/ martes 7 de mayo de 2019

Casos y cosas de la experiencia | De la psicoterapia

Ya me cansé de pretender ser fuerte, esta vez solo quiero llorar”. (Anónimo)


¿Qué haces cuando un amigo llora en tu presencia?, preguntó Karla. La respuesta de una de sus amigas no se hizo esperar:

— “Pues consolarlo, hasta calmarlo. Quizá lo abrace o pueda disculparme con cualquier excusa y alejarme de él”.

Otra dijo:

— “Le ofrecería un pañuelo desechable o intentaría cualquier cosa para que recuperara el control y así dejara de llorar”.

En el proceso psicoterapéutico pasa algo diferente. La tarea del terapeuta, como acompañante, precisa aprovechar esta línea de emoción y sentimiento para explorar más a fondo el motivo de queja de la persona. Por lo que se le invita a que se siga expresando, y así explorar lo que siente y piensa:

— “Karla, por favor no abandone ese lugar. Quédese ahí… por favor, hábleme de lo que siente”.

Aunque su apariencia era fuerte y determinada, el dolor emocional la dobló; sentía que el mundo se le venía encima. Presa de su ansiedad galopante, empezó a rascarse, y de inmediato la irritación se manifestó en su piel, pues comenzó a enrojecerse.

En la psicoterapia se alienta a la persona para que exprese su emoción, y después se reflexiona con ella sobre las emociones expuestas. Cuando esto sucede, primero se le pregunta sobre el contenido y el significado de su llanto, para luego analizar, con cuidado, la acción de llorar, aquí y ahora.

Acompañar y/o apoyar a alguien en su proceso de crecimiento es una tarea hermosa y gratificante, porque conlleva descubrir sus recursos emocionales y ver el surgimiento de un ser nuevo. El propósito de la psicoterapia es que la persona sea libre y autónoma, que no dependa del terapeuta.

Irving D. Yalom dijo: “La psicoterapia no es un sustituto de la vida, sino que es, para usar una metáfora teatral, un ensayo final para la verdadera función que es la vida”. La relación terapéutica es fundamental para lograr los avances que requiere la persona en su crecimiento, por lo que se prepara la atmósfera adecuada para:

—Brindarle un lugar seguro para que se exprese ampliamente.

—Crear un entorno de aceptación y comprensión, a través de la apertura o revelación.

—Propiciar la oportunidad de que aprenda habilidades sociales.

—Reconocer el potencial emocional, para que enfrente los desafíos de la vida.

Por consiguiente, en el proceso psicoterapéutico es preciso descubrir el momento propicio para explorar e indagar en la vida de la persona, y que pueda obtener la fuerza necesaria para enfrentar el problema que le aqueja. Eso permite fortalecer la alianza entre ella y el psicoterapeuta.

— Karla, dice: “Estoy cansada de llorar por una ilusión; eso es el amor que vivo con él (su pareja).

— ¿Recuerda cuál es la razón por la cual asiste a psicoterapia?

— Karla responde: “Necesito recuperarme, confiar y creer en mí. Elevar mi autoestima. No quiero repetir esta situación en cada pareja que tenga. Quiero que sea diferente”.

— Entonces dígame, ¿qué quiere hacer para que esto suceda de manera diferente?, ¿qué podría hacer para que se sintiera mejor?

El mundo de la psicoterapia es fascinante, ya que le exige al profesional tolerar la ansiedad, el aislamiento y la frustración. El trabajo se convierte en su vida.

Al final de cada sesión, después de entregar lo mejor de sí, el psicoterapeuta se siente privilegiado por haber acompañado y apoyado a alguien. Cada encuentro es un viaje conjunto y, después de revisar tantas cosas sombrías, se queda con la esperanza de que mejorará la calidad de vida de esa persona.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com

Ya me cansé de pretender ser fuerte, esta vez solo quiero llorar”. (Anónimo)


¿Qué haces cuando un amigo llora en tu presencia?, preguntó Karla. La respuesta de una de sus amigas no se hizo esperar:

— “Pues consolarlo, hasta calmarlo. Quizá lo abrace o pueda disculparme con cualquier excusa y alejarme de él”.

Otra dijo:

— “Le ofrecería un pañuelo desechable o intentaría cualquier cosa para que recuperara el control y así dejara de llorar”.

En el proceso psicoterapéutico pasa algo diferente. La tarea del terapeuta, como acompañante, precisa aprovechar esta línea de emoción y sentimiento para explorar más a fondo el motivo de queja de la persona. Por lo que se le invita a que se siga expresando, y así explorar lo que siente y piensa:

— “Karla, por favor no abandone ese lugar. Quédese ahí… por favor, hábleme de lo que siente”.

Aunque su apariencia era fuerte y determinada, el dolor emocional la dobló; sentía que el mundo se le venía encima. Presa de su ansiedad galopante, empezó a rascarse, y de inmediato la irritación se manifestó en su piel, pues comenzó a enrojecerse.

En la psicoterapia se alienta a la persona para que exprese su emoción, y después se reflexiona con ella sobre las emociones expuestas. Cuando esto sucede, primero se le pregunta sobre el contenido y el significado de su llanto, para luego analizar, con cuidado, la acción de llorar, aquí y ahora.

Acompañar y/o apoyar a alguien en su proceso de crecimiento es una tarea hermosa y gratificante, porque conlleva descubrir sus recursos emocionales y ver el surgimiento de un ser nuevo. El propósito de la psicoterapia es que la persona sea libre y autónoma, que no dependa del terapeuta.

Irving D. Yalom dijo: “La psicoterapia no es un sustituto de la vida, sino que es, para usar una metáfora teatral, un ensayo final para la verdadera función que es la vida”. La relación terapéutica es fundamental para lograr los avances que requiere la persona en su crecimiento, por lo que se prepara la atmósfera adecuada para:

—Brindarle un lugar seguro para que se exprese ampliamente.

—Crear un entorno de aceptación y comprensión, a través de la apertura o revelación.

—Propiciar la oportunidad de que aprenda habilidades sociales.

—Reconocer el potencial emocional, para que enfrente los desafíos de la vida.

Por consiguiente, en el proceso psicoterapéutico es preciso descubrir el momento propicio para explorar e indagar en la vida de la persona, y que pueda obtener la fuerza necesaria para enfrentar el problema que le aqueja. Eso permite fortalecer la alianza entre ella y el psicoterapeuta.

— Karla, dice: “Estoy cansada de llorar por una ilusión; eso es el amor que vivo con él (su pareja).

— ¿Recuerda cuál es la razón por la cual asiste a psicoterapia?

— Karla responde: “Necesito recuperarme, confiar y creer en mí. Elevar mi autoestima. No quiero repetir esta situación en cada pareja que tenga. Quiero que sea diferente”.

— Entonces dígame, ¿qué quiere hacer para que esto suceda de manera diferente?, ¿qué podría hacer para que se sintiera mejor?

El mundo de la psicoterapia es fascinante, ya que le exige al profesional tolerar la ansiedad, el aislamiento y la frustración. El trabajo se convierte en su vida.

Al final de cada sesión, después de entregar lo mejor de sí, el psicoterapeuta se siente privilegiado por haber acompañado y apoyado a alguien. Cada encuentro es un viaje conjunto y, después de revisar tantas cosas sombrías, se queda con la esperanza de que mejorará la calidad de vida de esa persona.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com