/ viernes 26 de abril de 2024

Casos y cosas de la experiencia | Fría oscuridad

“Tus propias limitaciones te crucifican”. (Silvia Plath)

Los pensamientos que tengo ahora son repetitivos y me duelen. En ocasiones los escucho respirar fuertemente en mis oídos, y aunque los quiero dejar ir, se resisten a abandonar ese lugar de privilegio malévolo. Cada uno representa una herida que marca mi corazón, por tanto, me hunden en el silencio agotador de la rumiación emocional.

Cuando saludé a Cris observé su rostro triste, apagado, movía continuamente las piernas y vestía de negro; destacaba su belleza física, a pesar de la fría oscuridad que la acompaña. Le dije hola, ¿cómo estás?, y respondió: “Estoy biennn”, con voz un tanto lúgubre, sin fuerza, ni énfasis. Después de ingresar al consultorio se desplomó en el sillón; con la cabeza baja, hombros caídos y hacia enfrente, el cabello le cubría la cara y el silencio era tenso. Luego expresó: “Me hubiese gustado contestarle que estoy bien, que tengo un mal día o que perdí el control de mi vida. La verdad es que estoy aquí porque intenté hacerme daño”.

Le solicité permiso para acercarme un poco y escuchar lo que murmuraba: “Pensando en morirme. No aguanto lo que me pasa. Llevo un par de semanas sintiéndome sin fuerzas para levantarme de la cama, sin deseos de bañarme y arreglarme, en ocasiones no alcanzo a respirar bien, y al intentar salir de mi cuarto siento que me regresa la hostilidad de una realidad que no puedo soportar. La incertidumbre me agota y desgasta”. Estuve atento a su lenguaje verbal y no verbal, con toda la disposición a escucharla plenamente, y así acompañarla en esa experiencia.

Cris, dijo: “Tengo años viviendo esa situación; no sé qué hacer, siento que todo lo cargo sin saber para qué. Existen personas cercanas que tratan de ayudarme y la verdad que más mal me siento porque no entienden lo que me pasa, y me duele no responder bien a esas sugerencias”.

Es trágico que aunque tengamos la buena intención de ayudar, no nos damos cuenta que nuestros comentarios o sugerencias no abonan nada al bienestar de la persona. En verdad, no es por falta de inteligencia o empatía, esto sucede simplemente porque vivimos en un mundo en el que desconocemos cómo sortear la tristeza propia y ajena. Nos cuesta mucho comprender que existen mentes que no funcionan como las nuestras. Hay razones y sinrazones que nos impiden entender lo que es un trastorno o enfermedad mental.

Por consiguiente, registré la dolencia emocional de Cris, y los episodios fallidos en que intentó dañarse. La rescataron oportunamente, y ahora cuenta con soporte médico especializado y psicoterapia. La depresión tiene tratamientos eficaces, seguros y al alcance de las personas, pero es necesario contar con el apoyo profesional para aprender a manejarla. Lamento que en ocasiones, por desconocimiento, hayamos incurrido en expresar frases machaconas como: “no estés triste”; “échale ganas”; “hay que ser positivo”; “saldrás adelante, anímate”, entre otras, que en lugar de ayudar hacen un daño terrible.

Todas las personas, de cualquier edad, pueden vivir o sufrir una enfermedad llamada depresión, definida así por la Asociación Psicológica Americana: “La depresión (el trastorno depresivo mayor) es una enfermedad común y grave que afecta negativamente la manera de sentir, pensar y actuar”. Es más frecuente de lo que pensamos. Y según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es un: “Sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada (que puede ser delirante) casi todos los días (no simplemente el autorreproche o culpa por estar enfermo)”.

Aunque la depresión afecta a las personas en formas diversas, la mayoría experimenta alguna combinación de estos síntomas: tristeza prolongada o sensación de vacío; sentimientos de desamparo o desesperanza, culpabilidad o inutilidad; enojo e irritabilidad; inquietud y dificultad para concentrarse; fatiga; cambios en los patrones del sueño y el apetito; dolor crónico, de cabeza o estómago; pérdida de interés en las actividades que realiza; alejamiento de familiares y amigos; pensamientos acerca de la muerte o suicidas.

Acordé con Cris seguir en contacto, para acompañarla y hacerle sentir que no está sola en este proceso. Continuaré abordando este tema.


“Tus propias limitaciones te crucifican”. (Silvia Plath)

Los pensamientos que tengo ahora son repetitivos y me duelen. En ocasiones los escucho respirar fuertemente en mis oídos, y aunque los quiero dejar ir, se resisten a abandonar ese lugar de privilegio malévolo. Cada uno representa una herida que marca mi corazón, por tanto, me hunden en el silencio agotador de la rumiación emocional.

Cuando saludé a Cris observé su rostro triste, apagado, movía continuamente las piernas y vestía de negro; destacaba su belleza física, a pesar de la fría oscuridad que la acompaña. Le dije hola, ¿cómo estás?, y respondió: “Estoy biennn”, con voz un tanto lúgubre, sin fuerza, ni énfasis. Después de ingresar al consultorio se desplomó en el sillón; con la cabeza baja, hombros caídos y hacia enfrente, el cabello le cubría la cara y el silencio era tenso. Luego expresó: “Me hubiese gustado contestarle que estoy bien, que tengo un mal día o que perdí el control de mi vida. La verdad es que estoy aquí porque intenté hacerme daño”.

Le solicité permiso para acercarme un poco y escuchar lo que murmuraba: “Pensando en morirme. No aguanto lo que me pasa. Llevo un par de semanas sintiéndome sin fuerzas para levantarme de la cama, sin deseos de bañarme y arreglarme, en ocasiones no alcanzo a respirar bien, y al intentar salir de mi cuarto siento que me regresa la hostilidad de una realidad que no puedo soportar. La incertidumbre me agota y desgasta”. Estuve atento a su lenguaje verbal y no verbal, con toda la disposición a escucharla plenamente, y así acompañarla en esa experiencia.

Cris, dijo: “Tengo años viviendo esa situación; no sé qué hacer, siento que todo lo cargo sin saber para qué. Existen personas cercanas que tratan de ayudarme y la verdad que más mal me siento porque no entienden lo que me pasa, y me duele no responder bien a esas sugerencias”.

Es trágico que aunque tengamos la buena intención de ayudar, no nos damos cuenta que nuestros comentarios o sugerencias no abonan nada al bienestar de la persona. En verdad, no es por falta de inteligencia o empatía, esto sucede simplemente porque vivimos en un mundo en el que desconocemos cómo sortear la tristeza propia y ajena. Nos cuesta mucho comprender que existen mentes que no funcionan como las nuestras. Hay razones y sinrazones que nos impiden entender lo que es un trastorno o enfermedad mental.

Por consiguiente, registré la dolencia emocional de Cris, y los episodios fallidos en que intentó dañarse. La rescataron oportunamente, y ahora cuenta con soporte médico especializado y psicoterapia. La depresión tiene tratamientos eficaces, seguros y al alcance de las personas, pero es necesario contar con el apoyo profesional para aprender a manejarla. Lamento que en ocasiones, por desconocimiento, hayamos incurrido en expresar frases machaconas como: “no estés triste”; “échale ganas”; “hay que ser positivo”; “saldrás adelante, anímate”, entre otras, que en lugar de ayudar hacen un daño terrible.

Todas las personas, de cualquier edad, pueden vivir o sufrir una enfermedad llamada depresión, definida así por la Asociación Psicológica Americana: “La depresión (el trastorno depresivo mayor) es una enfermedad común y grave que afecta negativamente la manera de sentir, pensar y actuar”. Es más frecuente de lo que pensamos. Y según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es un: “Sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada (que puede ser delirante) casi todos los días (no simplemente el autorreproche o culpa por estar enfermo)”.

Aunque la depresión afecta a las personas en formas diversas, la mayoría experimenta alguna combinación de estos síntomas: tristeza prolongada o sensación de vacío; sentimientos de desamparo o desesperanza, culpabilidad o inutilidad; enojo e irritabilidad; inquietud y dificultad para concentrarse; fatiga; cambios en los patrones del sueño y el apetito; dolor crónico, de cabeza o estómago; pérdida de interés en las actividades que realiza; alejamiento de familiares y amigos; pensamientos acerca de la muerte o suicidas.

Acordé con Cris seguir en contacto, para acompañarla y hacerle sentir que no está sola en este proceso. Continuaré abordando este tema.