar a nuestras niñas, niños y jóvenes a desarrollar su tolerancia a la frustración, impulsándoles a vivir experiencias de acuerdo a su edad en las que se enfrenten a problemas que deban solucionar, utilizando todas sus aptitudes; el darles todo en bandeja de plata, inhibe en ellos la capacidad de hacer crecer su resiliencia.

Toda situación estresante, problemática o desafortunada desencadena una avalancha de emociones. La ira, el odio, la tristeza y la angustia son solo algunas de las más comunes. Controlar todas estas alteraciones del ánimo resulta crucial para hacer frente a los problemas y gestionar soluciones.

De las dos clasificaciones ulteriores hablaremos en la próxima entrega, por lo pronto es esencial desarrollar a profundidad esta importante noción de nosotros mismos, donde somos y nos vemos, capaces de experimentar y superar cualquier situación por dolorosa, injusta o insoportable que parezca porque este mundo amigas y amigos, pertenece a quienes, como los árboles altos y fuertes, se doblan con los vendavales, pero no se quiebran.