/ viernes 17 de mayo de 2019

Casos y cosas de la experiencia | De la psicoterapia II

“Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...”. (J. L. Borges)

José Ignacio Lovio Arvizu

¿Qué hago, me quedo o me voy?, preguntó Gina. Una de sus amigas se apresuró a contestar:

— “Mándalo %&$#(lejos), hasta cuándo vas a entender que no te ama. Es hora de que te valores y respetes, sobre todo te ames a ti misma”.

Otra dijo:

— “Deja de llorar”. Sabes desde hace mucho que no le importas. Cuídate y déjalo que se vaya a donde lo aguanten”.

En el proceso psicoterapéutico existe un postulado clave: “Haz de tu vida una elección, no una obligación”. La tarea del terapeuta, como acompañante, precisa aprovechar las sesiones para contribuir a que la persona descubra sus razones para estar donde desea. Por consiguiente, le invita a explorar su historia de vida, las elecciones realizadas y las consecuencias en la relación de pareja.

Gina es inteligente, joven, bonita, servicial, sensible, atractiva y generosa, entre otras cualidades. Obviamente tiene recursos suficientes para llevar una vida plena y satisfactoria. Además cuenta con una gran riqueza para compartir con su pareja y otras personas.

Así como reúne estas cualidades, también posee carencias provocadas por heridas emocionales tempranas que aún no ha sanado. Gina manifiesta que le faltó afecto, atención, cuidado, reconocimiento y respeto de sus padres.

Acompañar y/o apoyar a alguien en su proceso de crecimiento es una tarea delicada, porque se requiere rescatar, a través de sus recursos emocionales, a esa persona que sufre desde hace tiempo y que no puede establecer relaciones significativas con otro ser humano.

Retomo un párrafo del artículo anterior:

Irving D. Yalom dijo: “La psicoterapia no es un sustituto de la vida, sino que es, para usar una metáfora teatral, un ensayo final para la verdadera función que es la vida”.

La relación terapéutica es fundamental para lograr los avances que requiere la persona en su crecimiento, por lo que se prepara la atmósfera adecuada para:

—Brindarle un lugar seguro para que se exprese ampliamente.

—Crear un entorno de aceptación y comprensión, a través de la apertura o revelación.

—Propiciar la oportunidad de que aprenda habilidades sociales.

—Reconocer el potencial emocional, para que enfrente los desafíos de la vida.

Si la persona no utiliza sus recursos emocionales debidamente puede acumular eventos no resueltos, es decir, cada necesidad que no se gratifica suficiente y oportunamente se convierte en asunto inconcluso.

— Gina, dice: “ya no puedo más, necesito tomar una decisión acerca de mi relación de pareja: necesito soltarla, pero me da miedo. ¿Qué voy a hacer sola?

Es aquí donde recuerdo este párrafo de Borges:

“Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...”

El psicoterapeuta acompaña a la persona para que logre su libertad y autonomía, y para que ese ser valioso y digno crezca y se fortalezca.

El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com

“Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...”. (J. L. Borges)

José Ignacio Lovio Arvizu

¿Qué hago, me quedo o me voy?, preguntó Gina. Una de sus amigas se apresuró a contestar:

— “Mándalo %&$#(lejos), hasta cuándo vas a entender que no te ama. Es hora de que te valores y respetes, sobre todo te ames a ti misma”.

Otra dijo:

— “Deja de llorar”. Sabes desde hace mucho que no le importas. Cuídate y déjalo que se vaya a donde lo aguanten”.

En el proceso psicoterapéutico existe un postulado clave: “Haz de tu vida una elección, no una obligación”. La tarea del terapeuta, como acompañante, precisa aprovechar las sesiones para contribuir a que la persona descubra sus razones para estar donde desea. Por consiguiente, le invita a explorar su historia de vida, las elecciones realizadas y las consecuencias en la relación de pareja.

Gina es inteligente, joven, bonita, servicial, sensible, atractiva y generosa, entre otras cualidades. Obviamente tiene recursos suficientes para llevar una vida plena y satisfactoria. Además cuenta con una gran riqueza para compartir con su pareja y otras personas.

Así como reúne estas cualidades, también posee carencias provocadas por heridas emocionales tempranas que aún no ha sanado. Gina manifiesta que le faltó afecto, atención, cuidado, reconocimiento y respeto de sus padres.

Acompañar y/o apoyar a alguien en su proceso de crecimiento es una tarea delicada, porque se requiere rescatar, a través de sus recursos emocionales, a esa persona que sufre desde hace tiempo y que no puede establecer relaciones significativas con otro ser humano.

Retomo un párrafo del artículo anterior:

Irving D. Yalom dijo: “La psicoterapia no es un sustituto de la vida, sino que es, para usar una metáfora teatral, un ensayo final para la verdadera función que es la vida”.

La relación terapéutica es fundamental para lograr los avances que requiere la persona en su crecimiento, por lo que se prepara la atmósfera adecuada para:

—Brindarle un lugar seguro para que se exprese ampliamente.

—Crear un entorno de aceptación y comprensión, a través de la apertura o revelación.

—Propiciar la oportunidad de que aprenda habilidades sociales.

—Reconocer el potencial emocional, para que enfrente los desafíos de la vida.

Si la persona no utiliza sus recursos emocionales debidamente puede acumular eventos no resueltos, es decir, cada necesidad que no se gratifica suficiente y oportunamente se convierte en asunto inconcluso.

— Gina, dice: “ya no puedo más, necesito tomar una decisión acerca de mi relación de pareja: necesito soltarla, pero me da miedo. ¿Qué voy a hacer sola?

Es aquí donde recuerdo este párrafo de Borges:

“Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...”

El psicoterapeuta acompaña a la persona para que logre su libertad y autonomía, y para que ese ser valioso y digno crezca y se fortalezca.

El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com