El multiculturalismo que acercó a millones de niños gracias a la televisión.
En la pasada entrega de mi columna En Medio de los Medios, correspondiente al martes 9 de abril, dediqué el espacio a una extensa reflexión sobre el olvido que la radio y la televisión han dejado sentir sobre las audiencias infantiles. Aprovechando que el mes de abril, festejamos a la niñez, decidí dedicar cada martes de este cuarto mes del año, para hablar sobre los programas de televisión infantil que realmente marcaron a varias generaciones.
En esta ocasión, iremos más allá de la televisión comercial; gracias a la productora ITT (International Telephone & Telegraph) el programa que en inglés se titulaba The Big Blue Marble, y que en México conocimos como La Canica Azul, llegó por vez primera a través de la señal televisiva a millones de niños, en el año 1973.
En México, Canal 13, ya siendo una empresa paraestatal, fue quien decidió transmitir la primera temporada de La Canica Azul, doblada al español. En cada emisión, podíamos conocer la historia de la vida de varios niños o adolescentes, en distintos países del mundo. Estamos hablando de un mundo que aún vivía bajo la cortina de hierro, donde capitalismo y comunismo estaban más diferenciados que nunca y a pesar de eso, los lazos, que a través de cartas vía correo, miles de niños hicieron amistad con otros que vivan en un hemisferio distinto.
El programa era grabado en formato cine, era una filmación que a manera de pequeños documentales, podíamos conocer la vida de una niña en Suecia y después, ella se conectaba con un niño en Argentina. Saber cómo eran sus costumbres del día a día, sus escuelas, juegos, amigos, la comida en su casa, las familias, la tecnología y desde luego la forma en la que se divertían con sus amigos, nos dio, a quienes de niños vimos La Canica Azul, un sentido cosmopolita por ir más allá de la ubicación de los países en aquellos globos terráqueos que teníamos en casa.
La Canica Azul, fue transmitida desde el 1 de enero de 1974 hasta el 21 de septiembre de 1983.El productor y creador de La Canica Azul, fue Harry Fownes, quien junto a un grupo de productores asociados y escritores, daba forma a cada capítulo, en un estilo documental pero con elementos divertidos en la narrativa que nos aportaba una edición ágil, y con mensajes claros y directos.
En México, existió una versión nacionalizada de La Canica Azul, donde participaron algunos niños y niñas que eran talento de finales de los años 70 e inicios de los 80. La producción fue realizada y transmitida por el sistema TRM, Televisión de la República Mexicana. Desafortunadamente, no hay evidencia de esa transmisión, pero sí fuentes fidedignas que les tocó ver la versión mexicana de La Canica Azul.
Ahora, con la facilidad de la comunicación, los avances y la cercanía inmediata para conocer personas, sería fantástico intentar una nueva versión de La Canica Azul; podríamos comenzar con niños y niñas en los municipios sonorenses, intercambiando sus experiencias de vida y enlazando todo vía redes sociales. Desafortunadamente los alcances de quienes dirigen los medios de comunicación, que podrían hacer un esfuerzo de esa magnitud, distan mucho de tener una visión más allá de su día a día.
Y como decía el tema musical de La Canica Azul:
La tierra es una esfera, si de la Luna la ves.
Es una esfera azul de belleza sin igual.
Los grandes y niños compartimos el planeta,
pensamos diferente, pero es la misma meta.
Podemos cantar igual…disfrutar casi todo igual.
La paz y el amor nos unirán, entonces habrá felicidad.
Los problemas que tenemos desde allá nadie los ve.
En cambio la amistad nos envuelve como tul, en la gran Esfera Azul.
Gracias Canica Azul, por abrirnos los ojos a un mundo que ya es historia, por hacernos ver que la cultura va más allá del horizonte. Gracias por crear una generación de niñas y niños con un criterio que le dio sello y guía a la última camada de la Generación X.