/ miércoles 2 de enero de 2019

Sin Medias Tintas | Gansolinazo

En España, un acontecimiento reciente suscitado en la ciudad de Barcelona conmocionó a todos sus habitantes. Nadie podía dar crédito a lo que leían, ni tampoco podían creer el video que se viralizó en las redes sociales de los moradores esa ciudad.

La gente de muchas regiones del país estaba conmocionada y las muestras de dolor y apoyo no se dejaron esperar.

Se relataba un crimen atroz, un vil asesinato a sangre fría con un solo balazo en la cabeza.

Las palabras de angustia de la persona implicada y afectada por la tragedia, incrementaban con inusitado vigor los reclamos de la gente hacia la autoridad, ya que en ese vil crimen estaba involucrada la Policía.

Al poco tiempo del asesinato, miles de personas salieron a las calles a protestar. Tan cobarde acto simplemente no podía permitirse en una ciudad ni en una sociedad como la de Barcelona, con una historia de reconciliación por la paz, la tranquilidad y la inclusión después de los actos terroristas de agosto del 2018, cuando una furgoneta mató a 13 personas e hirió a decenas en el paseo peatonal de Las Ramblas.

Si bien la protesta masiva no le devolvería la vida a la víctima, la sociedad barcelonesa quería dejar constancia de su oposición ante el uso de la fuerza letal y la falta de protocolos por parte de la Policía para situaciones similares a aquella en donde Sota perdiera la vida.

¡Fue un crimen! Ése era el grito al unísono de los manifestantes mientras se dirigían al edificio de la alcaldía. Y las lacerantes frases escritas en las cartulinas que llevaban en alto, detestaban el actuar de la Guardia Civil.

La autoridad se defendió publicitando la versión del policía que le disparó en la cabeza; pero nadie le creyó. Las palabras del amigo de Sota, presente e involucrado en los hechos, fueron más convincentes que cualquier verdad histórica.

Según él, juntos vendían pulseras en la calle cuando un guardia civil se acercó a perdirles identificaciones, pero la forma y los gritos del guardia pusieron nerviosa a Sota. Al parecer no estaba acostumbrada a esa clase de maltrato, y cuando quiso huir, el guardia le dio un solo balazo en la cabeza.

Sota no murió al instante, sino que se desangró lentamente en la calle hasta que dejó de apreciarse su respiración. Mientras, su amigo lloraba desconsolado por el crimen, al mismo tiempo que algunas personas filmaban los acontecimientos.

La historia y los videos comenzaron a circular por las redes sociales y rápidamente la sociedad se organizó para manifestarse y protestar por un acto tan vil.

Así reaccionan las sociedades de los países del primer mundo ante lo que creen injusto y ante el abuso de la autoridad, sea en contra de un humano o de una perrita como Sota. Allá, en esas sociedades, los ciudadanos unidos hacen sentir su fuerza por un objetivo común, porque al fin y al cabo los gobiernos se deben a ellos.

Acá en México, también nos corresponde exigir que se cumpla la ley y entender que todos tenemos el derecho a disentir ante las políticas públicas adoptadas por los gobiernos; pero la gran diferencia siempre está en la educación y en la empatía por el dolor ajeno.

Si no me cree, le platico que hace pocos días la Policía de Hermosillo detuvo y golpeó a un bombero frente a su hijo de 13 años. ¿Cuántos protestamos por eso?

Feliz y próspero 2019.

En España, un acontecimiento reciente suscitado en la ciudad de Barcelona conmocionó a todos sus habitantes. Nadie podía dar crédito a lo que leían, ni tampoco podían creer el video que se viralizó en las redes sociales de los moradores esa ciudad.

La gente de muchas regiones del país estaba conmocionada y las muestras de dolor y apoyo no se dejaron esperar.

Se relataba un crimen atroz, un vil asesinato a sangre fría con un solo balazo en la cabeza.

Las palabras de angustia de la persona implicada y afectada por la tragedia, incrementaban con inusitado vigor los reclamos de la gente hacia la autoridad, ya que en ese vil crimen estaba involucrada la Policía.

Al poco tiempo del asesinato, miles de personas salieron a las calles a protestar. Tan cobarde acto simplemente no podía permitirse en una ciudad ni en una sociedad como la de Barcelona, con una historia de reconciliación por la paz, la tranquilidad y la inclusión después de los actos terroristas de agosto del 2018, cuando una furgoneta mató a 13 personas e hirió a decenas en el paseo peatonal de Las Ramblas.

Si bien la protesta masiva no le devolvería la vida a la víctima, la sociedad barcelonesa quería dejar constancia de su oposición ante el uso de la fuerza letal y la falta de protocolos por parte de la Policía para situaciones similares a aquella en donde Sota perdiera la vida.

¡Fue un crimen! Ése era el grito al unísono de los manifestantes mientras se dirigían al edificio de la alcaldía. Y las lacerantes frases escritas en las cartulinas que llevaban en alto, detestaban el actuar de la Guardia Civil.

La autoridad se defendió publicitando la versión del policía que le disparó en la cabeza; pero nadie le creyó. Las palabras del amigo de Sota, presente e involucrado en los hechos, fueron más convincentes que cualquier verdad histórica.

Según él, juntos vendían pulseras en la calle cuando un guardia civil se acercó a perdirles identificaciones, pero la forma y los gritos del guardia pusieron nerviosa a Sota. Al parecer no estaba acostumbrada a esa clase de maltrato, y cuando quiso huir, el guardia le dio un solo balazo en la cabeza.

Sota no murió al instante, sino que se desangró lentamente en la calle hasta que dejó de apreciarse su respiración. Mientras, su amigo lloraba desconsolado por el crimen, al mismo tiempo que algunas personas filmaban los acontecimientos.

La historia y los videos comenzaron a circular por las redes sociales y rápidamente la sociedad se organizó para manifestarse y protestar por un acto tan vil.

Así reaccionan las sociedades de los países del primer mundo ante lo que creen injusto y ante el abuso de la autoridad, sea en contra de un humano o de una perrita como Sota. Allá, en esas sociedades, los ciudadanos unidos hacen sentir su fuerza por un objetivo común, porque al fin y al cabo los gobiernos se deben a ellos.

Acá en México, también nos corresponde exigir que se cumpla la ley y entender que todos tenemos el derecho a disentir ante las políticas públicas adoptadas por los gobiernos; pero la gran diferencia siempre está en la educación y en la empatía por el dolor ajeno.

Si no me cree, le platico que hace pocos días la Policía de Hermosillo detuvo y golpeó a un bombero frente a su hijo de 13 años. ¿Cuántos protestamos por eso?

Feliz y próspero 2019.