/ viernes 29 de marzo de 2024

Casos y cosas de la experiencia | Educación liberadora

“La educación como práctica de la libertad”: Pablo Freire

En el ocaso de este día, el viento y el ladrar de los perros me trajeron recuerdos de infancia: la imagen de un llano donde los vecinos se reunían afuera de sus casas, disfrutaban un suculento café, charlaban y veían correr a sus hijos pequeños y jugar a la pelota en la calle. Ahora los chicos están recluidos en sus habitaciones, inmersos en dispositivos electrónicos. Son los juegos de hoy y el desarrollo de otras habilidades.

Charlaba con una especialista en formación docente sobre las nuevas generaciones y los retos que ellos enfrentan en las aulas. Identificamos las fortalezas tecnológicas que poseen, y su falta de visión y pasión por la labor formativa. Los estudiantes de hoy requieren formarse y forjarse un futuro pleno de cambios y desafíos frecuentes. Los modelos educativos están sujetos a la velocidad del cambio, por consiguiente, es precisa la flexibilidad para ajustarlos a las necesidades del entorno. Por ejemplo, el modelo propuesto, por Daniel Goleman y Peter Senge, destaca estas tres competencias sobre las que debemos trabajar: la "autoconciencia", o enfoque en uno mismo; la "empatía", o comprensión de las otras personas y el "pensamiento sistémico", o comprensión del mundo que nos rodea. La primera consiste en entender cómo ven el mundo los demás, la segunda remite a una sensación interna, que permite entender lo que siente el otro, y la tercera a actuar de forma empática, es decir, estar dispuesto a ayudar a los demás. En lo referente al pensamiento sistémico reconocemos una disciplina para ver las “estructuras” que subyacen a las situaciones complejas, y para discernir cambios de alto y bajo apalancamiento. Este enfoque ofrece un lenguaje que comienza por la reestructuración de nuestro pensamiento; piensa acerca del mundo. Necesitamos seres humanos integrales física, emocional y espiritualmente.

En el mundo laboral nos encontramos con jóvenes que les cuesta comunicarse con otras generaciones, son vulnerables a los cambios, defienden a ultranza sus derechos y se frustran fácilmente cuando no obtienen reforzadores inmediatos. Además, requieren desarrollar habilidades blandas, como escucha activa, comunicación efectiva, solución de problemas, manejo de conflictos y retroalimentación efectiva, entre otras.

Todo lo anterior invita a la sociedad a involucrarse para mejorar la educación. Es preciso que sea una prioridad para todos, ya que el crecimiento y desarrollo del entorno depende de la formación integral de la persona; aboguemos por una educación liberadora, analítica y propositiva. Así tendremos seres humanos creativos, propositivos, entusiastas y apasionados del cambio, que los conduzca a transformar sus comunidades y otros lugares. Alimentemos a nuestras generaciones a que creen un balance entre la tecnología y la cultura en su máxima expresión: literatura, pintura, música y escultura, en pocas palabras, las bellas artes.

Pablo Freire señala: “La educación liberadora necesita buscar permanentemente la libertad y la responsabilidad, llevar a cabo la praxis, es decir, la acción y la reflexión, ya que es la base fundamental de una práctica educativa problematizadora y liberadora, a partir de la lectura del mundo y de la pronunciación de la palabra de quien vive”.

Hace tiempo disfruté la serie Merli, en Netflix; expone "que las cosas sean de una manera no quiere decir que no se puedan cambiar". También, que la educación estimula a los participantes a descubrir el mundo, integrar diversas formas de interacción, la diversidad y a desarrollar habilidades para enfrentar sus retos o desafíos cotidianos. Sugiero leer la novela Cuando fuimos los peripatéticos, de Héctor Lozano.

Por un mundo de esperanza y paz. Buen fin de semana. Año 2024

“La educación como práctica de la libertad”: Pablo Freire

En el ocaso de este día, el viento y el ladrar de los perros me trajeron recuerdos de infancia: la imagen de un llano donde los vecinos se reunían afuera de sus casas, disfrutaban un suculento café, charlaban y veían correr a sus hijos pequeños y jugar a la pelota en la calle. Ahora los chicos están recluidos en sus habitaciones, inmersos en dispositivos electrónicos. Son los juegos de hoy y el desarrollo de otras habilidades.

Charlaba con una especialista en formación docente sobre las nuevas generaciones y los retos que ellos enfrentan en las aulas. Identificamos las fortalezas tecnológicas que poseen, y su falta de visión y pasión por la labor formativa. Los estudiantes de hoy requieren formarse y forjarse un futuro pleno de cambios y desafíos frecuentes. Los modelos educativos están sujetos a la velocidad del cambio, por consiguiente, es precisa la flexibilidad para ajustarlos a las necesidades del entorno. Por ejemplo, el modelo propuesto, por Daniel Goleman y Peter Senge, destaca estas tres competencias sobre las que debemos trabajar: la "autoconciencia", o enfoque en uno mismo; la "empatía", o comprensión de las otras personas y el "pensamiento sistémico", o comprensión del mundo que nos rodea. La primera consiste en entender cómo ven el mundo los demás, la segunda remite a una sensación interna, que permite entender lo que siente el otro, y la tercera a actuar de forma empática, es decir, estar dispuesto a ayudar a los demás. En lo referente al pensamiento sistémico reconocemos una disciplina para ver las “estructuras” que subyacen a las situaciones complejas, y para discernir cambios de alto y bajo apalancamiento. Este enfoque ofrece un lenguaje que comienza por la reestructuración de nuestro pensamiento; piensa acerca del mundo. Necesitamos seres humanos integrales física, emocional y espiritualmente.

En el mundo laboral nos encontramos con jóvenes que les cuesta comunicarse con otras generaciones, son vulnerables a los cambios, defienden a ultranza sus derechos y se frustran fácilmente cuando no obtienen reforzadores inmediatos. Además, requieren desarrollar habilidades blandas, como escucha activa, comunicación efectiva, solución de problemas, manejo de conflictos y retroalimentación efectiva, entre otras.

Todo lo anterior invita a la sociedad a involucrarse para mejorar la educación. Es preciso que sea una prioridad para todos, ya que el crecimiento y desarrollo del entorno depende de la formación integral de la persona; aboguemos por una educación liberadora, analítica y propositiva. Así tendremos seres humanos creativos, propositivos, entusiastas y apasionados del cambio, que los conduzca a transformar sus comunidades y otros lugares. Alimentemos a nuestras generaciones a que creen un balance entre la tecnología y la cultura en su máxima expresión: literatura, pintura, música y escultura, en pocas palabras, las bellas artes.

Pablo Freire señala: “La educación liberadora necesita buscar permanentemente la libertad y la responsabilidad, llevar a cabo la praxis, es decir, la acción y la reflexión, ya que es la base fundamental de una práctica educativa problematizadora y liberadora, a partir de la lectura del mundo y de la pronunciación de la palabra de quien vive”.

Hace tiempo disfruté la serie Merli, en Netflix; expone "que las cosas sean de una manera no quiere decir que no se puedan cambiar". También, que la educación estimula a los participantes a descubrir el mundo, integrar diversas formas de interacción, la diversidad y a desarrollar habilidades para enfrentar sus retos o desafíos cotidianos. Sugiero leer la novela Cuando fuimos los peripatéticos, de Héctor Lozano.

Por un mundo de esperanza y paz. Buen fin de semana. Año 2024