/ viernes 14 de febrero de 2020

Casos y cosas de la experiencia | Un acto de amor

“Mirando en retrospectiva, siento ternura y compasión por esa bella y diminuta mujer…” (2020)

Hace unos días estuve en Oaxaca y una mañana, al recorrer el Zócalo de la ciudad, me detuve a observar y escuchar lo que ahí sucedía. El olor de los árboles y el caminar de la gente me condujeron a lugares diversos donde aprecié la textura y color de las prendas, y escuché música de flauta. Justo en ese momento decidí sentarme para disfrutar un aromático y delicioso chocolate regional.

El lugar fue estratégico para observar lo que ocurría a mi alrededor, me sentía contento y feliz por gozar esos momentos en mi compañía. De pronto, el caminar de una diminuta y anciana mujer atrajo mi atención; ella llevaba un rebozo en la espalda, que contenían algunas prendas para vender.

Con detenimiento pude apreciar su paso lento, el contacto que hacía con las personas cercanas a ella. Una pareja de extranjeros, sentados por el lugar donde transitaba, la observaban. La mujer se acercó a la bolsa que traía María y colocó unas monedas. Ella no se percató, hasta que otra mujer le dijo que checara su bolsa, pues le habían puesto unas monedas.

Marilyn, la extranjera, se mostró sorprendida cuando María, con su paso lento y su cuerpo encorvado, regresó para agradecerle las monedas y le extendió una bolsita de cacahuates y dulces que traía en su cesto. El esposo, Robert, sorprendido por el gesto agradeció con una sonrisa.

Cuando María se retiró del lugar, Marilyn limpió sus lágrimas y Robert le pasó el brazo por la espalda para acompañarle. Para mí fue un bello gesto de amor ese encuentro de almas; no importaba el idioma, sólo esa manifestación de la gratitud pudo acercarlos.

Permanecí atento y disfruté ese acto de amor. Reflexioné sobre el contacto con el otro y conmigo, lo que resulta de un encuentro cuando existe correspondencia. Agradecí haber sido testigo de ese regalo de amor y decidí escribir esta nota.

La música de flauta me acariciaba y despertó recuerdos maravillosos de mis años de adolescencia y juventud, cuando solía escucharla. El vuelo de una abeja me puso alerta y volví a la taza de chocolate que había olvidado por un momento.

Un acto de amor es una participación de personas que se disponen a colaborar para agradecer lo que este mundo tiene de bueno. Este día queda impreso en mí, y quiero compartirlo para que vivamos disfrutando de lo que nos rodea y cuidemos esos pequeños detalles que contribuyen a engrandecernos como personas.

Permite que te sorprenda la vida con sus múltiples matices; esos niños que corren detrás de un globo, los jóvenes que se quieren comer a besos, las personas que corren para ir a su trabajo, los adultos mayores que aún luchan por estar activos y ser productivos. Nunca olvides la gratitud, es un hermoso gesto que alimenta el alma.

Dice Irving D. Yalom: “Los recuerdos y emociones tienen una relación curvilínea: demasiada emoción o demasiado poca con frecuencia dan como resultado escasez de recuerdos”.

Grabé en mi mente la comunión establecida entre María, Marilyn y Robert como un acto de amor, el cual me conmueve y agradezco infinitamente. Celebro también el amor diario que se prodigan las parejas, familias, amigos, hermanos y a la decisión de acompañar a quienes necesitan amarse a sí mismos.

El amor a uno mismo encierra lecciones que contribuyen al crecimiento personal, esto permitirá ser más empático y compasivo con los otros. Quiero cerrar este escrito con una frase que leí por ahí y no recuerdo el autor: “Si lo quieres ver, míralo; en cuanto lo juzgues ya lo has perdido”.

Buen fin de semana.

“Mirando en retrospectiva, siento ternura y compasión por esa bella y diminuta mujer…” (2020)

Hace unos días estuve en Oaxaca y una mañana, al recorrer el Zócalo de la ciudad, me detuve a observar y escuchar lo que ahí sucedía. El olor de los árboles y el caminar de la gente me condujeron a lugares diversos donde aprecié la textura y color de las prendas, y escuché música de flauta. Justo en ese momento decidí sentarme para disfrutar un aromático y delicioso chocolate regional.

El lugar fue estratégico para observar lo que ocurría a mi alrededor, me sentía contento y feliz por gozar esos momentos en mi compañía. De pronto, el caminar de una diminuta y anciana mujer atrajo mi atención; ella llevaba un rebozo en la espalda, que contenían algunas prendas para vender.

Con detenimiento pude apreciar su paso lento, el contacto que hacía con las personas cercanas a ella. Una pareja de extranjeros, sentados por el lugar donde transitaba, la observaban. La mujer se acercó a la bolsa que traía María y colocó unas monedas. Ella no se percató, hasta que otra mujer le dijo que checara su bolsa, pues le habían puesto unas monedas.

Marilyn, la extranjera, se mostró sorprendida cuando María, con su paso lento y su cuerpo encorvado, regresó para agradecerle las monedas y le extendió una bolsita de cacahuates y dulces que traía en su cesto. El esposo, Robert, sorprendido por el gesto agradeció con una sonrisa.

Cuando María se retiró del lugar, Marilyn limpió sus lágrimas y Robert le pasó el brazo por la espalda para acompañarle. Para mí fue un bello gesto de amor ese encuentro de almas; no importaba el idioma, sólo esa manifestación de la gratitud pudo acercarlos.

Permanecí atento y disfruté ese acto de amor. Reflexioné sobre el contacto con el otro y conmigo, lo que resulta de un encuentro cuando existe correspondencia. Agradecí haber sido testigo de ese regalo de amor y decidí escribir esta nota.

La música de flauta me acariciaba y despertó recuerdos maravillosos de mis años de adolescencia y juventud, cuando solía escucharla. El vuelo de una abeja me puso alerta y volví a la taza de chocolate que había olvidado por un momento.

Un acto de amor es una participación de personas que se disponen a colaborar para agradecer lo que este mundo tiene de bueno. Este día queda impreso en mí, y quiero compartirlo para que vivamos disfrutando de lo que nos rodea y cuidemos esos pequeños detalles que contribuyen a engrandecernos como personas.

Permite que te sorprenda la vida con sus múltiples matices; esos niños que corren detrás de un globo, los jóvenes que se quieren comer a besos, las personas que corren para ir a su trabajo, los adultos mayores que aún luchan por estar activos y ser productivos. Nunca olvides la gratitud, es un hermoso gesto que alimenta el alma.

Dice Irving D. Yalom: “Los recuerdos y emociones tienen una relación curvilínea: demasiada emoción o demasiado poca con frecuencia dan como resultado escasez de recuerdos”.

Grabé en mi mente la comunión establecida entre María, Marilyn y Robert como un acto de amor, el cual me conmueve y agradezco infinitamente. Celebro también el amor diario que se prodigan las parejas, familias, amigos, hermanos y a la decisión de acompañar a quienes necesitan amarse a sí mismos.

El amor a uno mismo encierra lecciones que contribuyen al crecimiento personal, esto permitirá ser más empático y compasivo con los otros. Quiero cerrar este escrito con una frase que leí por ahí y no recuerdo el autor: “Si lo quieres ver, míralo; en cuanto lo juzgues ya lo has perdido”.

Buen fin de semana.